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Javiera Mena y la pista de baile

Javiera Mena y la pista de baile

El Teatro Cariola se vestía de gala para la presentación, esta vez sí oficial, del último disco de Javiera Mena, el aclamado Otra Era. Un álbum que obedece a una idea mucho más expansiva de su música, ya volcada del todo en la pista de baile (apenas hay momentos de respiro) y su directo apunta en la misma dirección.

Luego de dos presentaciones anteriores en un espacio corto de tiempo -en el Club Chocolate durante una fecha del Rock and Pop Stage y durante la Feria Pulsar- ya se intuían pistas suficientes de la dirección a la que apunta en vivo: shows muy pensados para festivales y grandes recintos, en los que convertir el directo en una experiencia más que en una sucesión de canciones, un trabajo visual más elaborado (tampoco nada demasiado llamativo pero aprovechando algunas proyecciones y pequeñas animaciones) y una homogenización del sonido hacia una especie de sound-system casi como una sesión de dj, puesto que ella se sitúa en el centro del escenario, rodeada de máquinas, y liberada casi de cualquier exigencia como músico (aunque golpea pads de batería y toca a veces teclados).

Ha sabido interpretar la escena musical actual en la que el EDM se ha convertido en el rey (comercial) de la escena musical internacional y, apunta sin disimulo a un público que disfruta del mismo en el que ella sea una especie de maestra de ceremonias.

El único apoyo musical lo tiene en el músico electrónico Niconicorito, habitual de sus directos. En esta ocasión, al ser una fecha especial, contó con puntuales colaboraciones en algunos momentos como la de Andrés Nusser de Astro en ‘Sincronía Pegaso’ o en los coros durante parte del concierto de gente como Francisca Bascuñan, que en su faceta de música y productora se hace llamar La Entrópica.

Tras una intro de tintes kraftwertianos abrió con ‘Los Olores de tu Alma’, canción que también inicia su disco. Los temas convertidos en una especie de sesión se alargaban tanto en las intros, como en las salidas de las mismas. Algunas veces con guiños de lo más kitsch a cosas como Safri Duo. Sin embargo, aunque sobre el papel esto fuera una buena idea, en la primera parte del concierto esto pesó demasiado y se hico moroso, repetitivo, por momentos agotador y hasta aburrido. Las canciones se alargaban en exceso sin un motivo que lo justificase más allá del crear una especie de discoteca virtual. Todo ello hacía que, excepto con los entregados en las primeras filas, por momentos Javiera perdía la conexión con el público y se notaba cierta frialdad.

El break a esto y el giro en el concierto se produjo cuando dejó el alboroto de lado y se enfrentó a la quizá mejor canción de su carrera. Una de esas canciones que justifican toda una discografía, ‘Sol de Invierno’. Aunque adaptada a un sonido más electrónico es una composición tan enorme que casi da igual el formato, porque siempre encoge el corazón. Elegida de forma estratégica a mitad del concierto, para colmo, la interpreta siguiendo con ‘Espada’ y ‘Luz de Piedra de Luna’. Casi nada. Quizá 3 de sus 5 mejores y más reconocibles canciones de manera consecutiva. Y, para rematar la jugada ganadora se marcó una especie de versión de ‘Ritmo de la Noche’ de  Mystic, una jugada un poco populista pero que funcionó encendiendo al público.

Poco habitual en esta etapa es que recupere canciones de su primer trabajo más allá de ‘Sol de Invierno’ y la versión de ‘Yo no te Pido la Luna’ (que tocaría casi en la recta final del show), pero de corrido hizo para (mi) agradable sorpresa ‘Esquemas Juveniles’ y ‘Como Siempre Soñé’. No se olvidó de otro de sus singles como ‘La Joya’, ni de una de las favoritas en directo como ‘Esa Fuerza’.

En resumen, un show un poco desequilibrado al que le costó arrancar, demasiado pensado y poco espontáneo por momentos pero, al final, ganador. ¿Cómo no teniendo tres grandes discos y un puñado de las mejores canciones en español de la última década? Llegará un momento en el que el problema va a ser elegir el repertorio de la cantidad de joyas que pueblan su discografía y, suponemos, lo seguirá haciendo por muchos años. Y allí estaremos para disfrutarlo.