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Sello Trigal: cuando la opción no es emigrar

Sello Trigal: cuando la opción no es emigrar

Santiago no es Chile. Esa es una frase que debiéramos comenzar a grabar en nuestras cabezas para que cada ciudad pueda desarrollarse económica y culturalmente. Por fortuna, en diferentes puntos del país hay personas que no tienen que repetirse el mantra, porque lo tienen claro y trabajan por sentar bases para ese avance.

Desde ese punto es que parte la historia de Trigal, un nuevo sello independiente de San Antonio y también la de Francisco y Tania. El primero es pintor, dibujante, ilustrador y músico. Tiene un estudio casero y estudia producción musical en la Escuela de Producción Musical Litoral Musical. Por otra parte, Tania es profesora de castellano y gestora cultural. Organiza tocatas desde que tiene quince años en su ciudad.

Entre los dos se reparten las tareas del sello. Francisco es el director de arte tanto de los discos como de los afiches y Tania se encarga de las comunicaciones.

El censo del 2012 -aunque sabemos que hay que creerle poco- nos da una idea: la comuna de San Antonio cuenta con 87.697 habitantes, tiene un puerto que fue cercenado con la construcción del Hotel Casino del Pacífico y que es uno de los principales de Chile, por donde entra mercadería que luego se consume en el centro del país. Una localidad que el año 2016 registró más de un 10% de desempleo y que al igual que Valparaíso, tributa millones y millones de pesos para Chile, pero que nada deja en la zona. También, es parte del programa Litoral de los Poetas -que apunta a desarrollar el turismo y la cultura- pero que no acaba de cuajar. 

El puerto cuenta con una dificultad importante a la hora de desarrollar proyectos a largo plazo, que sirvan como una base para que la ciudad tenga, por ejemplo, un circuito musical permanente. “Acá no hay universidades así que llegado un momento las bandas se separan o ensayan muchos menos porque sus integrantes se van a estudiar, así que la maduración de los proyectos musicales es mucho más lenta que en otros contextos”, explica Tania.

“San Antonio se caracteriza por tener una gran desidia sobre sus hombros, quizás no estamos tan lejos de otras realidades en todo caso, pero hay mucha gente alegando y poca gente construyendo. Quizás esto tiene que ver con la migración también, como hay pocos espacios creativos y de reunión y como acá los jóvenes se tienen que ir obligatoriamente, la fuerza de esa juventud se diluye o se gasta en otro lado. San Antonio se transforma en un puerto de descanso, generalmente al volver de la U te quieres puro ir, pero algunos nos terminamos quedando a construir acá y felizmente se están formando algunos espacios para potenciar la creatividad y la colaboración”.

“En base a eso, lo que se forma, se forma a medias o con muy buenas intenciones, pero no llega a cumplir objetivos o termina antes de tiempo, la gente se aburre, etc. Entonces, en cuanto a las necesidades de las bandas creemos que básicamente necesitan profesionalizar su trabajo mediante la comprensión de que los equipos son necesarios, de que el aporte de los trabajadores del arte y de la música es importante para proyectarse en el tiempo, así se pueden dedicar a la producción musical y distribuir los roles para la otra inmensidad de labores que implica sacar un proyecto a flote”, declara.
En cuanto a las dificultades que ellos al componer Trigal pudieron ver, tienen que ver con falta de información sobre cómo armar un sello y, por supuesto, de proyectos. “Más allá de la información de internet, necesitábamos una especie de “ejemplo” o guía donde mirar y preguntar ciertas cosas, así que tuvimos que recurrir a Santiago. Contactándonos por aquí y por allá encontramos a alguien que nos orientó y estamos muy agradecidos porque esa conversación nos permitió lanzarnos con más de confianza y ejecutar cosas que nos faltaban”.

Tampoco “hay un abanico de bandas tan grande como podríamos esperar y de esas bandas, la mayoría tiene poca información sobre cuáles son las labores de un sello. Se acostumbra a hacer todo sin tener un equipo de trabajo que los apoye en las labores externas a la música y eso no siempre sale tan bien por distintos factores. Además, hay poquísimos lugares donde las bandas pueden mostrar su trabajo: dos bares con escenarios pequeños, uno que otro festival anual y la sala de artes escénicas del Centro Cultural San Antonio, por lo tanto, se limitan las opciones. Haces 3 tocatas y se te acaban tanto el público como los espacios”, señala.

Desde la distancia coincidimos con Tania. San Antonio era una ciudad puerto que en los años noventa tenía sonidos marcados. Había trova, punk, metal y rap. “Estos últimos 3 tenían movimientos muy potentes, con tocatas casi todos los fines de semana y harto público”, explica la gestora.

Pero ahora todo es más difuso. “Las bandas tienen estilos variados. Creemos que más que un rasgo sonoro, hay un rasgo temático: la melancolía y la rabia. Gran porcentaje de los proyectos musicales crea desde estos conceptos “negativos” lo que recae en una sonoridad más lúgubre, más oscura”. Ahí es donde caen, por ejemplo, nombres como Rosamel Araya, Demian Rodríguez, Chinoy, Portugal, Andrés Godoy e incluso la producción “La Negra Ester”. “El hilo que los une, aparte de su origen, es la melancolía en la construcción de sus historias, a pesar de sus sonoridades diferentes”.

Los pasos a seguir son desarrollar los proyectos de Bluff –el proyecto solista de Rodrigo Albornoz que ahora se transformó en banda- y Las Islas Nuevas, dos bandas locales (los puedes conocer a continuación). Irse no es una opción.