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Una chilena en medio de La Luz

Una chilena en medio de La Luz

Hay varias cosas de La Luz que llaman la atención. La primera es evidente: llevan un nombre en español, pero se formaron en Seattle en 2012 y sus cuatro integrantes – Shana Cleveland (voy y guitarra), Alice Sandahl (teclados y voces), Lena Simon (bajo y voces) y Marian Li-Pino (batería y voces)- nacieron en diferentes lugares de Estados Unidos.

La segunda pudo ser trágica: en 2013 sufrieron un violento accidente automovilístico que pudo terminar de golpe con su incipiente historia, pero se repusieron y hoy son una banda que toca innumerables conciertos en Estados Unidos y Europa y tiene tres grsabaciones de adictivo surf rock: el cassette Damp face (2012, Burger Records) y los LP It’s alive (2013) y Weirdo shrine (2014), ambos editados por Hardly Art Records.

La tercera explica, en parte, esta entrevista: la baterista Marian Li Pino es hija de chilenos establecidos en Estados Unidos y acaba de pasar más de un mes disfrutando del verano a este lado del mundo. Estuvo en el litoral central, en alguna localidad del Biobío y en Santiago, donde aprovechó de ver unos cuantos conciertos y conocer locales de música en vivo.

“Nunca he vivido acá, pero he venido muchas veces y siempre como por uno o dos meses, bastante como para acostumbrarme a la gente y a la cultura. Mis papás siempre querían que entendiéramos, con mis hermanos, lo que estaba pasando en Chile, así que nos llevaron a ver los lagos, la casa de Pablo Neruda y todo eso. Yo era chiquitita, no me acuerdo mucho, pero veníamos a ver a los primos y abuelos, a comer mariscos y todo eso -explica riéndose y con un curioso spanglish que tiene más de mexicano que de chileno. Querían educarnos en las dos culturas”.

-¿Cómo fue crecer en Estados Unidos pero dentro de una familia chilena?

Mi familia se acostumbró más o menos bien y para mí no fue tan malo, pero como a los 13 ó 14 años me di cuenta que eran diferentes culturas. A mí me encanta acá porque son más amistosos, puedes conocer a alguien en el bus por diez minutos y te invitan a conocer a sus papás. Eso me ha pasado acá y nunca me ha pasado en Estados Unidos –recalca riéndose nuevamente. Alguna vez fue difícil regresar a Estados Unidos y notar que tenía amigos hace diez años a los que nunca iba a conocer como a mis amigos chilenos, pero acá igual soy una gringa, entonces uno tiene que tomar lo bueno y lo malo. También estuvo bien crecer allá, no estoy segura de que hubiera tenido las mismas oportunidades en Chile como música. Allá fue como “wow, eso fue más o menos fácil”.

-En una conversación anterior, me contaste que cuando chica escuchaban mucho a Juan Luis Guerra.

¡Sí! Después me quedé pensando y en esa entrevista olvidé que hubo un tiempo en que mi mamá estaba tan obsesionada con los chilenos, que contrató los canales de televisión. No sé si te acuerdas que hace mucho tiempo había un programa que se llamaba Romané…

-Obvio, era una teleserie.

Me acuerdo que estaba en la escuela, terminaba y me iba al tiro para la casa a ver Romané con mi mamá. Era buena, la adoraba. Después teníamos el MTV chileno o en español, así que con mi hermano veíamos a Shakira, a Los Fabulosos Cadillacs, entonces ahí aprendí mucho. ¡Uh! También hubo un tiempo en que había una banda terrible de Brasil, unas canciones en que siempre estaban bailando…

-¿Axé Bahía?

¡Sí, todo el tiempo! Lo veíamos en la tele y también tenía un disco de ellos. Cuando veníamos a Chile, toda la gente lo bailaba. Después empezó todo lo del reggaeton.

-¿Te influenció de algún modo la música latina?

Sí, totalmente. A mí me encanta la percusión de la música latina y encuentro que es casi como una ecuación matemática. Si escuchas muy atentamente toda una sección rítmica, puedes separar y ver qué está haciendo cada instrumento y luego volver a ponerlo todo junto y así entiendes cómo hacerlo por ti misma. Es como un reloj, hay muchas partes que suenan más lindas juntas, pero si lo separas, son simples individualmente. Todo junto, es como un desafío mental. Por eso me encanta, porque como baterista es un desafío. También siento mejor el ritmo. Yo siempre quiero tocar música que me gustaría bailar o hacerlo más bailable. Y los latinos son mejores para eso.

Fueron esas raíces chilenas las que, de hecho, llevaron a Marian Li Pino a establecer un vínculo con Javiera Mena, una de sus anfitrionas en Santiago. La anécdota ocurre luego de un concierto en España: “Nos invitaron a una fiesta y las chicas de mi banda son muy tímidas, dijeron que querían dormir o algo así, pero yo siempre estoy buscando una fiesta y a la pobre niña que toca el bajo le dije que fuéramos. Ella siempre dice que está cansada, pero que si no viene conmigo me perderé y nunca me van a encontrar, así que vino. En la fiesta me preguntaron por qué hablaba español, les expliqué y me dijeron que había una chilena que también tocaba música. Era la Javiera”, relata.

“Yo estaba más interesada en que fuera una chilena, porque nunca encuentro chilenos en ninguna parte, y ella me miraba así como ‘¿qué le pasa a esta loca?’ A mí me contaron que era famosa en Chile, me mostraron el video de ‘Espada’ y lo encontré tan chistoso, ¡es ridículo! Yo creo que ella sabe que es ridículo, como que lo hizo así. La cosa es que el video era tan over the top que no escuché la música, hasta que tres meses después mi hermano -que siempre escucha la radio chilena por Internet- me dijo “oye, estoy escuchando a una niña que se llama Javiera Mena, ¿la conoces?”. Ahí me mostró una canción y me enamoré. Pensé “¡oh, me encontré con un genio y no sabía!”, así que estando de gira siempre la escuchaba. Ella no sabe esto, así que no se lo digas, pero me puse obsesiva”.

-Luego te contactaste con ella…

Después de un año dije “tengo que ponerme en contacto con ella, porque quiero tocar baterías para su banda”, aunque ella no usa batería. Igual le escribí y ella es muy amigable, así que empezamos a hablar. Finalmente, acá nos vimos por primera vez como en dos años”.

Marian-Hi-Res

Fuzz, volar sobre el público y Los Angeles

Marian Li-Pino llegó a Santiago luego de un año completamente dedicado a promocionar Weirdo shrine, un disco donde “lo que primero parece alegre y frágil, en realidad es robusto, apasionado y misterioso”, según el New York Times.

Esas once canciones fueron registradas con Ty Segall como productor, en una tienda de surf de San Dimas (California), pero ya tenían un largo tiempo de rodaje: “Lo que queríamos era salir de gira y dejar que crecieran. No las hicimos en la gira, pero sí cambiaron. Por ejemplo, yo cambio la forma de tocar la batería dependiendo de lo que hace la audiencia, entonces la canción cambia. Además, si yo cambio algo, la Lena, también lo hace y así todo está cambiando todo el tiempo”, explica Marian.

-¿Qué rol tuvo Ty Segall en la grabación?

Fue algo diferente para nosotras. Siempre habíamos grabado con un amigo, Johnny Goss, que no se metía mucho. Ty también es así, pero hacía más sugerencias. ¡Siempre quería más fuzz! Nos decía: “no está mal la canción, ¿pero por qué no le ponen más fuzz?”. Nos empujaba a ser más atrevidas, a hacer más ruido, más rocanrol. De todas maneras, si no estábamos de acuerdo, respetaba nuestra opinión.

-Ustedes abrieron sus conciertos durante un tiempo, ¿cómo se dio eso?

Coincidimos en un festival y tocamos justo antes de él. Creo que ya conocía nuestra música, a través de Burger Records, pero se compró todo esa noche. Nos dijo “lo quiero todo” y así quedamos en contacto. Después nos invitó a tocar.

-¿Es cierto que en los conciertos de La Luz hay una canción donde dejas la batería y te lanzas sobre el público?

Sí, en ‘Sure as spring’. Tiene un montón de energía y casi toda la gente la conoce, entonces sé que si le doy la batería a alguien más, sabrá más o menos lo que tiene que hacer.

-¿Cómo nació eso?

Fue Ty. El primer concierto con él fue frente a tres o cinco mil personas, completamente agotado, y empezó a caminar encima de la gente, con el micrófono y la guitarra. Fue una cosa como ¡¿qué estoy viendo?! Con eso nos inspiramos y él nos dijo: a la primera que salga con su instrumento le doy 100 dólares, así que todas queríamos hacerlo jajaja. Al final ya no importó el dinero, él quería que nos entusiasmáramos.

-¿Por qué hacer una banda de música surf? ¿Hay otras bandas así en Seattle?

Empezó mucho por la Shana. Yo también estaba interesada en esa música, pero no tan clásica. ¿Conoces a Dick Dale? No me interesa tanto ese surf, me gusta más cuando está mezclado con otras cosas, pero en ese tiempo la Shana siempre estaba escuchando ese tipo de música, aprendiendo cómo tocar la guitarra en ese estilo. Hay unas pocas bandas así en Seattle, pero no es algo normal. Nadie hace surf en Seattle, por cierto jajaja.

¿Cómo es la escena o los lugares donde tocaban en Seattle?

Me imagino que es similar acá. Hay lugares chiquititos, secretos, donde tocan bandas que nadie conoce y siempre va la misma gente a verlos, porque no quieren que nadie los descubra. Empezamos un poco por ahí, pero también hay un teatro para cinco mil personas. Para el mayor público que tocamos nosotras son mil personas, a lo más, pero allá hay de todo. Parece que a la gente de Seattle le encanta ir a escuchar música. En lugar de ir a una película, van a un concierto, porque hay muchos. Todavía me encanta tocar en lugares chiquitos, con 20 ó 40 personas, porque se puede conectar más con la audiencia. Puedes ver a la gente bailando y nadie trata de verse cool.

-Ahora se van de Seattle a vivir a Los Angeles, ¿por qué?

Muchas bandas que vemos en giras o por ahí vienen de Los Angeles o se movieron ahí. Toda la gente que admiro trabaja ahí, son nuestros amigos y creo que va a ser más fácil encontrar trabajo o tener más contactos. Seattle no tiene eso y no hay tantas ciudades que tengan tanta gente y tan cerca, interesados en la misma cosa. Otras ciudades, como Nueva York, tienen un montón de actividad, pero no están tan conectados. Supongo que Burger Records es el sello que agrupa a todos, como que en Los Angeles todos van sobre la misma ola, ¡literalmente!