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Die Antwoord: calor en la noche

Die Antwoord: calor en la noche

Ninja, Yolandi Visser y DJ Hi-Tek, los integrantes de Die Antwoord, entran al escenario con atuendos anchos y anaranjados, a la distancia fosforescentes, que los cubren casi completamente, de pies a cabeza. Como boxeadores mutantes que se preparan para el combate, van de allá para acá, ocultos, lanzando las primeras rimas de la noche, subiendo a la plataforma desde donde se lanzan las pistas. A los pocos minutos, se dejan ver y enfrentan a una multitud que los aguardó con auténtica euforia juvenil en el escenario Acer-Windows 10 de Lollapalooza. Realmente es un gentío enorme: aunque Florence + The Machine cierra a esa hora uno de los escenarios centrales y el Movistar Arena está a tope, en ese costado del Parque O’Higgins hay una muchedumbre que de inmediato sube la temperatura hasta alcanzar un calor intenso.

Claro, porque son miles las manos que se mueven de arriba a abajo, son muchísimas las personas -la mayoría muy jóvenes- que vibran con el concierto del grupo formado en Ciudad del Cabo. A pesar de las pistas pregrabadas, a pesar de que Yolandi saludó a ¡Argentina! en el inicio del show, lo de Die Antwoord fue una fiesta implacable. Porque así es la música del dúo. Transita entre el hip hop, las frases rapeadas y una electrónica de estallidos que enloquece al público. Nunca, al menos en vivo, llega a ser demasiado convencional. Los ritmos se quiebran, parecen avanzar y retroceder de la mano de bajos gordos, y el efecto es hipnótico.

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A eso colabora además la performance de Ninja y Yolandi Visser. El primero, quizás el que se lleva el mayor peso del concierto, es de esas figuras magnéticas. Con el torso tatuado y casi siempre desnudo, con un particular mohicano en su cabeza, camina el escenario de punta a punta, como un animal enjaulado que al menos en tres ocasiones encuentra la puerta de salida: es cuando literalmente se lanza sobre el público, no bajando civilizadamente hacia la reja, como la mayoría de sus colegas de festival, sino tomando vuelo y saltando hacia las enloquecidas primeras filas. Esto sucedió al menos tres veces y en la última, una niña muy pequeña dentro de la barricada le pide un abrazo. Al final, termina entregando toda su ropa al público y corre completamente desnudo a bambalinas. Ella, en cambio, se refugia más en el escenario y lanza pequeños aullidos con esa voz extrañísima que tiene, muy aguda, como de una criatura poseída por algún espíritu temible.

Es probable que Die Antwoord haya merecido un mejor escenario para desplegar su performance (al igual que Marina and the Diamonds), un concentrado de energía, de revuelta, de sexo y de perversión. Aún cuando ya habían transcurrido dos días de festival, convocaron a una masa que, enfervorizada, intentaba seguirles el paso. Freakis, hiperkinéticos, incendiarios.

*Fotos por Jaime Carrera. Revisa las postales de todo el día en nuestro álbum.