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Muse: un explosivo rock de estadio

Muse: un explosivo rock de estadio

Ocho años tuvieron que esperar los fanáticos de Muse para que estos volvieran con un show exclusivamente de ellos. El público ya se mostraba ansioso, incluso antes de entrar al recinto, llegando a tempranas horas. La entrada en un principio fue caótica, sin claridad en el tiempo de apertura de puertas y la organización ausente, sin mostrar intención de zanjar el tema.

Las luces se apagaron, los ánimos estaban como pólvora y rápidamente explotaron con ‘Pyscho’. Una detonación de luces y contenido audiovisual, acompañados de un sonido nítido. ‘Reapers’ se convirtió en una especia de break, para volver volver con algo más antiguo como es ‘Plug in Baby’. La banda sólida y sin dar pasos en falso, mientras el publico coreaba. En  ‘The 2nd Law: Unsustainable’ apareció una voz femenina electrónica, acompañada de imágenes en las tres pantallas LED y ritmos dubstep. El gran contenido audiovisual apoyaba a los temas provenientes del disco Drones, tratando de recrear el concepto de aquella obra. Esta decisión es mucho más que algo estético. Es lo que finalmente, hace entrar a esta banda y sus presentaciones, al circuito de shows de estadio, al estilo de lo que tradicionalmente ha hecho U2.

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‘Dead Inside’ sería otro momento de descanso para el público. Matt Bellamy es uno de los frontman más interesantes de la actualidad, pensando en shows de este tipo: paseándose por la pasarela, exudando una actitud de estrella de rock con cada movimiento, brillando con cada solo y con una perfecta interpretación vocal, algo que a ratos incluso opacaba al resto de la banda. Pero la sección de ‘Interlude/Hysteria’, serviría para que sus dos compañeros, Dominic Howard en la batería y Christopher Wolstenholme en el bajo, demostraran que estamos ante una banda de virtuosos iguales en capacidades. El bajista bajó a la pasarela, las luces lo enfocaban mientras tocaba el insano riff que caracteriza ‘Hysteria’. Los fans enfervorecidos, convertían el Movistar Arena nuevamente en un karaoke gigante.

Situación que se repetiría en ‘Madness’. De ahí adelante, el publico no paró de cantar.
‘Supermassive Black Hole’,’Time is Running Out’ y ‘Starlight’ fueron recibidas por una incansable audiencia. Si no se cantaba, se aplaudía. ‘Uprising’ sería el punto álgido de esta metralleta de hits, con miles de brazos acompañando los “heys” y pelota gigantes negras, bamboleando en cancha y creando una postal digna de un film distópico.

Estábamos frente a un show estructurado, pauteado y poco flexible, algo que pudo haber jugado en contra ante un público tan entusiasmado, que esperaba una que otra sorpresa en el setlist, o quizás más tiempo de música, más canciones.

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‘Mercy’ abriría el encore, mientras el recinto era iluminado por cientos de luces, parte de una iniciativa creado por el fanclub chileno. Este cuadro fue coronado con una lluvia de confeti, que recordaba a la postal que Arcade Fire brindó en Lollapalooza 2014.

No se requirió de efecto especial alguno para presentar el próximo tema. Christopher Wolstenholme cambió el bajo por la armónica, ante un publico confundido, pero sólo se necesitaron las primeras notas de ‘Knight of Cydonia’ para sumirlos en un puro éxtasis. Todo el público saltando en sincronía, con un eufórico Matt Bellamy.

La banda se despedía asegurando su vuelta a los escenarios locales. Es de esperar que para la próxima venida, puedan desplegar todo lo que hacen al aire libre, en un lugar más parecido a un estadio, porque definitivamente, es ahí a dónde pertenecen.