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Primavera Sound: aprendiendo de los errores

Primavera Sound: aprendiendo de los errores

Estamos seguros que algunos de los lectores de POTQ Magazine piensan que somos unos exagerados, o unos vendidos o simplemente unos esnobs cuando hablamos del Primavera Sound y que, al fin y al cabo, no deja de ser otro festival de música. Sobre lo primero es cuestión de percepciones. Sobre lo segundo sí y no. Es un festival de música, seguro, pero como ningún otro. Hablamos de un evento con más de 250 actuaciones, con visitantes de más de 120 países, con 17 escenarios, con actuaciones en cerca de quince idiomas, con un cartel con un mayor peso de mujeres liderando proyectos que hombres.

Pero este artículo va de otra cosa. El Primavera Sound tiene muchas cosas admirables y algunas criticables (como no puede ser de otra forma). Pero, si tuviera que elegir una de esas a admirar, es su capacidad de aprender, ajustar, mejorar y sorprender a sus asistentes. Hace unas cuantas ediciones atrás, introdujeron el pago mediante carga en pulseras. El primer día de festival se dieron cuenta de que esto retrasaba el tiempo dedicado a pedir o pagar en las barras y que podía ser incómodo para su público. ¿La solución? A pocas horas de abrir las puertas, el mismo día, quitaron el pago con pulsera y regresaron al dinero en efectivo/tarjeta y nunca más lo implementaron. Porque era más cómodo para el público, aunque sea más complicado para cerrar las cajas diarias. Cada año se aumentan los baños (las esperas son mínimas) y buscan distribuirlos por más lugares y reforzarlos por zonas estratégicas.

Este año se ha abierto una nueva ruta junto al mar que ahorra tiempo para ir de los escenarios más pequeños a los principales. Por el camino, eso sí, hay otros escenarios, baños, lugares de comida para que este paseo (que es bastante largo, porque el espacio donde se realiza es inmenso), sea lo más agradable, útil y entretenido posible. Este año, en la jornada del sábado, se produjo el récord histórico de asistencia, pero en ningún momento uno sentía agobio o sensación de embotellamientos. Y hablamos de mucha gente y de mucho espacio. Tanto que se implementó una línea de bus para ir de un lado a otro del festival. Sí, una línea de bus con más frecuencia que el Transantiago para llevarte, por ejemplo, de la denominada “Mordor” (espacio donde se presentaban los cabezas de cartel como Robyn o Rosalía y que este año pasó de tener el tradicional suelo de piedra y concreto a tener pasto), hasta “Ibiza”, la zona junto a la playa en la que existen cuatro escenarios electrónicos que parten al mediodía (dato no menor sabiendo que cada jornada termina a las seis de la madrugada).

El refuerzo de esos escenarios electrónicos, un festival en sí mismo, cada año es mayor. Pero no sólo en lo referente a la programación, sino en posibilidades para el público. Mientras ves una actuación, puedes, literalmente, bañarte en la playa, o comerte unas paellas de las de verdad, no de las que comen los turistas que estafan en La Rambla. Y si te quieres bañar, ¿qué haces con la ropa?. No te preocupes, el festival te proporciona una bolsita para que tu calzado no se llene de arena. O, si lo prefieres, una taquilla para dejar tu ropa o cambiarte (recordemos que estamos en un festival en el que pasarás muchas muchas horas). Y, porque piensan en todo, para estar en la playa te ofrecen un cenicero portátil para que no tires las colillas a la arena. Todo esto gratis, por supuesto.

Pero, como insistimos, el ajuste año a año de pequeñas cosas, quizá irrelevantes en los grandes titulares, pero que lo distinguen, lo convierten en único. Algunas anecdóticas y casi ridículas. Por ejemplo, la de una multinacional sueca del bricolaje y hogar, que construyó cuatro departamentos reciclables, para vivir el festival en ellos, dentro del recinto, para afortunados que lo ganaban por sorteo. Eso para los ganadores de un concurso, pero para el que quisiera había la posibilidad de alojarse en un hostel exclusivo del Primavera, a veinte minutos del recinto. Un espacio con comodidades y actividades propias (sesiones de Dj o vermuts de mediodía ambientados con música, por ejemplo).

Y, hablando de comer, la oferta gastronómica es casi infinita y diversa. Nada de cadenas de bocadillos que parecen de plástico, nada de ridículas opciones no carnívoras a precio de testículo de unicornio. Carritos con comidas elaboradas (a un precio más económico que en los festivales en Santiago), más sanas que las que hace tu abuela y con mucha opciones para veganos y celíacos. O, si lo prefieres, menús gourmet dentro del propio festival, como el que tomamos en el restaurante Go Beach, mirando el mediterráneo y escuchando la música. Un momento de absoluta desconexión para tomar fuerzas. Las fotos son nuestras, juramos que comimos esos dentro de un festival de música.

Aunque todo lo que contamos tiene que ver con la experiencia más cómoda, más satisfactoria para los que están allá, tampoco olvidan las novedades en lo estrictamente musical. La más obvia y hablada (y discutida) fue la del concepto New Normal que, más que a la introducción de músicas urbanas en un número significativo (aunque mucho menos abrumador, como se leía entre la vieja guardia), tiene mucho más que ver con igualar la cancha en nombres femeninos frente al de los hombres. Y esto, sin tener que hacer malabarismos: frente a un indie moribundo y comatoso, los cabezas de cartel, mayoría femenino, fue un soplo refrescante. Y sí, se notó en el público, otra de las dudas previas. Gente más joven en el Fórum (la edad media de asistentes al Primavera se acerca peligrosamente a los 40 años).

Otra gozosa iniciativa, fue el cambio del Hidden Stage de los pasados años, hacia un concepto algo diferente. Elegido en parte por los seguidores del festival, una serie de grupos hicieron actuaciones especiales y únicas (Kokoshca interpretando clásicos de la rumba, El Mató a un Policía Motorizado actuaron acompañados de J de los Planetas, Amaia y Manu Ferrón, Me and the Bees haciendo el repertorio de las Breeders o Mujeres reinterpretando a los Saicos, entre otros cruces). Se demostró un acierto total, sobre todo en los que cerraban las jornadas de ese escenario, ya entrada la madrugada, uno de los más festivos y hedonistas (el día de Kokoshka, además de sentimiento de fiesta popular, se podía ver al propio J Planetas o miembros de 107 Faunos arriba haciendo coros).

Otra de las novedades que la organización ha lanzado es la Radio Primavera Sound, probablemente su proyecto más ambicioso fuera de las propias versiones barcelonesa y en Oporto del festival. Una radio diversa, llena de programas con músicas variadas, sin competencia en España fuera de la pública Radio 3, llena de locutores que dan una visión actual de lo que está ocurriendo en el mundo musical, a nivel global. Es esta radio la que ha lanzado un concurso para buscar pareja y los elegidos (y emparejados) obtenían abonos gratuitos para la edición del próximo año. Aunque no sigan juntos.

¿Más posibilidades de abonos gratuitos? Olvídate de absurdos y aburridos concursos lanzados por marcas o webs o diarios. La organización quiere controlar los abonos que se dan y eso no va con ellos. Los abonos de regalo van desde ellos mismo. Una forma de conseguir entradas sin pagar para el siguiente año, la esperada vigésima edición, era el reciclaje. Como en tantos festivales, el vaso para beber costaba un euro para que no lo tirases al acabarlo. Pero cada vaso venía decorado con el cartel de una de las 19 ediciones anteriores. El último día, a las nueve de la noche, en todas las barras del festival, pusieron un vaso diferente a los que había el resto de jornadas. En ellos se podía ver el nombre de Pavement, primer confirmado para el 2020. Si juntabas los vasos con los carteles de las 19 versiones anteriores y ese vaso con el nombre de Pavement te regalaban un abono para la próxima edición. Si no eras tan afortunado y llevabas 20 vasos a un stand, te obsequiaban una cerveza gratis.

¿Alguna otra forma de conseguir un abono sin pagar? El Primavera cuida mucho su comunidad, está atento a las críticas y pregunta y toma en cuenta. Así en el veterano foro musical del mismo, cada año se hace una apuesta sobre el cartel. El que más se acerque ha ganado, año a año, un abono VIP doble y alojamiento. Cuidar el producto, cuidar a tu audiencia, no verlos (sólo) como clientes.

Cuando el último día llegabas al recinto, te enterabas de que habrá una edición en septiembre del próximo año en Los Angeles que se suma a la de Barcelona, Oporto, y una reducida en un resort de Benidorm a final de este 2019. Hay rumores de que Londres se unirá a estos lugares. Pero, a diferencia de los festivales franquicia tipo Lollapalooza, el Primavera sigue en manos de sus fundadores, gente que viene de la música, no de los negocios y en los que la música está en primer plano. Cuando ibas a pedir a las barras te encontrabas con postales que anunciaban este nuevo emplazamiento y la reunión de Pavement (sólo para dos conciertos en 2020, Barcelona y Oporto). La noticia no se lanzó en los medios, con ridículas exclusivas. No, los asistentes eran los primeros que se enteraban al estar dentro del recinto. Porque, insistimos, la audiencia es su prioridad, no dar la noticia a un medio grande que la replicará igual, mejor que lo sepan primero “sus accionistas”.

Por supuesto no todo es tan de color de rosa y maravilloso. La habitual feria discográfica, un lugar de encuentro de compradores de discos, pero también de gente que lo utilizaba como su lugar de reunión, ha estado este año casi escondido en una zona de acceso no habitual, lo que se ha notado en el descenso de puestos de discos (apenas cuatro o cinco cuando otros años se contaron por docenas).Una lástima, pues es donde podías comprar discos solo por la conversación, por las recomendaciones que los mismos anfitriones de los sellos te hacían, pensando en tu gusto musical. Como antes.

El rodillo publicitario cada año es más evidente. Y este año el lugar de privilegio a la entrada que ocupaba, precisamente, esa feria, ahora no es más que un emplazamiento publicitario de uno de los principales patrocinadores, junto al escenario Pro (en el que participan cada año bandas de diferentes países, entre ellos Chile). La app del festival, aunque muy completa es mejorable (a veces se cierra, a veces no avisaba los conciertos marcados). Pequeños detalles que, evidentemente, no oscurecen la ejemplaridad de la organización. Cualquiera que haya tenido que ponerse en contacto con los departamentos de prensa o comunicación sabrá de la eficacia, amabilidad y diligencia de estos. Todo personalizado por personas capaces, amables y tratando de solucionar cuanto antes el problema o la duda. Que, con el tamaño monstruoso del festival, son muchas.

Pero tenemos una certeza. Si nada lo impide, el próximo año estaremos viendo a Pavement y a muchos, otras docenas de bandas y proyectos en una edición que, han adelantado, será aún más especial y servirá de recordatorio de estos 20 años de momentos emblemáticos. ¿Apuestas?. Personalmente diría que Sufjan Stevens o My Bloody Valentine estarán entre esos nombres que ayudaron a construir ese lugar tan especial que es el Primavera Sound.