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C. Tangana: “soy un apropiador cultural desde que era pequeño”

C. Tangana: “soy un apropiador cultural desde que era pequeño”

El arte de los negocios es el paso que sigue al arte
Durante los años hippies la gente despreció la idea de los negocios
Decía ‘el dinero es malo’, ‘trabajar es malo’
Pero hacer dinero es un arte, trabajar es un arte
Los buenos negocios son la mejor de las artes.

El triple A. Antón Álvarez Alfaro no es cualquier cosita. Lo sabe. Lo tiene más que claro. Por el 2006 sorprendió al under bajo el nombre de Crema, un proyecto mucho más ligado al rap y el freestyle, todo en tiempos de SFDK, Violadores del Verso o Nach.

Pero su talento nunca fue el fin último. Lo suyo es llegar a la cima para bajarla sabiendo que pasó por ella primero que los bobos que lo andan mirando hacia arriba. O ese imaginario carga hoy. Durante el 2011 muta a C. Tangana; la C para recordar su pasado, Tangana para no olvidarse del júbilo ni el alboroto.

Al buscar su nombre en Spotify no vamos a encontrar su exquisito trabajo del 2012, titulado LOVE’S, que borró hace un tiempo; ni el proyecto de grupo llamado Agorazein. Las mil y una vidas de Antón que hoy vive entre champañas caras y colaboraciones latinoamericanas, que antes de explotar para llegar a un Lollapalooza al otro lado del mundo, tuvo que ser mortal -aunque no le guste- y arreglárselas como trabajador de call center, combatir las crisis vitales, sobrevivir a la precariedad del mundo editorial literario, exiliarse en su propia casa de barrio sin internet, ni televisión, ni teléfono, hasta explotar. Hasta ‘Antes de Morirme’. Hasta Rosalía. Hasta que se convirtió en el Ídolo, una performance más grande que su propia existencia. Hasta que se le apuntó por su goce de dinero, su propio Avida Dollars.

Su último mixtape, acuñado como el insulto que recayó en Dalí por su gusto por la plata, perpetúa la idea que empezó a proyectar en su disco del 2017, el responsable de levantarlo a famoso de categoría mundial, que termina de transitar con el estreno del 2018, con el que aún se siente contento.

“Hay temas que todavía siguen sonando como nuevo. ‘Huele a Nuevo’, por ejemplo. No hay nadie que haga ese sonido en nuestro idioma; es algo muy concreto de Lil Uzi o Playboi Carti, pero no he escuchado a nadie hacerlo en español, y ya han pasado unos cuantos meses. Cuando se mantiene algo así de fresco, por supuesto que me hace sentir bien”.

“Supongo que soy más ambicioso de lo que me creía y al final quiero construir algo mucho más grande de lo que tenía pensado cuando empecé”, parte diciendo con voz característica y risitas cómplices. C. Tangana no solo se sabe un cretino, lo disfruta. Y en su cartera de dotes artísticos figura sin culpa la avaricia y la seducción. “No sé cuál es el motivo, es algo que tengo adentro, es un veneno”.

Hilando una entrevista por sí solo porque nadie sabe más de su invento que él, Antón da el pase para hablar de un hito que, evidentemente, quiere destacar. Durante el 2018 sorprendió a sus enemigos con una colaboración junto a Niño de Elche, uno de los nombres destacados y respetados del flamenco contemporáneo.

“Es algo para sentirse orgulloso. Es un artista que admiro mucho. Siendo un artista urbano es difícil colaborar con gente que se sale un poco de lo tuyo, hay muchos prejuicios fuera del sector y los artistas tampoco tendemos a involucrarnos en otros artes o con gente que haga cosas muy distintas. En este caso, tuvimos la suerte que el Niño es una persona sin ningún tipo de prejuicio, completamente liberado, con quien llevábamos bastante tiempo queriendo trabajar. Y por fin concretamos”.

Un bolero. Nacido tras la investigación de ambos artistas respecto a la música latinoamericana tradicional, un ejercicio que Antón no solo disfruta, también pule. Jesse Baez, Becky G, MC Bin Laden, y hasta Paloma Mami decoran la lista de featurings. Hace dos años, en una entrevista para otro medio, esta misma conversación se replicó con luces claras: “me di cuenta que se me da bien el oler por dónde van las cosas”, decía apelando a la colaboración con Rosalía, mucho antes de saberse la inmensidad artística que es hoy.

Y tal como él mismo, su discurso no hizo más que tomar vuelo. “Me gusta mucho, yo creo que soy un vividor y descubridor, como esta gente que se dedica a encontrar talento. Me gusta apostar por lo que yo creo que es bueno, proyectos que el resto de la gente no piensa que son tan buenas pero que, vamos, sabemos va a explotar”.

Es un gusto como artista, comenta, porque es una forma de validación respecto a tener buen ojo. “Y yo que soy un poco egocéntrico, me gusta encontrar este tipo de artistas, y llevarme ese reconocimiento, también”.

Lleva un buen rato viniendo al continente, lo entiende bien. Integra palabras, y no se deja sorprender por muchas cosas. “Me siento bastante como en casa ya. Me he pegado fiestas muy impactantes, he conocido a chicas impactantemente guapas, he comido platos impactantes” pero no es capaz de nombrar algo que lo haya impactado para mal, y la duda sobre la dicotomía España/América no puede no aparecer.

En el videoclip de ‘París’, junto a Dellafuente y Alizzz

¿C. Tangana se está apropiando de nuestra cultura?

Está tranquilo, aunque post pregunta su tono se pone a la defensiva. “Vamos, yo soy un apropiador cultural desde que era pequeño. La verdad es que nunca tuve cultura en mi casa más que la popular y un par de discos de música americana que tenía mi padre. Ambos, mis padres, han hecho una carrera pero ninguno de los dos tiene un gran legado, sus padres no les pusieron música, no los llevaron a museos, no les enseñaron literatura. Yo me he ido apropiando de todo lo que he podido, la gente de mi barrio que patinaba, los boricuas con los que jugaba al baloncesto que me llevaban a escuchar su música, hasta la cultura americana de la que todos nos hemos apropiado, todo el universo, tú”.

Después de la interpelación directa viene el suspiro, la reflexión. “Llevo toda mi vida conviviendo con esta idea de mezcolanza, y es como yo vivo ¿sabes? Desde luego no tengo ninguna intención de ir donde gente pobre a quitarle su creatividad y explotarla, pero considero que me llevo apropiando y enriqueciendo de otras culturas desde pequeño, porque si no, no tendría ninguna cultura. Ha sido mi forma de crecer y de aprender”.

Antón no va a pedir perdón por apuntarme como lo hubiese hecho algún cantante demasiado preocupado por lo que van a decir de él. C. Tangana sabe que ese no es su trabajo y está lejos de querer quedar bien alguna desconocida periodista, tópico que le gusta toquetear casi como fetiche en sus canciones. Ya no quiere hacer lo correcto y eso involucra estar aburrido de ser complaciente con la prensa y sus fans.

—Hace unos meses subiste unas historias a Instagram de un show a sala repleta, contando lo mucho que te cuesta agradecer situaciones como esa…

“Soy un desagradable con el público pero es que toda la industria está volcada en satisfacer y servir al público y eso a mí me da un poco de rabia”, dice interrumpiendo y dejando en claro que está siendo honesto, que no está impostando la incomodidad de las responsabilidades que conlleva ser un famoso. “Creo que es algo que debería corregir de mí”.

Y nada de estos últimos minutos de conversación tendrían sentido sin esta especie de manifiesto que C. Tangana trata de hacer valer; que no vale la pena que yo trate de explicar cuando él es el del megáfono.

“Hay un principio que no está muy hablado pero que me gustaría que se empezar a hablar, y que es uno de los lineamientos de fondo que tengo con Avida Dollars: en general, en la vida creativa, los artistas no tienen ninguna obligación de dar un mensaje, no tienen la obligación de hacer nada por la sociedad. No tienen ninguna obligación.

De todos los seres del planeta, el artista es el que vive más libre, y además tiene la misión de mantenerse vivo, de mantener la posibilidad de su obra. Porque si tú tienes algo valioso -una idea, un verso, un concepto, un patrón estético, que es tuyo y que es original y que estaría bien que el mundo tuviera- estás en la obligación de hacer que eso se lleve a cabo ¿sabes? Que tu idea se cumpla y se registre en el mundo. Esa es tu obligación.

Si tú no te dedicas a sobrevivir por tu arte y te dedicas a ser camarero porque no te quieres vender o no quieres que nadie se entrometa en tu obra, y quieres estar en tu cuarto aislado, pues tengo que decir que estás jodiendo al resto, porque nosotros, el resto, no podemos disfrutar de tu idea tan buena, que solo tienes tú, de esa originalidad que sólo tienes tú. El arte de hacer dinero es el arte de hacer sobrevivir tu arte”.