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Francisco Nixon: “La música es un oficio y no un gran arte”

Francisco Nixon: “La música es un oficio y no un gran arte”

Nunca antes uno de sus trabajos había recibido tan buenos comentarios. Lo malo que nos pasa, el disco que Francisco Nixon publicó el año pasado, tuvo una cálida acogida, pero para su autor la felicidad no fue completa. “Me alegra que haya gustado, pero me da pena no haberlo apoyado más”, dice al inicio de la conversación.

Es agosto y Francisco Fernández -su nombre real- está en los últimos días de sus vacaciones en El Puerto de Santa María, una pequeña ciudad de Andalucía. El calor pega con fuerza, ha pasado más de un año desde la salida de Lo malo que nos pasa y dice que “el disco salió sin ninguna expectativa, porque aquí en España -y supongo que en todas partes- la situación de la música es bastante pobre. La poca industria que había ha sufrido mucho con la revolución digital”.

“Es un disco que salió sin ningún tipo de plan de marketing ni perspectivas siquiera de presentarlo en directo. Mi idea casi era publicar unas canciones que tenía guardadas hace tiempo para olvidarme de ellas y, para mi sorpresa, ha sido uno de los discos que mejores críticas ha tenido en mi carrera. En parte, me ha dado mucha rabia no poder explotar esas críticas, porque estoy seguro que si hubiera podido hacer una gira con banda, hubiera funcionado medianamente bien”, añade.

– ¿Te sorprendieron los comentarios?

Sí, porque nunca había recibido tan buenas críticas. Quizás es verdad que, porque tuve tiempo para hacerlo, está bastante más pulido que otros discos que se hacían con los recursos que había. Precisamente aquí en El Puerto de Santa grabé todos los discos de Australian Blonde y muchos de La Costa Brava y siempre iba con presupuesto muy limitado; sobre todo con La Costa Brava, que apenas ensayábamos juntos porque vivíamos separados, se hacía todo sobre la marcha.

Lo malo que nos pasa llamó la atención, además, como reivindicación del llamado sonido Costa Fleming, una referencia a música española de los setenta, a sellos como Belter e Hispavox y a figuras como Rafael Trabuchelli y Waldo de los Ríos. Así, incluso se coló una versión de ‘Juventud’, una canción grabada por los chilenos Tiza, aunque original de Terry Winter.

Aquella etiqueta está incluso en el título de una de las canciones (‘Un paseo por la Costa Fleming’) y es una idea que Fran Nixon persiguió junto al productor Nahum García: “Él le dio mucho desarrollo a lo que estaba buscando: un sonido cálido, una cosa setentera”, resume.

– ¿Por qué quisiste ese sonido para el disco?

Eso surge porque, desde que existe internet, la gente cuyas recomendaciones sigo no son críticos, sino que suelen ser coleccionistas de discos. He acabado en blogs que se dedican a rescatar grabaciones oscuras del pasado y música de los sesenta y setenta, que es la que más me gusta. Hay uno que se llama Estudio del Sonido Snob y me gusta porque aquí en España, a raíz de los cuarenta años de dictadura, cuando vino la democracia hubo un deseo grande de renovación y triunfó lo que se dio en llamar la Movida Madrileña. El relato oficial es que quitando cosas de los sesenta, como Los Brincos, Los Bravos y tal, todo el resto de la música española de esa época carece de valor, entonces aunque que en parte hay algo de razón, creo que ese relato no es del todo verdad. En esos años sí que hay mucha música de calidad y es algo pendiente de reivindicar.

El chico que hace este blog rescata mucho material de esa época, que es la época dorada de la producción musical, la época de los estudios con grabación analógica, con mesas de sonido de 24 canales, con arreglos orquestales, cuando la música era realmente una industria y había un sistema de producción industrial. Nunca mejor dicho: había un artista, un arreglista, un productor, una cadena de producción.

Bueno, este chico también se dedica a recuperar grupos de pop sicodélico de fines de los 60 y gracias a él descubrí que había mucho más que el discurso oficial sobre un año cero en la música española, que era 1980.

También hay una cuestión sentimental, porque era la música que yo escuchaba en casa cuando era pequeño. No tenía una gran colección de discos, sino que descubrí la música gracias a la radio y la TV, entonces esa música fue la que formó parte de mi educación sentimental y me apetecía recuperarla.

Entonces, este disco se trataba de recuperar, por un lado, recuerdos musicales de la infancia; y, por otro lado, reivindicar esas producciones que tenían una calidad que hoy en día no existe.

– ¿Y cómo podías emular ese sonido, pero sin los recursos de esos grandes estudios?

Bueno, se trataba de hacer algo parecido. No es lo mismo, pero hoy en día, si quieres unas cuerdas, tienes un preset en el ordenador y tienes cuerdas. En lo que sí nos molestamos, y creo que le da el toque sofisticado al disco, es con los metales. Nos gastamos un buen dinero en conseguir a un buen saxofonista, a un trompetista, porque es muy difícil engañar al oído con esa forma de tocar, haciéndolo con el ordenador.

– Eso se relaciona con una idea que te he leído antes: que hacer música es enmarcarse en una tradición. Muchas veces se dice que la idea es ir contra la tradición o salirse de ella para hacer algo “nuevo”, pero tú planteas lo contrario.

Yo creo que es una actitud normal con veinte años: quieres dar por culo, hacerte un sitio y para eso tienes que luchar contra lo anterior. Yo empecé con el indie, que en España pegó bastante, no tanto en términos de popularidad, pero sí en mi generación. Cantábamos en inglés, metíamos mucho ruido y teníamos una actitud anti comercial, un rechazo a todo lo que sonara a música pop española. A nivel de discurso yo nunca tuve esa actitud, porque siempre fui fan de todo eso, pero esa era la actitud sobre todo en la prensa, porque les interesaba vender un discurso y renovar.

Cuando te haces mayor te das cuenta que es una actitud un poco infantil y que, por definición, no puedes saber si estás innovando realmente si desconoces lo anterior. Cuando en los noventa cantábamos en inglés, hacíamos ruido con las guitarras y todo eso, en realidad adoptamos patrones extranjeros y los usamos como arma arrojadiza contra la gente de la generación anterior, para librarnos de su herencia y ganar nuestro espacio.

Cuando pasa el tiempo te das cuenta que la verdadera creación presupone reinterpretar los materiales anteriores, sobre todo frente al espacio musical de hoy, porque en los noventa tomamos ventaja de que la información tardaba en llegar. En España, muy poca gente conocía grupos como Lemonheads, Nirvana, Teenage Fanclub, entonces podías presentarlo como propio y engañar a todo el mundo. Con internet eso ya no es así, entonces la única manera de diferenciarte es… me cuesta utilizar la palabra original, porque no sé hasta qué punto se puede ser original, pero sí personal: puedes dar tu propio punto de vista acerca de las cosas. Cuando escucho a un artista no le pido tanto que sea absolutamente original, porque muchas veces lo original es inaudible, sino que me dé su versión de las canciones pop de amor o chorradas o el chiste o el rock o el riff o la canción de baile, todo eso que ya sabemos. Que no sea meramente derivativo.

fn

El cine, la mediocridad, La Costa Brava

Esas canciones que terminaron dando forma a Lo malo que nos pasa no se quedaron en una grabación. Meses más tarde, el disco dio pie al documental Salir de casa, que el cantautor asturiano rodó junto a David Trueba.

Inicialmente, el realizador quería registrar un viaje a la República Checa, a la fábrica donde se harían los vinilos del disco. Como no hubo autorización para grabar ahí, la historia se reformuló: “Ahora es una visita a diferentes ciudades de España, viendo amigos y convocando gente que en un entorno digital, que ha destruido tantos mercados locales y puestos de trabajo, ha recurrido al autoempleo y, paradójicamente, a actividades artesanales, como montar una fábrica de vinilos, una fábrica de aceite de oliva, una empresa de zapatos para bailar swing, etc”, relata Fran Nixon.

“El título viene a raíz del disco. La canción ‘Lo malo que nos pasa’ es una cita de Pascal, que es ‘todo lo malo que nos pasa es por salir de casa’. El subtexto sería ese: cómo sobrevive lo artesanal en un mundo digital”.

– En ese sentido, ¿también se trata de una forma artesanal de hacer música?

Sí, es el cambio que he vivido. Cuando empecé, en los noventa, había una industria: te fichaba una compañía multinacional, tenías un presupuesto para grabación, video y promoción, tenías acceso a radio comercial y luego el disco funcionaba o no, en función de tu talento y suerte. Ahora, si hay un sector donde lo digital ha sido más disruptivo, es la música, entonces todos estos trabajos se han destruido. No intento hacer una lectura nostálgica, solamente es una foto de cómo es la industria musical o cultural en este momento en España, reflejada en mi círculo próximo.

– Esta idea de la artesanía aplicada a la música entonces se refiere más bien a la producción y grabación, ¿no a la composición?

Ahí hay otro subtexto, que es el concepto del músico como artesano y no como artista. O la música como un oficio y no como la labor de un genio creador. O sea, yo me considero un artista mediocre, pero es mi apuesta. Siempre he hablado de la mediocridad y de la gente corriente, intento utilizar un lenguaje corriente y bueno, llevar a mis canciones lo que yo considero que es la vida. Los lunes, los martes y los miércoles, lo que pasa en los bares, la vida en el trabajo. Es la distancia que estableces con el público: hay gente que habla para diez mil personas y tiene que gritar; yo hablo para dos o tres personas, entonces hablo bajo. Cuando hablas para diez mil personas hablas de grandes conceptos, de la vida, la muerte y el amor; yo hablo de lo que hice ayer por la tarde.

Cuando hago una reflexión sobre qué he sacado después de 20 años en la música, pues he aprendido que la música, ante todo, es un oficio y no un gran arte. Hay gente que sí lo ha llevado a esa dimensión, pero no la mayoría de los que nos hemos dedicado. Es interesante bajar expectativas y reivindicar a los artistas pequeñitos y las canciones pequeñitas.

– ¿Qué planes tienes ahora? Has dicho que estás preparando un libro sobre La Costa Brava.

Tengo tanto trabajo que me cuesta sacar tiempo libre, además que acabo de ser padre y estoy estudiando, pero lo he prometido y lo haré. Quiero hacer un libro medio novelado sobre lo que fue La Costa Brava y, sobre todo, lo que fue conocer a Sergio (Algora, fallecido en 2008). Es como una especie de autobiografía, pero hablando de música y anécdotas y dejando constancia de lo que viví con él.

– ¿Por qué es importante poner eso en un libro, más allá de la obvia importancia que tiene para ti?

Porque creo que Sergio fue un personaje importante de la música española. Fue un genio sin obra, como se suele decir. Tenía muchísimo talento, pero se sentaba poco a trabajar. Su talento se perdió en su conversación, en sus horas en los bares. Cuando dices “es que Sergio era una persona especial”, es difícil que alguien se lo crea, porque lo decimos de tanta gente, pero realmente lo era. Eso sería un logro estético increíble: que la gente que no lo conoció se llevara la impresión de lo divertido que era estar con él, de su carisma.

Creo que Sergio es el letrista más importante de música española de los 90, que sus discos de El Niño Gusano fueron los más importantes que se hicieron en esa época y en España no hay mucha tradición de biografías de artistas. Tenemos documentada la vida de todos los músicos anglosajones, pero muy poca información de gente de aquí.

Y volviendo a lo que hablábamos de la tradición, creo que es importante que un chaval que empieza con un grupo pueda leer sobre eso, aunque sea algo que no tuviera mucha repercusión. Yo pagaría mucho dinero por tener la información de cómo sucedió lo de los grupos españoles de los 60 y 70, y no está.

– ¿Cómo recuerdas ahora la experiencia de La Costa Brava?

Estoy muy orgulloso de esa época. Creo que hicimos las cosas por las razones correctas, sin ningún tipo de expectativas comerciales, sino por el simple hecho de divertirnos y estar juntos. Con Sergio aprendí mucho, cambió mi forma de pensar acerca de la música y mi forma de componer, porque me dio confianza para componer en castellano. Creo que en ese momento fuimos un poco pioneros con el tipo de letras que hacíamos, intentando llevar la calle a las canciones de una manera comedida, con esa ironía suave, hablando al público como si fuera tu amigo. Si escuchara ‘Treinta y tres’ o ‘El cumpleaños de Ronaldo’ no diría “qué gran canción”, pero sí diría “me gustaría conocer a este tío”. Esa era un poco la intención.

Foto de portada: Mari Wilson