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Ponte Ready #4: el mp4 de mi mamá

Ponte Ready #4: el mp4 de mi mamá

Mi mamá comenzó a trabajar apenas entré a pre-kinder. No recuerdo si fue a los 4 o 5 años cuando eso pasó. Sólo tengo recuerdos de que distintas personas me iban a buscar. Tíos, vecinos, primos. Mi mamá no tenía tiempo para eso, entraba temprano y llegaba tarde a la casa.

Cada sábado que hacían el aseo en mi casa sonaba algún cassette del artista que fuese. En algún momento sonó una frase de una canción que dice: “Vives el abandono de tus padres igual, porque desde temprano tienen que trabajar.” Y mi mamá sólo atinó a abrazarme. Yo no tenía ni puta idea de porqué. Pero no me importó y le devolví el abrazo. Siempre me ha dicho que esa canción le recuerda a mi.

En algún momento, nos dijo a mí y a mis hermanos, “si alguien pregunta en qué trabajo, digan que soy ama de casa”. Una yo de 7 u 8 no entendió el porqué de eso, nunca le vi el problema. Comencé a crecer y me di cuenta de las cosas. Mi mamá es asesora de hogar, o como acostumbramos a escuchar, nana.

Pero a mí nunca me ha importado y tampoco tengo porqué sentir algo. Una de mis cosas favoritas con ella es que podemos ser muy variadas cuando escuchamos música. Como cuando nos vamos compartiendo audífonos de su MP4 y escuchamos desde Metallica a Los Fabulosos Cadillacs. Y es bacán, porque uno de mis temas favoritos al hablar con ella es sobre música. Pero las cosas cambian y mi mamá cada vez le va bajando más el volumen a su MP4, cada vez va eliminando más canciones de su playlist o simplemente hay temas que no escucha porque siente pena.

Día a día la veo con un aspecto cada vez más cansado, más arrugada, más áspera y con heridas, con ojeras. Diciéndome que está chata. Siempre me dice que lo está pasando mal, que se siente triste, que no está bien. Pero aún así, sigue siendo buena pa’ la talla, sonriente y comprensiva conmigo. Aunque lo esté pasando como el hoyo, siempre tiene una palabra para mí. Es en ese momento en el que caigo en cuenta que cada vez la veo más vulnerable, cada vez la veo peor. Y no tengo nada que ofrecerle.

Cuando se siente cansada, o triste, o chata de todo, siempre me repite que estudie. Que no sea floja, que ponga más atención, que no sea despreocupada. No quiere que sea como ella y cada vez me lo recalca más. Siempre me dice que no quiere que no tenga un trabajo de mierda como ella. Y me molesta. Me apena que se tire para abajo sola. Yo la veo capaz de muchas cosas, incluso cuando ella está mal. Incluso cuando veo que la tristeza ya la está consumiendo.

Y aunque siempre haya un punto en que las cosas se acumulan, en que quieres explotar en llanto y tirar puras chuchás; ella es la única persona que ha logrado estar conmigo. Nadie más. Nadie ha logrado contenerme, nadie me ha dicho las cosas como son. Es la única persona a la que realmente le digo que la quiero. Soy demasiado débil para demostrar mis sentimientos. Nunca le digo cuánto la valoro ni cuán orgullosa me siento de ella. Porque no me nace. Porque soy frágil y sé que lloraré. Y a mi no me gusta llorar. Prefiero ahogar mis lágrimas en otras cosas. Prefiero abrazar a mi mamá y quedarme instantes así. Prefiero llevarle el tecito a la cama y acostarme con ella a desayunar.

AUTORA
Paula González, 17 años (La Cisterna)
Es una cabeza loca con muchos proyectos e ideas que nunca se concretan. Es muy fanática de la música, los libros y las teleseries antiguas de TVN y Canal 13. También es amante de los Red Hot Chili Peppers y Johnny Depp. Tiene muchas carreras en mente y por lo mismo se cuestiona día a día qué estudiará. “Mi sueño frustrado es ser trotamundos con la mochila llena de sueños colgada al hombro, una buena compañía y un reproductor musical”.