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Tame Impala: sin piloto automático

Tame Impala: sin piloto automático

VTR Stage, siete de la tarde. El sol comienza a retirarse y Kevin Parker se apronta para salir a escena para tocar frente a aquellos que lo tildan de “poco original” versus aquellos que pagaron el ticket sólo por ver otro show más de Tame Impala en nuestro país. Si tuvieron la oportunidad de ver a esta banda en su debut en el Chimkowe o en su paso por Primavera Fauna, tienen que saber que lo que se vivió ayer fue un tema totalmente distinto, pero no musicalmente hablando.

Parker, ese australiano con el pelo en la cara que no suele decir más que “gracias” sobre el escenario, se desarmó en elogios y buenas palabras para la masa de adolescentes -y no tanto- que se apostó para verlos. “No se me ocurre otro lugar en el que me gustaría estar en este momento. Justo aquí y ahora”, confesó el músico mientras disfrutaba del atardecer que oscurecía las montañas de nuestra ciudad y de la luna que se empezaba a mostrar con más potencia, tal como él.

Canción tras canción, desde sus primeros discos hasta el aclamado Currents del año pasado, conformaron el viaje a punta de visuales y sonidos psicodélicos amigables y coreables. Por un momento, dio la sensación de que Tame Impala dejó de ser la banda responsable del track de Blackberry, ‘Elephant’, esa pieza que se esperaba como el hit único, tal como pasa en los números más festivaleros de Empire of the Sun o Two Door Cinema Club.

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De hecho, pareciera que Kevin lo usa a su favor: “con el siguiente tema, los argentinos se volvieron locos. Veamos si ustedes pueden volverse aún más dementes”, advierte, y los primeros acordes de su gran salto a la fama desatan histeria. Pero los australianos le dieron una vuelta y decidieron ocupar el corte del Lorenism como uno más de los tantos puntos energéticos, transformándolo en minutos en los que demostraron que la composición era suya, que lo podían modificar a la manera que quisieran, que si sólo estabas allí por escucharla, mejor lo veías por Youtube, porque no fue más que una anécdota, dentro de un setlist en el que se notó que hay canciones que disfrutan tanto más que el single mencionado.

Las niñas en sostenes sobre los hombros de sus pololos no faltaron, las coronas de flores tampoco, pero los veinteañeros apitillados, y los treinteañeros expectantes tampoco. De pronto, Tame Impala llegó como una banda de dos generaciones que se fusionaron sin pudor ni vergüenza de estar compartiendo los mismos pastos: rubia, quince años, pantaloncillos cortos disfrutando de ‘The Less I Know The Better’ versus los veinticinco años del apitillado varón que disfrutó desde el estómago ‘Alter Ego’.

‘New Person, Same Old Mistakes’ cierra el viaje. Y allí está Parker, tirado en el suelo, cantando como si no lo fuese hacer más en su vida, con los mismos errores sonoros del pasado, con la falta de prolijidad vocal que muchos fanáticos tildan de ventaja, pero disfrutando el show, hablando un poco más, y no dejando a la masa de espectadores con la sensación de haber visto un avión que se mueve en piloto automático. Este viaje sí estuvo guiado por su líder, y se agradece.

*Fotos por Jaime Carrera. Revisa las postales del sábado en nuestro álbum