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Inverness – Illuminaciones [Le Rock Psicophonique, 2009]

Inverness – Illuminaciones [Le Rock Psicophonique, 2009]

Hay discos y discos. No es lo mismo un álbum de baladas prefabricadas que una placa como, por ejemplo, Sea Change de Beck (escrita y grabada en un duro período de la vida del cantautor). Puede que ambas cumplan, en cuanto a ejecución o a la habilidad de la mano productora, pero una de las dos carga más equipaje emocional y eso se nota en las canciones. La música transmite mensajes inexpresables mediante los tecnicismos. Por eso nos gusta, porque nos convence, nos conmueve. En esas lides, un trabajo como Illuminaciones aventaja a los demás, gracias a su abanico de connotaciones.

Un debut es una instancia decisiva. Para cualquier banda, el primer lanzamiento es importante, especial y significativo. Puede marcarlos para siempre, elevarlos hasta el cielo o sepultarlos a varios metros bajo tierra. En el caso de Inverness, además de los factores clásicos, se trata de la redención de Rodrigo Jarque. El arquitecto del grupo construyó un tobogán de luz, tras el pasadizo oscuro y lúgubre que fue Monstruos Bajo La Cama, su opera prima -firmada en solitario- hace un par de años. Ahora, amparado por sus compañeros, el vocalista y guitarrista despliega lo mejor de sí en esta emotiva y levitante apuesta, alejada de su cariz previo.

Hijo bastardo del shoegaze, y con un guiño más que evidente a Takk de Sigur Rós en su arte y diseño, Illuminaciones propone un quiebre en la rutina. Una invitación a caminar, flotar y reposar en cámara lenta. ‘La Luz Inicia’ es el zarpazo con el que empieza esta fábula, en la que eres un pez y ellos son un oso polar. Así te van devorando. Desmenuzan tus agallas con el filo de ‘Nebulosa’ y te advierten que “la velocidad te va a matar”, mientras una febril guitarra (à la Johnny Greenwood) se deshace entre la magma de sus acordes, igual que en ‘Quema Las Naves’.

Inverness juegan con fuego y con hielo. Son diestros en fraguar texturas abrasivas con la misma pericia que usan para congelar el aire. Una virtud que se refleja en ‘A Los Lugares Que Quieras Ir’ y ‘Escarabajo’. La primera, con potencial de himno y destellos épicos; la segunda, dueña de una letra inspirada y literata. Sendas gemas que enaltecen al disco y se transforman en argumentos de por qué merece acaparar pabellones auditivos. Acá hay magia, fantasía y poesía, barnizadas con el brillo que sólo consigue alguien que saboreó las penumbras. Esta vez, Jarque lo supo hacer.

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