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El que no aprueba es perkin (y da lo mismo quién lo dijo)

El que no aprueba es perkin (y da lo mismo quién lo dijo)

Desde Pablo Chill-E llamando a votar por el actual Presidente de la República hasta Chayanne desmarcándose de uno de los mejores memes que han salido en los últimos años, este nuevo ciclo democrático nos evoca una inquietud que antes se daba por sentada: ¿genera realmente un efecto en los votantes que un artista manifieste su preferencia ante una elección?


Parece que ha pasado más tiempo, pero el Chile post estallido aún no cumple cuatro años. Desde entonces hasta ahora, eso sí, hemos tenido más que un par de instancias para decidir sobre el futuro que queremos que tome el país. Y aunque nos pueda parecer un proceso largo y exhaustivo, no podemos olvidar que la transición anterior duró nada más ni nada menos que 30 años, un proceso que también habría de comenzar con un plebiscito, aunque en condiciones bastante distintas.

Después de 1988 los “rostros” que estuvieron por la fallida opción ‘Sí’ intentaron mantenerse vigentes tanto en la televisión como en la radio, un esfuerzo que de a poco iría evidenciando que no hay nada como las ideas obsoletas para dejarte viviendo en el pasado; así es como hoy muchas de estas figuras sólo son recordadas como material de archivo en especiales de sábado por la tarde. Quienes, al contrario, se mantuvieron como voces de denuncia durante y después de la dictadura hoy pueden contar otra historia. A estos últimos, los hemos visto apoyando a los candidatos de izquierda durante años y, aunque les debemos todo el respeto del mundo por su aporte, a nadie tendría que sorprenderle demasiado lo que vaya a votar Roberto Márquez o Jorge González este 4 de septiembre.

El apoyo de los artistas puede ser trascendental en contextos puntuales como son los eventos, ya que su presencia puede ser de mucha ayuda cuando de juntar audiencia y fondos se trata. Quien asiste a estos eventos (atraído por un buen cartel y por su casi inexistente precio) y aún no tiene su voto definido, puede interesarse por las propuestas de una determinada campaña una vez se encuentre en el lugar. Pero finalmente ¿qué tan directa es la relación que hay entre la participación del artista con el voto de quien asiste al evento? o, en otras palabras ¿influye efectivamente en su voto lo que un famoso vaya a votar?

David J. Jackson, Doctor en Ciencia Política de la Wayne State University en Estados Unidos, lleva años investigando eso mismo. Tal como en Chile, aunque por razones muy distintas, las “celebridades” en el país del norte comenzaron a ser mucho más vocales respecto de sus preferencias políticas durante los años noventa.

“Yo creía que los entertainers, tanto a través de sus pronunciamientos fuera de sus creaciones artísticas como dentro de sus canciones, películas y programas de televisión, debían ser estudiados como agentes de socialización política, por lo que comencé mi trabajo con encuestas buscando relaciones entre las preferencias de entretenimiento de los jóvenes y sus creencias políticas”, señaló el 2018 para PsyPost.

Jackson ha analizado los procesos democráticos de los últimos años en Estados Unidos, un país que tiene un sistema electoral muy distinto al nuestro. A través de encuestas realizadas en universidades, ha llegado a conclusiones tales como que
“las celebridades hacia las cuales la gente tiene emociones positivas pueden influir en lo que piensan sobre temas políticos específicos en los que la celebridad ha tomado una posición”, contó para el mismo medio. “En un mundo de celebridades cada vez más fragmentado, algunas celebridades son conocidas y apreciadas solo por algunas personas, y es entre estas personas que debemos esperar que tengan influencia política”.

Pero Jackson también encontró evidencia de que los patrocinios de celebridades no deseadas podrían resultar contraproducentes. Para esto cita a otro autor, Anthony Nownes, quien hizo un estudio en el que mostró que el respaldo de celebridades a un candidato reducía las emociones negativas hacia este, lo que en teoría debería relacionarse con una mayor probabilidad de votar por el candidato.

Una situación que también puede darse inversamente: ciertos famosos pueden aumentar las emociones negativas hacia un candidato. Para Nowness, lo que aportan las celebridades es la capacidad de presentar su candidato favorito a una audiencia más amplia y, si tienen éxito, persuadir a los votantes para que apoyen a ese candidato. ¿Qué tan fuerte es esta habilidad? ¿Es posible que las celebridades ahuyenten a tantos votantes como los que atraen?

Por dar un ejemplo, el 2018 el registro de votantes entre los jóvenes estadounidenses se disparó sustancialmente. ¿La razón? Se cree que a raíz de la publicación de Instagram de Taylor Swift instando a sus 112 millones de seguidores a salir a votar. El sitio Vote.org (donde los gringos se inscriben para votar) dice que casi 65 mil estadounidenses de 18 a 29 años se registraron para votar en las 24 horas posteriores a la publicación de la cantante.

Pero sabemos que las cosas en Chile no son tan fáciles. Nuestro sistema electoral dista mucho del que se ejerce en Estados Unidos, donde votar no implica una inscripción directa y debe hacerse a través de un sitio. Tampoco tiene un sistema representativo (no será este el momento en que expliquemos de qué va ese sistema), por lo que todo lo que podemos saber sobre el efecto que tienen los artistas o celebridades (¿existen celebridades chilenas?) en las elecciones es meramente especulativo.

Hasta hace un tiempo imaginábamos que una franja exitosa contaba con un buen número de rostros. Los rostros hacen que las ideas se vuelvan más cercanas. El apoyo de buenos rostros, creíamos, podría darle un enganche a una campaña que de otra manera no llegaría al público esperado. No debería sorprendernos que después de una dictadura que persiguió y castigó fuertemente a los artistas el día de hoy no existan virtualmente artistas de derecha e, históricamente, es mucho menos probable que quienes se dediquen a la cultura tengan inclinaciones conservadoras. Es por esto también que campañas como las de Kast contaban virtualmente con ningún artista o conocido que valiera la pena mencionar.

Y sin embargo, estuvo cerca de ganar.

Dejemos las diferencias de lado nuevamente. El 2016, Hillary Clinton tenía un sólido séquito de artistas de todos los ámbitos posibles de su lado. Donald Trump, por su parte, apenas contaba con un inestable Kanye West y un par de desconocidos cantantes de country. El ascenso del fascismo es finalmente una realidad que estamos enfrentando actualmente, una que oculta su discurso de odio detrás de la inseguridad de la gente ante la promesa de poner fin a la violencia y la delincuencia (pero con más violencia). Son ideas con las que el famoso más famoso no puede competir.

En Chile, las últimas semanas de campaña presidencial la competencia estuvo reñida y todo servía. Apoyos iban y apoyos venían y nadie podía dar las elecciones como algo saldado. Dos días antes de las elecciones, en el marco de “Los Premios La junta”, el trapero chileno Pablo Chill-E aprovechó su momento con el micrófono para hacer la siguiente declaración:

“Voten por ese perkin culiao del Boric, pero nunca por esa mierda culiá del Kast”, posteriormente agregó “víos con eso”.

Jamás podremos saber si esta declaración tuvo el efecto esperado o si de alguna manera influyó en los resultados de las votaciones. Sabemos que Chill-E tiene una plataforma de seguidores gigante y es uno de los artistas nacionales del momento. Con 3 millones 81 mil 368 escuchas mensuales en Spotify, 1.6 millones de seguidores en redes sociales, colaboraciones con artistas de la talla de Bad Bunny, podría ser perfectamente una persona con llegada en especial al público más joven. Y esto sin considerar la plataforma que implicó la Shishigang tanto en organización comunitaria, como también para impulsar nuevos talentos en la música urbana.

Para este plebiscito, también se ha manifestado. Usó su cuenta de Instagram para decir: “Ojalá que los políticos que se benefician con el Apruebo no se olviden de la gente que de verdad lo necesita. No le compro a ni un ctm, pero prefiero una constitución nueva a una que hicieron a base de miedo”.

Si ya estamos en el momento de las especulaciones (y porque nos gusta ponernos en todos los lugares posibles) ¿podríamos suponer que por una vez fue la música urbana la que contribuyó a salvarnos del fascismo? A días del plebiscito nos queda clara una cosa: no importa realmente quién lo diga (o tal vez sí) pero creemos que si tu artista favorito no se ha manifestado al respecto (que no es más ni menos que uno de los hitos más importantes de toda la historia de Chile), efectivamente, cae en la categoría de perkin.