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La isla bonita: Jamaica celebra 50 años de independencia y reggae

La isla bonita: Jamaica celebra 50 años de independencia y reggae

Ningún otro lugar del mundo ha sido más idealizado gracias a su música que Jamaica, la isla de mayor producción discográfica en el planeta. 

Está en “Sin gamulán” de Los Abuelos de la Nada, en “Revolution rock” de The Clash o en “The tide is high”, un hit de Blondie que originalmente pertenece al grupo jamaiquino The Paragons. Es el reggae, un género tan arraigado en la música popular, que hasta una blonda socialité como Paris Hilton lo adoptó cuando se hizo cantante y lanzó el single “Stars are blind”. Un panorama impensable en la cuna de este ritmo: las fiestas callejeras de los años 50 en la capital isleña, Kingston, donde las discotecas ambulantes (conocidas como sound system) hacían de las suyas ofreciendo -a precio popular, asequible al ghetto– fiesta, baile y ron toda la noche.

El reggae nació en cuna de piedras, como una evolución natural de los ritmos que marcaron el pulso de Jamaica antes, durante y después de su independencia del Reino Unido (6 de agosto de 1962). “La independencia es buena para jóvenes y viejos, tambien para mí y para ti, la independencia es grandiosa para toda la población, incluidos los niños”, entonaba en clave calypso Lord Creator en 1962, en su tema “Independent Jamaica”. Creator, un trinitense que no sabía mucho sobre historia jamaiquina, escribió la canción en 30 minutos por encargo del productor Vincent “Randy” Chin, quien vislumbraba que en su país la música con la política irían de la mano. Pitoniso.

Esta visión tenía un firme sustento: el reggae se caracterizaba por su carácter unificador, fruto del mestizaje de elementos estadounidenses (jazz, rythm and blues) y afrocaribeños (calypso, soca, mento), pasados por dos filtros creados en la isla: el ska y el rocksteady. La connotación que abrazó con el tiempo, mediante la fe rastafari y su noción de África como la tierra prometida, convirtió a este sonido cadencioso en un canal válido para mensajes profundos, de alto vuelo social y espiritual.

“La música jamaiquina, que está emergiendo gracias al fenómeno del reggae, es una de las fuerzas políticas más influyentes de este país ya que se trata de una gran herramienta para el cambio. Es el primer medio de expresión genuinamente popular y la gente lo emplea para cantar acerca de sus aflicciones, sus tragedias, su desesperación. Y así obligan a esta sociedad a escucharlos”, declaraba Michael Manley, líder de la oposición que llegó al poder en Jamaica en 1972, en buena parte gracias al apoyo de astros como Bob Marley, Dennis Brown y Alton Ellis.

Aunque Manley luego se desentendió de sus promesas de campaña, cuya postura antiimperialista había conquistado la confianza del pueblo rasta y las clases bajas, su primer período como Primer Ministro (entre 1972 y 1980) dejó la imagen más emblemática del acercamiento entre el poder ejecutivo y el artístico. Fue en el One Love Peace Concert, promocionado como el “Woodstock del Tercer Mundo”, un evento organizado el 22 de abril de 1978 en el coliseo más grande de Kingston, el National Stadium. Cuando Bob Marley tocaba “Jammin'”, hizo que los dos líderes políticos del país (Michael Manley y Edward Seaga), responsables de una guerra civil en ciernes, se dieran la mano en señal de unidad.

Para Bob Marley, aquel episodio también tenía un significado personal: era su regreso tras dos años de autoexilio en Londres, una decisión forzada por el intento de asesinato que sufrió en su hogar. Valiente, 48 horas después de ese atraco, se despidió actuando en vivo de todas formas, pese a las heridas.

Ningún otro lugar del mundo ha sido más idealizado gracias a su música que Jamaica, vista por muchos como una pintoresca y simpática sede terrenal del edén, pero en realidad azotada cruelmente por la violencia, la pobreza y las drogas. “Nada de cocaína, no quiero, no quiero volverme loco”, declaraba Wayne Smith en su single de 1985, “Under me sleng teng”. Dos años después, uno de los más importantes y frontales íconos del reggae, Peter Tosh (miembro original de The Wailers, la banda de Bob Marley), moría asesinado en su casa por una pandilla.

A medio siglo de su independencia, la isla musical por excelencia (la proporción entre número de habitantes y producción de discos bate largamente a Irlanda, Cuba o Puerto Rico) ha expandido su influjo por todos los rincones del planeta, incluido por supuesto nuestro país. Hay una partícula de Jamaica en el reggaeton que se baila cada fin de semana, en el rap que llena desde juntas vecinales hasta el Teatro Caupolicán, y hasta los favoritos del infiel público indie, como The Radio Dept. en ‘Never follow suit‘, se nutren del reggae. Pese a su enorme influencia en los oídos de todo el mundo, Jamaica y sus latidos siguen siendo un misterio para la gran masa, domesticada para rechazar lo que, en palabras de Malcolm X, es “demasiado fuerte, demasiado negro”.

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El concierto

Alguna vez se habló de cultura jamaiquina en el horario estelar de la televisión criolla. Ocurrió en el programa “El futuro de Chile” de Chilevisión, conducido por Sergio Lagos, a propósito del enorme éxito de Gondwana. La banda de La Pincoya tomó por asalto las radios el verano de 1998 con “Chainga langa”, el primer single de un homónimo disco debut que vendería 70 mil copias gracias a los singles “Armonía de amor” y “Sentimiento original”. Otros nombres locales como Iration, Los Hermanos Tanaka, Sindicato de la Danza, Alakranes del Ritmo, Conciencia YoyYo y Resistencia se beneficiarían también de este impulso. A la fecha, Gondwana es uno de los grupos que domina la escena reggae hispanoparlante: su agenda en vivo está copada hasta fin de año y contempla presentaciones junto a Ali Campbell (el cantante de UB40) en Perú y Barrington Levy (otro prócer) en Colombia, además de un concierto en el Teatro Caupolicán este 11 de agosto.

El disco

VP Records, uno de los sellos más importantes de Jamaica y el mayor distribuidor independiente de ritmos isleños, está presentando la recopilación triple “Out of many: 50 years of reggae music”. Contiene 50 canciones desde 1962, a razón de un tema por año, en un apreciable material introductorio que funciona también como una didáctica línea de tiempo que va desde el calypso hasta el dancehall, y desde el rocksteady al reggae de alta densidad. Disponible aquí.

El regreso

Jimmy Cliff estaba destinado a ser la máxima estrella jamaiquina, después de protagonizar y musicalizar la película “The harder they come” en 1972, primer escaparate masivo del reggae, pese a que solistas como Prince Buster y Desmond Dekker ya gozaban aceptación en Inglaterra (donde The Rolling Stones eran sus principales fans). Sin embargo, Cliff abandonó el sello que tenía una plataforma lista para impulsar su carrera, Island Records, propiedad del jamaiquino blanco Chris Blackwell. Toda esa maquinaria se destinó finalmente a catapultar a un incipiente Bob Marley, aún desconocido por el primer mundo. El resto es historia. Hoy, Jimmy Cliff está de vuelta con su primer disco en ocho años: el recomendable “Rebirth”, producido por Tim Armstrong, cantante y guitarrista del grupo punk rock Rancid.