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Antolín: “tal vez me deprimo demasiado bien”

Antolín: “tal vez me deprimo demasiado bien”

Poesía, ilustración y canciones para el corazón tiene Andrés Olgiatti en una libretita de notas donde va tirando ideas de lo siente, ve, escucha y analiza. El joven cantautor oriundo de La Plata tiene un catálogo de arte cariñoso que va desde sus poemas editados hasta los dibujos que acompañan las canciones que nacen de la capacidad de transformar el día a día en un discurso agradable de oír.

Sólo hace falta entrar al Bandcamp del artista -en el que habitan sus corta duraciones con los trabajos editados por el sello trasandino, LAPTRA- para hacerse una idea de qué es lo que tiene Antolín para entregar: literatura en cada frase que se fusiona con cereales, los Simpson, minigolf y dinosaurios. Un canto al día a día desde la perspectiva de un sensible humano que plasma con lápices y guitarra lo que lo rodea.

Mientras lee sus poemas, que le han otorgado más de un reconocimiento en su natal país, Antolín prueba melodías de voz para adaptar lo que pasa por su estómago con lo que pasa por su cuaderno. Un ejercicio que funciona tan naturalmente que es imposible no pensar en la mano de Elliott Smith y su capacidad de hacer de lo simple algo digno de contemplar. A veces con ilusión y otras con melancolía, el músico se aprovecha de las plazas de su ciudad y las transforma en el escenario de esos amores más ingenuos -como cuando nos promete ser el presidente de la clase- y esa pena que inunda inexplicablemente un domingo por la tarde.

“Tal vez me deprimo demasiado bien”, ha dicho en alguna oportunidad. Sí, se deprime de manera tan positiva que de pronto las añoranzas del pasado se transforman en la esperanza de algún futuro próximo. Tal como dice tercer track de El Susurro de las Estrellas, Olgiatti tomó su ‘Juventud y Soledad’ y por estos días se encuentra en nuestro país para recorrerlo en la Gira del Viajero Solitario luego de una serie de “coincidencias, colaboraciones y ganas de derribar muros tan alto como montañas y tan pequeños como las voluntades”.

La historia parte así: Gonzalo, el vocalista de Planeta No, toca con Antolín en Perú durante el Lima Popfest. Hablan de música y de sus sellos, y concluyen que “en valores y sentidos” están en la misma. Después de este intercambio entre los artistas, el chileno habla con Simón de Niños del Cerro -con quien comparte la idea de ser gestores además de músicos- y acuden a la agencia Capitán Cobalto para unirse a Javiera Tapia, Fisura, Cazador y una lista de bandas con ganas de hacer del intercambio algo real.

¿Cómo puede ser que ambos países se obvien tanto cuando comparten infinitas similitudes? “Tengo la idea de que la frontera entre Chile y Argentina está pesando mucho más de lo que debería en nuestra actividad cultural, y es algo fácil de empezar a cambiar porque somos dos países que compartimos mucho terreno al alcance de un viaje corto”, se lee en la nota de prensa con los dichos de Gonzalo. Y Andrés comparte esta idea. No sólo es proximidad e idioma, sino que también “compartimos una sensibilidad similar. Países melancólicos de por sí y con un consumo parecido a nivel cultural”.

El intercambio tiene que existir, debe ser más, y “nos ayudará en todo sentido”, dice el argentino. Porque además de lo superficialmente visible nos encontramos en periodos similares: mientras en La Plata explotan todos esos sellos independientes que nacieron durante los 2000 ante la indiferencia de las grandes casas discográficas y por la necesidad de organizarse y difundir música, la historia desde este lado de la cordillera no es tan distinta, y los mismos organizadores de la venida de Antolín son protagonistas de la inevitable explosión de la autogestión.

“En lo personal, la autogestión fue un aprendizaje duro y no es algo que me resulte fácil o placentero”, explica el platense sobre la posición obligada en la que se encontró cuando quiso mostrarle al mundo sus poemas, dibujos y canciones. “Tuve que aprender muchas cosas que no son naturales en mí, como las estrategias de difusión, la publicidad, producción…”, comienza, y ahí viene la incomodidad de tener que “venderse” cuando eres alguien que realiza su trabajo desde la base del sentimiento. “Siendo yo de bajo perfil me cuesta esa exposición, y de alguna manera me autoboicoteo. Definitivamente preferiría no tener que salir a venderme”, cuenta el responsable de esas canciones de autoayuda y del romanticismo para principiantes.

Pero de los procesos difíciles surgen las ideas, entre ellas la llegada del aludido a Santiago y Valparaíso que viene en el marco del inicio de una serie de intercambios que traerán hasta nuestros recintos a Los Rusos Hijos de Puta, Nubes En Mi Casa y Tobogán Andaluz.

Si los patios de las casas ya se abrieron para compartir buenos momentos y equipos, es hora de que los esfuerzos mutuos se expandan y vengan de “un afuera tan cercano que no debería considerarse afuera”. Y para hacer tangible esto, Cristóbal Soto de Bienes Materiales, Simón Campusano de Niños del Cerro, Juan Fernando Rubilar de Medio Hermano y Gonzalo García de Planeta No serán los flamantes invitados de Andrés en esta aventura que de solitaria parece no tener mucho, porque ya no necesitamos aislarnos ni limitarnos al grupo de amigos, ni siquiera a nuestra ciudad, “de otro modo, lo cotidiano puede volverse realmente imposible de llevar”, dice Olgiatti.

El artista ya conoció el puerto siendo parte del Ciclo Toma Directa de Radio Valentín Letelier, y hoy es el debut en la capital junto a Martina Lluvias y Animales Extintos en Bar 1. La aventura sigue con la otra faceta del argentino: una exposición en Arcos junto a Hola Nico González, continuará con una tocata junto a Las Olas en Loreto el 28 de abril, el 30 en CFT: Campos Magnéticos y el primer día de mayo compartirá con Diego Lorenzini en el Consejo Galáctico.


“Calla, calla, cerebro. Ahora tengo amigos”, suena en ‘Posters de Poetas’. Antolín dejó de tomar Coca Cola en la oscuridad de su cuarto y se reúne con jóvenes músicos y dibujantes con ganas de hacer de lo cotidiano algo sensible, profesional y constructivo. El argentino salió a “vender” su sinceridad narrativa llena de referencias cinematográficas y televisivas, y los frutos están llegando, aunque él en su humildad crea que se autoboicotea. “Algunas cosas buenas vienen solas, como este viaje a Chile”, donde llega como un “eterno estudiante de intercambio”.

Foto* Catalina Croci