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Los Coléricos: Amigos del barrio

Los Coléricos: Amigos del barrio


Es jueves en la noche, llego a un departamento en el centro de Santiago para reunirme con Los Coléricos. Aparezco antes de la hora pactada y me junto con Francisco Vargas, uno de los guitarristas, a comprar un jugo cerca del lugar.

Hace frío.

Arribamos al edificio y subimos a la casa de Jorge Mercado, bajista de la banda. Nos recibe la Ale, polola de Jorge. Entramos y me encuentro con un living con instrumentos que llaman a meterles mano y libros que exigen ser leídos.

Llega Pablo Belmar, el otro guitarrista, y luego Jorge. Hay una mesa llena de cosas ricas para tomar el té, coronada por una conversación agradable y una calidez exquisita. Pocas ganas dan de moverse de ahí.

Play.

El jueves 27 de noviembre del año 2008, Los Coléricos presentaron su debut Luces Del Puerto en el Cine Arte Alameda. Un trabajo que si bien presentaba una fórmula conocida, brillaba por su buena factura.

Es lunes 23 de agosto del 2010. La banda lanza Cólera, su segundo disco a través de Internet. Una propuesta cargada de desenfado y eclecticismo, bastante diferente a las melodías y armonías del primero.

“La diferencia principal es que para el primer disco, buscábamos una identidad. Habían muchas canciones que queríamos que sonaran, por ejemplo, como el Pet Sounds de los Beach Boys o el Rubber Soul de los Beatles”, declara Francisco. “La canción ‘Enfermo’ es calcado a eso. Las trompetas y las voces exuberantes”, agrega.

Para Pablo, “la diferencia está en que cuando nosotros grabamos Cólera, no lo pensamos tanto. Lo hicimos en dos semanas”. “Al estar bajo la presión de grabar en un estudio de verdad, las canciones agarraron su propia personalidad. Por ejemplo, ‘Miel y Hiel’ cambió totalmente en el estudio, tomó algo súper fuerte”, agrega Francisco.

La diversidad de sonidos entre ambas producciones es evidente. Y respecto a esto, la banda parece bastante conforme. “Queríamos cambiar el sonido porque en vivo ya no estábamos haciendo lo mismo. Era otra parada. Ahora, podemos tocar el Cólera y suena muy parecido a lo que grabamos”, declara Francisco. Jorge agrega, “hubo muchos arreglos que salieron en el estudio. No eran preconcebidos. Las canciones iban cambiado con lo que nos ocurría ahí”.

Luego de conversar acerca de las diferencias que ellos creen haber plasmado en su segundo elepé, la conversación se dirige a la honestidad en cuanto a los trabajos. Cómo variar un sonido, siempre siendo honesto a la hora de componer, grabar y entregar la música. Sobre cómo no caer en la complacencia de lo que está sonando, del deber ser, sino ajustarse a lo que se desea crear y desarrollarlo de la forma más fiel posible en base a sus cuestionamientos iniciales.

La intensidad de las grabaciones, junto con la lógica de no pensar demasiado la composición, y darle rienda suelta a la exploración y construcción en el minuto, tiñen a este trabajo de una honestidad brutal. Ingrediente que en ningún caso estuvo fuera de su primera publicación.

“El disco anterior fue honesto también pero en base a otra lógica. Son distintos tipos de honestidades entre comillas. Sabíamos como queríamos que sonara. Pero ahora yo miro para atrás , analizo todo lo que pasó con el primer disco y… no sabíamos nada de nada”, dice Jorge.

Una de las principales características de esta banda ha sido el desarrollar su música sin mayores pretensiones. Aún creando buenos temas, su trabajo huele a desprejuicio. A una tranquilidad con atisbos de inocencia que, a pesar de tener claro que son capaces de crear buenas piezas, no se va.

“Me acuerdo una vez que hicieron una nota de nosotros en Indie.cl, y escribieron que éramos el grupo de amigos del barrio que hizo una banda y está tocando. No aspiramos a más que eso. No se si será malo o bueno, pero es así, y esa es nuestra diferencia con esos grupos que están frustrados por no salir en la radio”, declara Francisco.

“De hecho, cuando he ido a tocatas, hay bandas que juran que están en otra hueá. Y te dicen ‘no, estamos súper bien con Álvaro’. Y tú tienes que saber quién es Álvaro. ¿Álvaro quién? ¿Álvaro Salas?”, dice Pablo.

“Uno ve grupos que están al mismo nivel de uno y tienen hasta roadie. Y es como ‘aquí vengo yo…soy bacán’, cuando al final lo van a ver diez personas. Entonces más que molestarme, me da risa esa hueá de pasao’ a caca”, agrega Jorge. “Ahora la pega es del músico, no va a haber ningún hueón de un sello que te vaya a buscar o a dejar a la casa. Es por eso que también decidimos sacar el disco por Internet. Fabricar un disco para que se venda es súper mal negocio. Los discos que se venden son El Blog de la Feña o Amango. Esos venden diez veces lo que venden Los Tres, que grabaron su disco en Nueva York y venden una cagá”.

Por su parte, Francisco cree que bandas como Los Tres siguen produciendo discos de la forma tradicional porque “ellos crecieron en esa industria en los noventa. Nosotros crecimos en el limbo entre esas dos cosas. Yo cuando compro un disco, es para copiarlo y escucharlo en el computador”.

En cuanto a la “escena” chilena, la explosión de bandas y tocatas les parece bien. “Hace seis años siempre íbamos a los mismos lugares a ver a Matorral, Leo Quinteros, Perrosky y Guiso… pero ahora hay más espacios”, declaran.

Los cambios de plataformas para darse a conocer han cambiado y están concientes de ello. “La radio ya no es el medio. O sea, de repente te llegan correos no deseados de grupos que piden ‘vota por mi para salir en la Rock & Pop’ y eso me da hasta pena”, dice Francisco. “Cuando elegimos nuestro single, pensamos en la radio y al final nos dio lo mismo. Dura cinco minutos y nos da lo mismo, porque sabemos que ya no es la gran alternativa”.

“Es excelente que existan tantas bandas. Y buenas. Por ejemplo, Odisea no me gusta, pero es de excelente calidad”, explica Francisco que se declara fanático de Perrosky. Jorge, por su parte, se queda con Viajes de Memoria de Portugal, y Pablo con Jiminelson.

Este ha sido un tiempo de grandes cambios para la el grupo, no sólo en el sonido plasmado en su disco. Juan Pablo Ramírez abandonó el grupo, Pablo fue papá hace un tiempo y le espera un viaje a Francia en un par de meses.

“Nosotros teníamos trece canciones en el disco y se nos fue el baterista que cantaba dos. Entonces las sacamos del disco y las tiramos en un EP. Mi viaje es totalmente circunstancial, yo espero volver y seguir tocando. Espero que me reciban a la vuelta”, dice Pablo. “Hemos encontrado un amigo baterista súper bueno, el ‘poroto’, Rodrigo Sáez de Portugal y estamos muy conformes con él. Somos amigos desde cabros chicos de San Antonio”, agrega.

Con varios cambios, Los Coléricos se plantan con un excelente material bajo el brazo. A pesar de variar en los sonidos, mantienen su esencia y es posible reconocer sus sombras bajo las canciones. Un sonido más garage y letras más directas. Pura actitud combinada con la frescura de no esperar nada de nadie. Sólo el disfrute.