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La volada pop-antifascista-brasileña de Alex Anwandter en el Caupolicán

La volada pop-antifascista-brasileña de Alex Anwandter en el Caupolicán

Como si fuera ya una cita habitual, Alex Anwandter hizo el lanzamiento de su último disco Latinoamericana (2018) en el Teatro Caupolicán, tal como hace unos años atrás lanzó Amiga (2016) en el mismo recinto. En aquella ocasión la experiencia se trató de notar la consolidación del músico, llenando hasta arriba el teatro de calle San Diego, en ver cómo todas esas voces se unían bajo el paraguas de influencias synth pop con las letras abiertamente combativas que proponía Anwandter.

Bueno, esa misma sorpresa ya no iba a estar en este lanzamiento. Como diría George Harrison, eso ya se había visto. La respuesta fue entregar un show de mejor factura que el anterior. Para eso, Anwandter apostó en un concierto de dos horas y veinte en el que -según sus mismas palabras- pasó por sus canciones favoritas de su catálogo, haciendo especial hincapié en las canciones de su último disco.

Los fuegos comenzaron con su muy probable segundo single del disco, ‘Axis Mundi’, una apuesta parecida a la que hizo con ‘Amiga’ y su segundo single ‘Intentarlo todo de nuevo’, que comparte con ‘Axis Mundis’ desde su lugar en la mitad del disco, hasta su factura musical. Pero eso es arena de otro costal, ya que después dejaría completamente de lado el nuevo disco en favor de diez canciones seguidas que no pertenecían a Latinoamericana.

Por razones de impacto visual voy a nombrar una por una las diez canciones, porque al hacer eso también uno puede ver la cantidad de hits que Anwandter ha logrado colar en nuestras cabezas, ya sea de manera conciente o subconciente. Acá van: ‘Bailar y llorar’, ‘Casa latina’, ‘Amiga’, ‘Tormenta’, ‘Intentarlo todo de nuevo’, ‘Rebeldes’, ‘Que se acabe el mundo, por favor’, ‘Manifiesto’, ‘Nadie como tú’ -de la gran Christina Rosenvinge- y ‘Shanana’.

Pero no solo el concierto largo fue la apuesta de Alex, si no que también la misma idea de “secciones” dentro del mismo show hacía mucho más digerible toda la información que entregaba en forma de canción. Por ejemplo, las últimas tres canciones de esa lista las tocó sin banda, dándole un respiro a las revoluciones bailables de los anteriores temas.

Después vendrían unas cuantas canciones de Latinoamericana, que a lo largo del concierto, se intercalaron con grandes sorpresas, para no arriesgarse a aburrir, algo que funcionó perfecto. Después de dos temas en portugués -‘Um girassol da cor da sou cabello’ y ‘Amor de indio’- vendría lo que en su momento vi como el gran momento de la noche: Una superbanda que ya quisiera Pillanes, con Javiera Mena en piano, Gepe en batería y Alex en la guitarra. Tocaron ‘Sol de invierno’, entre halagos de Anwandter por haber logrado tocar con dos de sus ídolos. Después, y entre los tres tocaron una versión boy band de ‘Tatuaje’ que resultó excelente.

Pensar que ese momento sería el mejor de la noche fue mi peor error, ya que entrando en la recta final llegaría ‘Siempre es viernes en mi corazón’, en la que sorpresivamente tuvo la compañía de Ale Sergi y Juliana Gattas de Miranda!, coronando el show como el paraíso del pop latino y del recuerdo de tiempos pasados, porque escuchar ‘Imán’ o ‘Bailarina’ son pasajes asegurado a esos tiempos.

Pero, a pesar de todas las maravillas que uno pueda escribir del show (que realmente fue impresionante, con una banda excelente y un trío de cuerdas que complementaban todo junto al ocasional saxofón que daba color), algo se sintió diferente a esas ganas de quemar el Congreso y prender fuego a La Moneda que tanto teníamos en el lanzamiento de Amiga. No por nada ahora este artista es tan polarizante (o te gusta o lo odias), y es porque la duda lógica del abanderado político salta a la vista, la duda que genera el apellido Anwandter -dicho sea de paso, Alex aprovechó de decir que encontraba clasista que le preguntaran siempre por su apellido (?)-. En fin, dudas válidas que hablan de las ganas de no idolatrar a alguien que realmente uno no conoce, o con quien uno realmente no es un “par”, como quiere pensar nuestro “yo” más adolescente.

Pero la verdad es que pensándolo mucho (y hablando con medio mundo sobre el tema), es que uno se da cuenta que prefiere a un músico egocéntrico haciendo buenas canciones que digan algo y que ayuden a un juventud a descubrir ciertas cosas -por más que después se cuestiones ese conocimiento, que es lo que pasa cuando uno crece- antes que un músico egocéntrico hablando de su fama, o un pop que apunta a buscar respuestas dentro de uno. Por más panfletarias que pueden sonar frases como “el presidente bufón” o “antes de los españoles nadie te amenazaba con sus juicios”, al final son verdad y siempre voy a preferir buena música con contenido, antes que solo buena música. Y qué bueno que Alex pueda entregar eso, una volada antifascista brasileña original, metida en un tremendo show, a pesar de que algunos busquen la forma de renegarlo por algún lado.

*Fotos: Natalie Lafuente