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Oye, la ascurría es gratis

Oye, la ascurría es gratis

Mucho se ha dicho ya respecto al minuto de furia de Quique Neira que, de cierta forma, destapa la olla y nos muestra que el compadre no vive de armonía de amor 24/7. Pero el fin de utilizar este espacio no es para re-comentar este episodio, sino algunas ideas que quedaron zumbando en mi cabeza, gracias a algunos posteos de lectores de páginas vecinas.

¿Se puede hacer música para vivir? Que hacer música sea un arte, ¿significa que los músicos deban cagarse de hambre, o dedicarse a hacer lo que les gusta sólo medio tiempo? Que sea un trabajo, ¿quiere decir que tienen que pasarse por la raja todo aquello que incita a las personas a crear? ¿A cagarse entre ellos y de pasada al público?

Yo creo que la música puede ser un arte y, al mismo tiempo, un trabajo. Puede que vivir de la música sea más difícil que Piñera no venda el cobre si es que sale presidente. En realidad no, no creo que sea tan brígido.

Pienso que el mayor problema radica en que la generación de chicos SCD ya era. Son tatitas con harto trauma, con olor a dictadura y concertación, mareados por esa bombita hecha en base a peos alemanes, que los confundieron, y los dejaron con ideas trastocadas. Son tatitas que no comprenden que la industria cambió. Creen que haciéndose una web, un Facebook o un Twitter son artistas 2.0 más tecnológicos que Leo Prieto, y que así pueden adaptarse facilmente a la nueva forma de hacer las cosas. Pero no. Papito papurri papá, la cosa no es así.

Para desgracia de estos sujetos, los cambios son más sustanciales. La gran mayoría de la nueva camada de músicos nacionales tiene conocimiento de esta mutación. Conocen sus ventajas y debilidades, aprovechando todo lo que esté a su alcance para dar a conocer su arte y se esfuerzan por ello, tal como lo hace cualquier persona apasionada por su trabajo.

Estos cabros son los que sudan la gota gorda buscando cuánta tocata o espacio haya. Si pueden, venden sus discos, y si no, no importa, los dan a conocer a través de las plataformas que todos visitamos regularmente.

El fin de haber utilizado este espacio no tiene que ver con tirarle bosta a la SCD. Tiene que ver con los artistas. Con viejos y nuevos, apernados y desconocidos. Tiene que ver con los que aperran y consideran a su música la piedra angular en sus vidas, porque los llena. Y también con aquellos que parecen haber olvidado por qué comenzaron a hacer lo que hoy y -en desmedro de un país– les llena los bolsillos de plata. La ascurría es gratis.