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SónarSound Santiago 2015: un esperado debut

SónarSound Santiago 2015: un esperado debut

Desde que se anunció la llegada del mítico festival de avanzada nacido en España, un sinfín de especulaciones y rumores de artistas comenzaron a hacer bulla entre los fanáticos: Jamie XX, FKA Twigs, Die Antwoord, Portishead, entre otros. Pero todo quedó reducido a dos nombres bastantes queridos por este lado del continente y que brillaron con luces propias en la primera edición del SónarSound Santiago. Con la ansiedad propia de la primera vez y el nerviosismo del debut, el festival se dividió básicamente en dos actos; en primera instancia con el inicio de las actividades en el galpón correspondiente al Sónar+D y en segundo lugar con la música como el principal protagonista de la jornada. En una alianza con Heineken fuimos a cubrir esta primera entrega.

Sónar+D

Sónar+D era el galpón dedicado a las tecnologías donde el concepto de la creatividad era el motor que movía los intereses en cada stand. La interacción entre el público y los artefactos hacía más cercana la experiencia de conocer y sentir en carne propia tecnologías que no están al alcance del ciudadano promedio. Desde Little Bits con sus módulos electrónicos de material reutilizable hasta la realidad virtual de Mego, compañía responsable del software de entrenamiento que utilizó la Selección Chilena durante la Copa América, pasando por la visualización de la música, para gente con discapacidad visual, a través de la vibración del agua gracias a Kyma de Fab Lab UC.

Foto * Gary Go – Lotus

Pero las instalaciones más increíbles fueron la de Sven Hahne, la del Observatorio ALMA y Proyecto Quipu. El trabajo del artista alemán consistía en ondas sonoras proyectadas en 360°, donde uno mismo podía intervenir la oscilación a través de un sensor. Mientras que el proyecto astronómico más ambicioso del mundo se lució con “Sonidos del Alma”, una claustrofóbica instalación que contaba con la sonorización espectral de la Nebulosa Orión, captadas por los astrónomos Antonio Hales y Ricardo Finger. Además estos sonidos espaciales fueron entregados a músicos como Dj Raff, Fantasna y Fernanda Arrau, quienes remixearon estos audios que comenzaron a condensarse en música a partir del 2012.

El Proyecto Quipu, por su parte, es una de las iniciativas que definitivamente todos deberían conocer. Se trata de un documental transmedia, que pretende visibilizar las historias de más de 300 mil mujeres y 20 mil hombres que sufrieron esterilizaciones ilegales en Perú, a mediados de la década de los noventa. Muchos fueron forzados y sometidos a estos procedimientos y, a casi veinte años, siguen en busca de reparación por parte de la justicia.

Usando una línea de teléfono especialmente desarrollada, un documental web interactivo, una campaña radial y un largometraje documental, están otorgando una herramienta para poder contar estas historias. El sonido es el vehículo principal para realizar este registro. Algo muy interesante además, es que cualquier persona alrededor del mundo puede enviar un mensaje de respuesta a todas estas víctimas del gobierno peruano de esa fecha. Así, de esta manera se crea un tejido social real –y además virtual- a través de los sonidos.

Trece horas de música

Los tres escenarios dispuestos para la música electrónica dieron el puntapié inicial a partir de las 15 horas, pero más que presenciar y disfrutar de la calidad de los artistas, funcionó como música de fondo para quienes pudieron llegar al comienzo de todo, y también para el público que llegaba paulatinamente a los Hangares Suricato. El Heineken SonarClub, escenario principal del festival recibía el primer live de la jornada en manos de Nabuconodosor, anteriormente se había presentado Isa Rojas con un dj set. Lo hecho por el integrante de Julia Smith, en su faceta de dj, sirvió básicamente como música incidental para ese momento. Eran las 16 horas, no más de diez personas viendo al nacional, un sol infernal sobre el pavimento y alrededor de mil personas en todo el recinto, era una escena bastante desoladora que no reflejaba las expectativas del festival, pero a medida que se acercaba la hora de los platos fuertes, y a esperar que bajara el sol, fue cambiando la situación.

Algunas activaciones de marcas eran visitadas por los pocos asistentes. Quizás, la más útil especialmente a esa hora fue el Oasis creado por Heineken. Literamente, un oasis en el desierto, debido a la poca masa de gente que se encontraba presente al inicio de los conciertos. Este lugar sirvió como protección frente a la inminente insolación gracias a la sombra de los árboles dispuestos en el espacio, junto con ventiladores con nebulizador, que temperaban el ambiente y barras para comprar cervezas en el interior.

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Foto * Paulo Reyes – Lotus

Mientras Nabuconodosor seguía con su apuesta al house más ambiental que fiestero, en el SonarHall la historia era distinta a lo que se vivía en el escenario principal, de la mano del dúo nacional Aoraqui. Con una presentación experimental que mezclaba potentes beats que se fundían con la espectral voz de Renata Anaya, hacían bailar a los asistentes que disfrutaban con los ojos cerrados el viaje que brindaba el tándem nacional.

El ambiente fiestero del galpón contrarrestaba enormemente a lo hecho por la transandina Sobrenadar en el Sonar Village by RBMA. Los árboles que daban la necesaria sombra se convertían en espacios de descanso dentro del oasis sonoro de Paula García, que con un trabajo más ligado al dreampop y a las murallas sonoras ponían los paños fríos a la efervescencia de los beats más intensos. Armada con una guitarra y un laptop, la argentina brindó un acotado pero intenso show que fue recibido con atención y respeto por parte del centenar de personas que se apostó en el lugar, en una de las pocas presentaciones que se alejaban de la electrónica más dura.

Ya con el sol bajando paulatinamente, el público se acercó sin miedo al escenario principal para disfrutar de la presentación de Dj Raff. Con una vasta carrera, el respetado disc jockey nacional marcó la pauta para lo que sería el resto de la jornada en el Heineken SonarClub, a punta de un house bailable con algunos tintes de EDM, incluso sampleando a la inmortal ‘Cuéntame una Historia Original’ de Los Prisioneros, convirtiéndose en una de las primeras postales del festival.

Foto * Matías Moreno

Dos de las sorpresas de la cita fueron las presentaciones de Lavina Yelb y Djs Pareja. El primero, con un set de sonido ochentero a punta de scratch, sintetizadores y quiebres en las secuencias, le daban un aire fresco a la común monotonía del beat en el house. Mientras que el dúo transandino aportaba su granito de arena en el SonarHall, galpón que en ningún momento bajó del ambiente fiestero y bailable, por lo que la dupla no se quedó atrás haciendo mover a cerca de 500 personas dentro del caluroso hangar.

Por otra parte, hace mucho sentido que en un festival como este, tengan cabida shows como el de Matanza y Dengue Dengue Dengue! Aunque uno se puede quedar con la sensación que hay un cierto aroma a que este tipo de proyectos son enlistados con frecuencia en productos para exclusivo consumo anglosajón, pues es el ritmo y el espíritu que les falta, la verdad es que sus propuestas tanto en disco como en directo son lo suficientemente sólidas como para despejar dudas de su valía.

Matanza comenzó con más peso en la vertiente electrónica que en la de sonidos sincréticos con aire andino para, a medida que avanzaba el show, ir estos tomando cada vez más peso a la vez que el público presente lo agradecía. Es lógico pensando en que el gran (quizá hasta excesivo) peso que tenían durante la jornada las sesiones de DJ, hacían que un directo tan refrescante como el de Matanza se viera como complemento perfecto a lo que estaba ocurriendo en el resto de escenarios. Divertidos, como siempre, eficaces para un público que pudo acercarse sin tener muy claro qué iba a encontrarse, su participación cuando comenzaba caer la noche se antojó como un acierto total.

Estos, digamos, Daft Punk peruanos (por su amor por las máscaras y no querer mostrar sus caras) pasan su tiempo de un lado a otro del planeta mostrando su trabajo. Sin ir más lejos el pasado junio estuvieron en la edición madre de Sónar en Barcelona. Tras sus aparatos, ocultos bajo sus artilugios y con esa cumbia de bajas revoluciones por estandarte, es difícil no divertirse en un concierto de Dengue Dengue Dengue! Quizá uno eche de menos la posibilidad de que amplíen sus registros a banda en vivo (signifique esto lo que signifique), pero eso es algo que tampoco se le suele exigir a la mayoría de proyectos electrónicos que triunfan. Sin duda, lo que ellos definen como Tropical Bass por la importancia que le dan a los bajos se puede apreciar aún más frente a ellos, en el escenario, donde los sonidos graves, ligeramente psicodélicos, funcionan como catalizadores para el movimiento tal y como se podía apreciar entre los que allí nos congregamos.

El primer plato fuerte fue lo hecho por Hot Chip, los ingleses dieron cátedra tan solo con una hora de presentación. Las miles de personas que estaban en el escenario principal se rindieron ante el orquestado trabajo de Alexis Taylor y compañía, que iniciaron la fiesta con ‘Huarache Lights’, parte de Why Make Sense? (2015).

A pesar de llegar con un nuevo material de estudio bajo el brazo, el septeto desplegó lo mejor y más clásico de su repertorio. ‘One Life Stand’, ‘Night & Day’ y ‘Flutes’ se encadenaban como una sola canción bajo la cristalina y suave voz de Taylor. El primer gran golpe vino con la incombustible ‘Over and Over’; ‘Need You Now’ era la prueba fehaciente del orquestado sonido de Hot Chip, con la baterista Sarah Jones que comandaba cada ritmo en el conjunto, robándose la película en gran parte de la presentación.

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Foto * Reinaldo Rodríguez

‘Ready For The Floor’ invitaba a seguir con la fiesta, alcanzando el clímax en ‘I Feel Better’ con un sonido latino gracias a la percusión de Jones. ‘Let Me Be Him’ sacaba el pie del acelerador funcionando como un bálsamo componedor, para dejar como broche de oro a ‘Dancing In The Dark’, original de Bruce Springsteen. La hora de presentación de Hot Chip dejó con gusto a poco a muchos, pero también fue una de las mejores del festival, escapando del formato clásico de la tornamesa que reinó en SónarSound Santiago y dando frescura a la velada. De lo bueno, poco.

The Chemical Brothers eran, sin duda, el plato principal (quizá demasiado principal, ¿alguien se imagina este cartel sin ese nombre? Podríamos convenir que hubiera sido un tanto irregular). Prácticamente, todos los asistentes a esta primera edición de esta cita se agolparon en el escenario principal minutos antes de partir la actuación y ya se palpaban las ganas del show. No es raro. El dúo inglés se ha convertido en un grupo que como Blur o Pixies pueden hacer un concierto sólo a base de hits de su ya dilatada carrera. Poco que reprochar, aunque muchos tienden a sentirse extraños frente a que bandas que partieron como vanguardia se acomoden a los códigos del rock de estadios. Pero, claro, ¿quién en su sano juicio renunciaría a un arsenal de éxitos populares que casi sólo tienen parangón en la electrónica nacida en los ‘90 junto a The Prodigy? Nadie.

El show tuvo todo lo esperable. El comienzo fue atronador. Tras la versión groovie de ‘Tomorrow Never Knows’ de Los Beatles en la narcótica forma que le dio Junior Parker, comenzaron el concierto propiamente dicho con su quizá, mayor éxito, ‘Hey Girl, Hey Boy’. Si es para empezar por todo lo alto, o para quitarla de en medio y que no haya asistentes esperando todo el concierto a que suene molestando al resto, no lo puedo decir. Eso sí, funcionó como un mecanismo de relojería prendiendo al instante, con un juego de luces que creaban texturas 3D sobre el escenario a modo de hologramas.

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Foto * Matías Moreno

Baile, saltos y el público renido a la banda desde el minuto uno. Jugada maestra. Otros momentos extraordinarios de esta primera parte del concierto fueron ‘Go’ con sus patinadores en la pantalla o las angustiantes proyecciones para ‘Sometimes I Feel So Deserted’. No faltó su propia versión apócrifa del citado Tomorrow Never Knows beatleliano, o sea ‘Setting Sun’, o clásicos que se nos han quedado grabados tanto por la música como por videos convertidos ya en íconos audiovisuales ¿Quién no recuerda a una joven Sofia Coppola haciendo de gimnasta dirigida por Spike Jonze? El concierto, generoso, espectacular, divertido y hasta emotivo si se tiene cierta edad, dejó para el final algunas de sus mejores balas. Que antes del silencio suenen ‘Galvanize’ y ‘Block Rockin’ Beats’ es tan contundente como que Arcade Fire cierre con ‘No Cars Go’ y ‘Wake Up’. Lo dicho, The Chemical Brothers, estrellas de rock. Sólo un pero personal, ojalá hubiese sonado para cerrar ‘Leave Home’.

Texto * Javiera Tapia y Bayron Ríos

La marca Sónar

(Por Javiera Tapia)

Desde que se anunció la primera edición local de este festival en Chile, hubo un temprano debate en cuanto al cartel, su funcionamiento y la línea que tendría. Qué tanto se asimilaría a la cita realizada en Barcelona que, con muchos motivos, se ha transformado en el único festival que pone la vanguardia sobre la mesa, cruzando públicos y subgéneros desde y hacia la electrónica.

Es por eso que un cartel como el que se presentó este año en Hangares Suricato, si bien trajo números atractivos como Hot Chip y The Chemical Brothers, además de sorpresas para quienes están un poco más al tanto de lo que pasa en este género a nivel mundial, fue insuficiente, al menos para ser la primera vez que se realiza y es, en definitiva, la carta de presentación del evento en el país. Por ejemplo, todo bien con la visita de beGun, uno de los mejores exponentes españoles de electrónica, por ser capaz de crear piezas que contagian incluso a los más incrédulos frente al género. Qué mal que lo suyo haya sido un formato de dj set. Como muchas otras de las presentaciones.

¿Qué hubiese pasado sin The Chemical Brothers en el cartel? Probablemente, hubiese existido este desequilibrio que aleja a SónarSound de la marca Sónar. ¿Por qué? Es simple: una de las mayores virtudes del festival barcelonés es la capacidad de cruzar audiencias y géneros. Sónar no es sólo electrónica. Es ella y su coqueteo con géneros como el pop y el rap, algo inexistente dentro de este cartel, prácticamente. Para dejar este punto claro, sólo se debe realizar el ejercicio de memoria de recordar el cartel de Sónar en Sao Paulo, en el año 2012. En un principio estaba confirmada Björk, quien luego canceló sus presentaciones por enfermedad, pero fue sustituida por Kraftwerk. Además, se presentaron Cee-Lo Green, Justice, Chromeo, Mogwai, James Blake, Alva Noto & Ryuichi Sakamoto, entre muchos otros.

Otro punto, fue el funcionamiento de los servicios. No tenemos conocimiento del total de asistentes que esperaba la producción, pero todos -creo- que dimos las gracias porque no fueran más, porque o si no, se hubiese visto un colapso importante en los baños. Si querías ir a usar uno y luego quizás comprar agua (porque sí, a partir de cierta hora el agua se vendía), podías fácilmente perderte una actuación completa, gracias a los tiempos de espera.

Todo esto se ha visto en otros festivales, por supuesto, pero hay que nombrarlo, pensando en que esta productora es experta en este tipo de organizaciones incluso a mayor escala. Es obvio que tienen conocimiento de todos estos puntos luego de organizar cinco veces Lollapalooza, con cada vez mejores servicios. Eso sí, algo que sigue siendo lamentable es ese sistema de fichas, el mismo que usaríamos si viviéramos en una salitrera de 1923. ¿Cómo es posible que una botella de agua cueste dos mil pesos? ¿Cómo es posible que no puedas meter alimentos? ¿Qué hace un celiaco si no puede -por salud- gastar cuatro mil pesos en un triste sandwich de queso con carne de mentira? Ojalá todas las productoras organizadoras de festivales en Chile comiencen a ver realmente lo que significa tener a miles de personas por más de diez horas seguidas al sol, teniendo como única posibilidad dar a todo lo que se pueda de la tarjeta de crédito o la Cuenta RUT, en sus pulperías. Lo impresentable de todo esto, es que si te sobran fichas, no puedes devolverlas para que te entreguen tu dinero. Lo siento, pero llamó Hernán Rivera Letelier y pidió que le dejen de copiar el sistema de intercambio abusivo de sus novelas soporíferas.

Esta primera edición de SónarSound nos hizo felices y también nos hizo sufrir un poco. Se realizó en un espacio muy cómodo, era fácil llegar en transporte público y sus buses de acercamiento funcionaron muy bien. Su cartel también incluyó muchas sorpresas que se agradecen como TEED (que ya se ha presentado en otros Sónar alrededor del mundo), Kiasmos, DJs Pareja y Brodinski, entre otros. La vuelta de The Chemical Brothers a Chile bajo este contexto fue brutal, con una producción que ya querrían muchos otros festivales y Sónar +D funcionó como un excelente espacio para mostrar vanguardia en proyectos que se relacionan con la electrónica y el sonido, pero que van mucho más allá del deleite personal, sino que solucionan problemáticas incluso sociales. El resto, esperemos que se arregle en el camino.