Now Reading
LCD Soundsystem: la fiesta del fracaso

LCD Soundsystem: la fiesta del fracaso

Tengo todo que perder. Los Juegos del Hambre de Lollapalooza llegaron hace un par de días a POTQ, y tuve la suerte y agilidad para quedarme con uno de los apetecidos por todos: LCD Soundsystem, cabezas de cartel y una de las pocas bandas que me generó una ansiedad genuina dentro de la lista de artistas. Tengo todo que perder porque me gustan mucho, porque un compañero también los quería reseñar pero los vio en un evento de Google y su texto iba a ser un paralelo hermoso de eso. Todo que perder porque otra compañera los disfrutó en MDMA quién sabe dónde. Todo que perder porque yo, nunca los había visto.

Con todos esos pensamientos llegué a la reja del escenario Itaú y me llené de todos los miedos posibles hasta que empezó ‘Oh Baby’. Y las inseguridades ya no tuvieron cabida cuando llegó Daft Punk a tocar a mi casa. Tengo todo que perder pero ¿acaso no está viviendo lo mismo James Murphy? ¿Acaso no transita por la vida como el líder de una banda que se fue para no regresar y años más tarde gira por el fin del mundo como si nada? Yo lo agradezco. Todo Lollapalooza lo agradeció, y se notó cuando ‘I Can Change’ reventó -literal porque estaba en la parte derecha del escenario a punta de rebote-.

Pasó que, para mí, como para muchos poco afortunados, despistados o menores, ver a LCD Soundsystem era imprescindible para cerrar etapas, o eso pensé haciendo una comparación con Arcade Fire, que reducía a la banda de Pat, Nancy, Rayna a un cierre de sucesos juveniles. Pero Yo quería un hit. Y lo tuve. Tuve 13. Y una revelación aún mayor que voy a guardar en mi corazón para siempre, tal como voy a guardar el poder cantar ‘Someone Great’ pensando en mi abuelo muerto.

Tengo todo que perder, pero todos lo tenemos. Esa es la gracia de Murphy y compañía, una agrupación que logra retratar los rincones más oscuros del humano, de la droga, de la pérdida, del miedo al fracaso, del miedo a perder. Todo disfrazado de hit bailable. Bailar y llorar nunca fue tan real, y pude descubrir, junto a miles de personas, que mi capricho con LCD Soundsystem pasa por el miedo. Puedo reflejarme en Russom y su tránsito, en Nancy y su desplante, y en el vocalista, por supuesto. En parte de su historia, en parte de sus letras, en parte de su apariencia, de sus movimiento. Somos los chicos tristes que obvian todo con beats y alcohol, los que tienen todo que perder, pero un buen puñado de amigos para disfrutar los ocho minutos que suena ‘All My Friends’.

No sé de qué serviría caer en la crítica docta sobre el sonido, las luces, el orden del setlist. A LCD no le importa, a mí tampoco me importó. Estaba pensando en otras cosas: el miedo, nosotros humanos pendientes de fracaso, esconderse por esos terrores, salir con temor a la superficie, y nadar a duras penas por la vida. Los que tenemos todo que perder, pero que francamente no nos importa perderlo.