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Róisín Murphy: “El corazón de mi creatividad ha permanecido puro. Eso es una gran suerte”

Róisín Murphy: “El corazón de mi creatividad ha permanecido puro. Eso es una gran suerte”

Uno de los espectáculos más atractivos de la edición 2023 de Fauna Primavera es ella. Son décadas de buenas canciones, expresiones artísticas textiles y visuales, que sólo logran hacer aún más sustancial su música. Conversamos con Murphy sobre su último gran disco, Hit Parade; la importancia de colaborar, lo fundamental que es la ropa sobre escena, ser mujer artista, pero también, mujer de negocios.


Si ya era difícil describir, rotular, comprender a Róisín Murphy, el 8 de septiembre de este año la misión se volvió aún más titánica. Al mismo tiempo que complejiza su arte, da lecciones de lo sustancial que se vuelve la experiencia aún cuando se trata de intangibles como lo es el crear.

Han pasado casi 30 años desde que la cantante irlandesa apareció en la música popular cuando Moloko estrenó Do You Like My Tight Sweater? De ese 1995 hasta hoy mucho pasó. Luego de una consciente carrera con la agrupación, la artista que estampó los dosmiles con ese coro de ensueño en ‘The Time is Now’, no detuvo su torrente creativo, bailable, electrónico, visionario, vanguardista. Y lo embrolla aún más el pasado 8 de septiembre cuando estrenó Hit Parade, el sexto disco de una carrera que ya tenía momentos tan álgidos como Ruby Blue, del 2005, Overpowered del 2007, Hairless Toys del 2015, Take Her Up to Monto del año siguiente, y el robótico y pandémico Róisín Machine de hace tres años.


Este fin de semana, en el marco del décimo aniversario de Fauna Primavera, podremos ver y sentir en vivo lo que significa esta alma chorreante de creatividad, una ícono indiscutible de la expresión artística. No es la primera vez que viene a Chile, ya lo hizo en 2016 en el contexto del mismo festival. La gran diferencia, además de una inminente consolidación de su figura en solitario y dentro de su género madre, es que esa caja llamada pop queda chica, revienta y salpica a otros estilos, motivaciones, elementos musicales.

Cuando se le pregunta a Róisín en qué etapa de su carrera cree que se encuentra, es seca en lo evidente: “no lo sé, en este punto tengo mucha experiencia”. Esa experiencia le permite aventuras como la que vivió con DJ Koze –Stefan Kozalla–, productor con quien estuvo compartiendo más de una década demos que iban y venían, hasta dar con Hit Parade.

“Es un disco totalmente único, no sólo en mi discografía. Es único en su naturaleza. Siempre me interesa trabajar con algo así como productores inconformistas, que escriban y produzcan con esa motivación. Stefan forma parte de una larga lista de productores con los que he trabajado, pero logró llevarme a un lugar muy Stefan, a un lugar DJ Koze, y eso es nuevo para mí. Y muy emocionante también”.

Dieron con 13 canciones colaborativas que pasean por todo lo que uno esperaría encontrar en un carnaval. Es tan refrescante e impactante de escuchar cuando su antecesor parecía ser la cúspide de lo robótico y eléctrico. En Hit Parade todo es tan orgánico y humano, aún cuando se identifica una factura enorme de producción, una claridad sonora admirable, y un recorrido por variopintos géneros y recursos musicales.

Es una tensión que va y viene entre el plástico y el pasto; hongos en un festival electrónico, deseo por quién no se nos asemeja, secuencias rugosas con voces claras, y viceversa; canciones que son canciones en estructura, pero que tienen esa tensión experimental que, en esta pasada, Murphy y DJ Koze explotan en otro tipo de rincones. No en la estructura clásica que se suele romper. No en la disco, no en la pista. Quizás en un pasacalle rural, en una reunión íntima y playera, en un viaje químico a los cincuentas, sesentas. Así se cuelan los riesgos de Hit Parade.


¿Cómo renovar procesos, cómo mantener fresca la creatividad cuando se refiere a construir un álbum? “Es un poco lo mismo todo el tiempo. Trabajo con gente diferente. Es una decisión muy importante para mí el con quién decido grabar discos que me llevan a un nuevo tipo de viaje. Cuando llega lo visual es la música la que me dicta cómo renovar el proceso. Yo interpreto visualmente la música que hago con las herramientas y presupuestos que tengo. Hago lo que puedo, dirijo creativamente la música, lo textil, los videos, etc. Llevo una visualidad que se siente instintiva para mí”.

Ese empuje artístico en lo visual y en lo musical también es capaz de descansar en la colaboración. Desde sus compañeros de banda, la larga lista de productores que la han acompañado, hasta la más reciente pasada con DJ Koze. Para Murphy, la red humana que acompaña la creación es fundamental.

“Para mí todo es una colaboración. Es parte de mi trabajo. Es lo que soy. Sobre todo con la música, pues en lo visual son un poco más yo. Pero con la música, que es el corazón de todo y el trampolín para cualquier otra creatividad, es todo. Es cierto que con el disco llegan videos, material visual, espectáculos en torno al album pero todo surge de la música. Lo importante es que la música sea extraordinaria, porque si tienes música increíble puedes hacer buenos espectáculos, buenas visuales”.

“Cualquier visual con buena música detrás queda genial, en serio. Salgo de mi zona de confort cuando hago música, sobre todo cuando es para algo grande como un álbum. No quiero sentir que estoy haciendo lo mismo que antes, o que no estoy progresando, que no estoy aprendiendo cosas nuevas. La mejor manera de lograr eso es con una nueva colaboración”.

Cuando la vimos en el Primavera Sound Barcelona durante el 2019 la describimos como un verdadero arte bailable. Se ve en sus portadas, en sus míticos clips como ‘Overpowered’. Róisín entiende el vestuario, lo que luce, como una extensión de lo que es, de lo que crea, de cómo suena.


“Me encanta la ropa y me ha encantado toda mi vida. He sido una loca por la ropa desde niña, cuando le robaba las prendas de los años sesenta a mi tía y las usaba y vivía una gran vida de fantasía, de imaginación. Me encantaba disfrazarme. Probablemente quise ser diseñadora de modas en algún momento. También quise ser diseñadora de interiores. Quise ser artista, fotógrafa, cineasta. Cualquier cosa visual o gráfica. Nunca pensé en ser música en la infancia”, asegura en conversación previa a su visita.

Su madre era anticuaria, conocedora de todas las épocas y estilos, incluyendo en esos conocimientos a la moda. Sus tías hacían vestidos, entendiendo tejidos, capas, colores. “Lo tuve alrededor todo el tiempo. Soy una exhibicionista, me gusta hacer una verdadera exposición, me gusta montar un espectáculo y uso cualquier cosa, cualquier herramienta, para hacerlo. Iluminación, música, vestuario, danza, movimiento, espacio, todo forma parte del gran algo. La ropa tiene que hacer mucho por mí en escena: me ayuda a acentuar la forma en la que me muevo y la expresión que intento transmitir a la gente cuando actúo”.

Cuando lo explica suena resuelta, por qué no decirlo, libre. Es inevitable pensar en el trayecto que tuvo que transitar para poder tener estas agencias y decisiones artísticas desde cómo suena hasta la ropa que la acompaña sobre escena. No se puede obviar que es una mujer nacida en los setenta, un boom en los dosmiles.
¿Cómo ha influido la música y el arte general en su definición de mujer? “Tenía 19 o 20 años cuando entré por primera vez a una discográfica, llevaba el pelo corto y viví sola desde los 15 años en Manchester, luego en Sheffield. Y yo no era cantante. Sólo era alguien con algunas ideas. Probablemente Mark Brydon –cofundador de Moloko– pensó que yo era genial, y quizás daba miedo, no lo sé, pero nunca nadie me hizo daño o trató de decirme qué hacer o decidir cuál o cómo sería el próximo disco o los movimientos de mi carrera”.

Que su existencia como mujer en la industria musical haya sido afortunada no la hace esquiva de otras realidades que, injustamente, han vivido en carne propia la invisibilización de su época. Por el contrario, le permite vivir su realidad con otro prisma, agradecer lo que ella misma entiende y expresa como suerte. “Siempre ha habido grandes artistas femeninas, las Kate Bush, las Grace Jones, las Nina Simone de este mundo. Simplemente mujeres extraordinarias, artistas extraordinarias con un catálogo extraordinario, de esas que te sumergen y no puedes salir de horas y horas de música gloriosa. Siempre, siempre, siempre ha habido mujeres increíbles en esta industria”.

“No sé si tuve suerte o qué, no tengo idea, pero así fue. Nunca he esperado que me traten diferente por ser mujer. Nunca me he quejado de serlo porque no he tenido motivos. No digo que otras personas no los tengan, pero por la razón que sea, he tenido suerte con la gente que me rodea. Siempre he puesto gente buena, en quienes confío, a mi alrededor. Ahora es lo mismo. Eso me mantiene segura, capaz de proteger mi esencia creativa. Eso es lo único que quería proteger durante esos años: mi creatividad. Estaba muy centrada en asegurarse de poder hacer lo que quería”.


Con el paso de los años, esas preocupaciones sumaron otras. La maldad del gigante discográfico, las pagas, los acuerdos disparejos, el negocio. “En esos tiempos definitivamente no estaba centrada en lo que había en los contratos, cuánto tiempo la gente sería dueña de los discos, cuánto porcentaje de ese disco estaba recibiendo. No tuve ningún interés en eso durante muchos, muchos, muchos años, y ahora ni siquiera alcanza el tiempo para concentrarme en ello. Y ciertamente ningún artista, hombre o mujer, era alentado a entender estos grandes detalles que conlleva ser artista. Eso ha sido interesante: he logrado desarrollarme como una mujer de negocios a lo largo de los años y el corazón de mi creatividad ha permanecido puro. Eso, también, es una gran suerte”.


Con toda esa entereza artística, y el trabajado conocimiento que requiere disponer comercialmente de tu música, es que Róisín Murphy nos regaló uno de los mejores discos del año, del que podremos tener una muestra –sumado a un repaso por su tremenda carrera– este 24 de noviembre en Fauna Primavera.

Foto de portada por Nik Pate.