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Primavera Sound #3: la última noche (lamentablemente)

Primavera Sound #3: la última noche (lamentablemente)

Built To Spill

Doug Martsch sube diez minutos antes al escenario, con su mochila y su botella de agua. Arregla sus cables, tira bromas con el resto del equipo técnico y musical, y sonríe a los que ya estamos en la reja. Un show de baja convocatoria inicial, uno de esos que se van llenando a medida que van corriendo las canciones. BTS se subió al escenario Primavera con una consigna clara: vamos a celebrar los veinte años del Keep It Like a Secret, y efectivamente eso pasó.

La gracia de este cumpleaños, es que no nos enfrentamos a escuchar el disco en orden, que puede llegar a ser una gran experiencia si es que no eres el creador de ellas. No es difícil imaginar a Doug aburrido de empezar un concierto con ‘The Plan’, algo totalmente opuesto a lo que mostró cuando arrancó con ‘Time Trap’.

Una vuelta divertida para diez canciones, que por supuesto, dejaron un cierre de tinte épico con ‘Broken Chairs’ y ‘Carry the Zero’. Un lujito de nicho, algo que muy bien maneja este festival. Un honor para quienes seguimos a la banda, protagonista de aquellos temas que suenan a lo que tienen: nada más veinte años. Canciones que están en el comienzo de la vida, ansiosas por envejecer con la experiencia y dignidad que merecen, tal como Doug. Canciones de mochila y sonrisas. (Bárbara Carvacho)

Foto por Dani Cantó

Haru Nemuri

En la biografía de Haru Nemuri en la página del Primavera (por cierto, felicitaciones a su equipo de comunicación por unas biografías alejadas de lo convencional y con mucho humor), dicen que ella les escribió prometiendo inyectar “un soplo de aire fresco” en el cartel. Aunque a muchos puede decepcionar un formato de alguien tirando bases y otro cantando por encima, eso no fue un problema para que se alzase con el oficioso título de una de las grandes sorpresas del festival, escondida en uno de los escenarios pequeños.

Su carisma, su mezcla de géneros (pasa de hacer un j-pop convencional a ser una desatada rapera y luego a transfigurarse en una Kate Bush nipona, la comparación más obvia). Quemando calorías sin descanso, gritos, interpelaciones al público, agradecimientos continuos y, en el tramo final, tirándose donde la entregada audiencia la recibió con los brazos abiertos. Su disco de 2018, Haru To Shura ofrece lo mismo, pero de forma más controlada y es enormemente adictivo. Un ejemplo es la interpretación de ‘Yumewomiyou’, una de las grandes canciones del pasado año en la que aunque se pierden matices en la traslación al vivo, se gana la intensidad como huracán escénico. Cerró su set con ‘Riot’, lanzando unas pegatinas firmadas con su nombre y con una larga ovación de un público satisfecho, sorprendido y agradecido por el derroche de la japonesa. Pequeños placeres inesperados que ofrece el Primavera. (Daniel Hernández)

Foto: Reddit

J Balvin

¿Estamos rompiendo o no estamos rompiendo, muchachos? Dice J. Balvin en ‘Reggeaton’, la canción responsable de darle inicio a su presentación en el Primavera Sound, participación no exenta de polémicas en el grueso indie de asistentes, que no terminan de entender dónde quedaron las guitarras y por qué los están “”obligando”” a perrear.

Esos asistentes, que efectivamente existen como voces fantasmas en todas los conciertos que viví, quizás tengan un punto acá. J. Balvin no pareciera estar ni cerca de romperla. Buenos números en streaming, portadas de revista, celebridad en las redes sociales y responsable de dos discos que dan bastante cara en el arco urbano pero ¿qué pasa con el en vivo entonces?

Escenario grande, ‘Reggeaton’ para prender motores y fin. Porque lo que hizo el latino no fue más que poner pistas, cantar los escuetos versos que le pertenecen en remixes, y pretender que un montaje live se sustenta pidiendo que el lado derecho y el izquierdo se enfrenten para ver quién grita más fuerte.

Excelente show de kermés que no cumple ningún aporte real en la experiencia festivalera, sólo ser el nombre latino, el nombre famoso. Ningún sentido tiene cantar ‘Con Altura’ -donde tu participación es un pepinillo-, si es que la responsable del tema ya lo hizo hace 40 minutos de manera impresionante, con un El Guincho dando demasiada más cara que tú. Y así transcurrió la pasada que supo mucho de gringos bailando, uno que otro latino coreando, y un J. Balvin siendo ese tío que todos queremos que se vaya de la fiesta. (Bárbara Carvacho)

Foto por Eric Pamies

Rosalía

Hace un año exactamente a la fecha de su presentación en Primavera Sound, Rosalía publicó ‘Malamente’, abriendo un nuevo capítulo en su carrera. A pesar de decir incansablemente en entrevistas que no se esperaba este éxito rotundo, dudo cada vez más que eso sea cierto. No cuestiono la veracidad de su genuina emoción y sorpresa, porque nadie puede asegurarlo más que ella. Pero la catalana lleva planificando su proyecto de manera infalible hace años. Al día siguiente del lanzamiento de ‘Aute Couture’ Rosalía nos contaba en una rueda de prensa que ese tema viene del 2017, inmediatamente después de haber publicado Los Angeles. Y también nos dijo que no tenía prisa, nunca, en lanzar sus canciones. Algo que resulta extraño en un contexto en el que a los músicos muchas veces la ansiedad les juega en contra: cada viernes en el que no lanzan un nuevo single pareciera marcarse de manera negra en su calendarios, como si eso significara que el único camino es quedar en el olvido.

Cada paso, artísticamente, está pensado. Es por eso que también el show que presentó en Primavera Sound 2019 es clavado al que vimos en Lollapalooza Chile (su segunda aparición, debutó en el festival precisamente en el 2017, junto a Raúl Refree presentando Los Angeles). El traje rojo cambió por uno rosa y al momento en que tocaba presenciar ‘Barefoot in the park’ el escenario se convirtió gracias a las luces en el universo, lleno de estrellas, al tiempo en que James Blake subía a acompañarla. Una gran diferencia, que jugó a favor, fue precisamente que se presentó de noche y que el diseño de iluminación es increíble. Una lástima que nos perdiéramos de eso en Santiago, el marzo pasado.

J Balvin tocaría horas después en el mismo escenario y existía la duda de si, al igual que Blake, subiría a acompañarla en ‘Con altura’. Después de ver el concierto del colombiano resuelvo que qué bueno que no sucedió, porque ella brilla sola y El Guincho lo hace estupendamente.

Hace un año exactamente tuvimos la primera muestra de que Rosalía se comería el mundo. Y está sucediendo, reescribiendo en español el guión que siempre nos mostraron de cómo debiera ser una estrella global del pop. (Javiera Tapia)

Foto por Sergio Albert

Neneh Cherry

Neneh Cherry fue premiada por su carrera musical en esta edición del festival pero, sorprendentemente con el tema de la paridad y el poder de las músicas en primer plano, fue “desterrada” a un escenario menor como es el Pitchfork, con programación exquisita pero de menor convocatoria. Aunque había una importante cantidad de público no dejaba de ser llamativo. Partiendo por uno de su grandes clásicos, ‘Manchild’, acompañada por una banda de asombrosa solidez, el excesivo peso de su último trabajo Broken Politics (hasta seis de las diez canciones de todo el recital) hizo que quedara con regusto a poco.

No se puede negar su impactante presencia escénica, su infinito carisma, pero también era notorio el desencuentro y desconexión con el público que se convertía en celebración casi de alivio cuando apareció ‘7 Seconds’, el clásico compartido con Youssou N’Dour. Lo que no decepcionó fue el cierre, la esperadísima ‘Buffalo Stance’, de su obra maestra Raw Like Sushi. Los comentarios posteriores que pudo escuchar el abajo firmante eran de gran satisfacción, pero eso no era lo que se percibía durante gran parte del show. De todas maneras, cero quejas: pocas veces se tiene la oportunidad de acercarse a un mito mayor de la música popular en tan buen estado de forma artística, sin concesiones a la nostalgia y el sentimentalismo y con la sensación de que lo que se nos ofrece es 100% crudo como el sushi. (Daniel Hernández)

Foto por Sharon López

Kali Uchis

Tiene la voz, tiene la onda y el repertorio. A ganadora llega Kali Uchis a uno de los principales escenarios del evento, esta vez decorado por una plataforma giratoria blanca a lo Ariana Grande en ‘Problem’, y una excelente pero secundaria banda.

Correcta en su entonación, pasiva en interpretación. Se sabe que el rollo de Uchis es el letargo delicado, se nota en sus ojos, en sus videos y en sus tonadas, pero la línea entre hacerlo tu estampa y lucir aburrida no es tan gruesa. Sin mucho bombo ni platillo, sin interactuar demasiado, sin sobrarse por su buena banda, y sin mucho uso del escenario, lo de la colombiana fue, a ratos, una canción demasiado larga.

Cuesta entender que, teniendo tantos hits, se haya dado el gusto de hacer un mix de tres covers cortados y pegados: la nada coreada ‘Pobre Diabla’, la pudorosa ‘Creep’ y ‘Beautiful’ de Pharrell Williams para darle paso a sus últimos tracks, que tampoco consiguieron prender. Sin lograr entender mucho esta decisión de set, pareciera que fue un show plano en la historia de Kali, uno en el que la fuerza nunca llegó y sus aclamados y esperados singles tampoco reventaron como hubiésemos querido. (Bárbara Carvacho)

Foto por Sharon López

Stereolab

Cuando uno tiene cierta edad y tiene amigos de cierta edad (¡incluso más!) ocurre indefectiblemente que cuando comentas que vas a ver tal o cual grupo que regresa, te sueltan:” pues anda que no eran malos en vivo cuando los vi hace 20, 30 o más años” (sí, uno ya es mayor). Me lo dijeron cuando al fin pude ver a Slowdive o cuando comento emocionado que los mejores conciertos que he visto jamás han sido de My Bloody Valentine. O lo maravillado que asistí a la vuelta de Pavement hace una década ahora que han vuelto a anunciar que repetirán en el Primavera el año próximo.

Siempre alguien te dice: “pues, yo los vi en tal bar en el ’93 y fueron un desastre. Pues no veas qué malos cuando aquella gira con X”. Cuando se supo que regresaba Stereolab este 2019 un amigo no faltó a la puntualización para decir: “pues, no me he aburrido yo veces viendo a Stereolab”. Y no tiene nada de extraño. Es normal que cualquier grupo que tuviera su gloria indie en los ochenta y noventas ahora sean mejores músicos y sus conciertos no se note la falta de ensayos y experiencia. Excepto Stone Roses, que siguen igual de malos en vivo. Así que lo que se podía esperar de este bastante inesperado retorno, iniciado apenas cuatro días antes, es mucha más pericia en la ejecución. Y, excepto algún problema de sonido que no se les puede achacar a ellos y una salida en falso, todo sonó en su sitio. Eso es un alivio tras los horrorosos conciertos que da en solitario Laetitia Sadier.

Con un set list matador, lleno de la mayoría de sus grandes canciones (aunque faltaron favoritas como ‘Cybelle’s Reverie’), en un escenario no tan masivo (a pesar de ser un nombre tan llamativo, estaba en el cuarto escenario en importancia) casi nadie podrá decir que se sintió decepcionado. Escuchar de nuevo en vivo ‘French Disko’ y su llamada a la resistencia solidaria o ‘Ping Pong’ explicando los ciclos caníbales del capitalismo, es un extraño placer dado el contexto de un festival que, se quiera o no, es un paraíso del propio capitalismo con marcas que nombran escenarios o áreas de descanso. Pero escuchando ‘Percolator’ es imposible no sentir un encogimiento en el estómago de una banda tan esencial y personal, que su concierto fue un reflejo de esa misma personalidad que plasmaban en sus discos: momentos de pop sublime con pasajes de aburrimiento. Tal cual Stereolab. (Daniel Hernández)

Foto por Sharon López

Róisín Murphy

Nueve canciones bastaron para prender una fiesta que ya venía detonada. En el limbo de las 3 de la mañana, el centro del evento se convierte en plaza principal para quienes disfrutan de la madrugada, gente que suele arrinconarse en los escenarios de la playa, denominados Primavera Bits.

Cuando la cuenta ya iba para atrás y el olor a fin decoraba los mares de gente ebria, Róisín Murphy se paró en el Primavera para dejar en claro que la celebración no termina hasta que ella entra en escena. Seguramente, una de las presentaciones más divertidas de todo el festival. No solo por el histrionismo con el que la cantante viste y desviste su cuerpo mientras interpreta sus canciones, también por la capacidad de complicidad que tiene, que invita a no quitarle la mirada de encima, de estar pendiente de qué se va a poner y por qué lo está haciendo, y cuál es la relación de aquella decisión con la canción, con el set general, con el estado de su carrera hoy por hoy.

Sólo un guiño a Moloko y no fue necesario más. Róisín se defiende sola. Arma un concierto en el que su voz no falla, menos sus pasos de baile, sus tiritones teatrales. Arte bailable, que podría haber durado hasta las 6 am y, probablemente, ninguno se quejaba. Murphy, reina de la noche. (Bárbara Carvacho)

Foto por Christian Bertrand

Mujeres (tocando a Los Saicos)

Como el día anterior con Kokoshca tocando a Las Grecas (y la colección de clásicos de la rumba), la idea de los catalanes Mujeres tocando el repertorio de Los Saicos, en un pequeño escenario, fue lo que vimos el sábado. Pequeño relativamente, 2 mil personas de capacidad oficialmente, juraría que ni la mitad porque la gente de seguridad fue muy celosa de dejar pasar a gente en cuanto estaba ni a mitad de aforo.

Mujeres (obviando a Shellac, por supuesto), debe de ser uno de los grupos que más veces han actuado en el festival. Algunas ediciones hasta en tres ocasiones, así que se podían permitir ser parte de este escenario tan especial y novedoso que se habían sacado de la manga los organizadores. Como pasó la noche anterior, más que un homenaje como tal, se convirtió en una celebración colectiva. Recordaba mucho a las (alcoholizadas) noches en bares indies con clásicos del pop alternativo español que se llevan renovando y revitalizando desde los primeros noventa, en los que esta escena nació. Mezclando el repertorio de los peruanos con el suyo propio, todo lo que sonó fue coreado y jaleado por un grupo que es, esencialmente, Barcelona.

Durante todo el concierto estuvieron bromeando con que ya llegaba el tema que todos estaban esperando, pero las simples y efectivas versiones de Los Saicos, mezcladas con las rabiosas, colectivas, orgásmicas y casi futboleras ‘Vivir sin Ti’ o ‘Un Sentimiento Importante’, cantadas con demencia por toda la sala, convertían cada instante en algo especial, ante los alucinados ojos de los despistados “guiris” (gringos) que se habían colado en la fiesta. Esa que, insistían, en que todos estábamos esperando era, evidentemente, ‘Demolición’. Pero, en realidad, los presentes estaban por ellos. Tras acabar el conciertos, aún cientos de voces no dejaban de corear, ya sin música, con la gente saliendo, casi con el festival terminando, el estribillo de ‘Un Sentimiento Importante’. Creo que todos los presentes coincidíamos en eso: estar allí nos sentíamos arrobados por lo vivido en ese momento, en esos, nuevamente, inolvidables días.

Solange

Emocionante hasta las lágrimas, arte que suena y nada al azar. Incómoda por el sonido, Solange parte un show que debe ser de lo más exquisito que recibió el Parc del Fórum. ‘Things I Imagined’, de su último álbum, es lo que abre el concierto decorado en monocroma con escalera blanca y toda persona sobre ella, de negro absorbente.

Más allá de los discursos sociales que pueden salir entre canción y canción, que muchas veces funcionan como gancho emocional para la empatía, lo de Solange es abrumador por temas netamente artísticos. A pesar de tener un extenso monólogo respecto al estado de su vida, sus momentos oscuros y cómo bailar la ha salvado, justo antes de una coreada ‘Losing You’, la artista saca el discurso en su canto. Pasa en ‘Almeda’, pasa en ‘Cranes in the Sky’. Solange interpreta con la solemnidad del gospel y eso también involucra miedo. Miedo y respeto, tal como ella sintió en los campamentos religiosos a los que la mandó su madre, tal como contó.

Toda experiencia de vida se congrega en un set pulcro, correcto, divertido, emocionante, perturbador. Para cerrar, ‘Don’t Touch My Hair’. Ella, de sonrisa cándida, contrastando con cada palabra de sangre que lleva su canción. Un espejismo de humanidad entre tantos ingleses gritones y selfies. Un pedacito de emotividad que solemos olvidar en el diario. El remezón estomacal sentimental que se te graba a fuego en el cerebro. (Bárbara Carvacho)

Foto por Eric Pamies