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María José Quintanilla: “No hay nada que me mueva más que la injusticia, porque la viví”

María José Quintanilla: “No hay nada que me mueva más que la injusticia, porque la viví”

Conversamos con María José Quintanilla sobre su último single ‘Vengo de Pobla’, la memoria, sobre crecer y juntar todas las piezas para hacer lo que una quiere. También, por supuesto, sobre su participación en la celebración de los cincuenta años de la Cantata de Santa María de Iquique, por primera vez cantada por mujeres.


María José Quintanilla tiene treinta años y la mayoría de las personas que viven en Chile la conocen, al menos, desde hace dieciocho. Su nombre y voz se popularizaron en el programa Rojo Fama Contrafama en el año 2002, cuando ella tenía doce y un año más tarde, se transformó en la primera participante del programa en fichar por Sony Music y lanzar un disco. México Lindo y Querido, su debut de clásicos de rancheras, se publicó y se transformó en un éxito rápidamente, con más de 8 discos de platino y superando la cifra de 180 mil copias vendidas, un completo fenómeno en años en que la industria disquera daba manotazos de ahogado, sufriendo por la crisis. 

Así, la joven cantante pasó a ser artista prioritaria para la multinacional. 

A los 13 años.

Artista Revelación del Cono Sur Americano. Ese es el título que la disquera le entregó, a dos meses de debutar con su primer largo. 

Pasan 17 años desde ese momento y entremedio ocurre la vida completa. Crecer. La muerte de un padre. Seguir cantando. Actuar en musicales, en teleseries, hacer giras y participar en programas de televisión como conductora o panelista. Seguir con la ranchera como género madre y fusionándolo con otros sonidos de la canción popular. 

Pero María José fue música y artista antes de ser famosa. Mucho se sabe sobre lo que dice desde la televisión, pero poco sobre su manejo con todos los instrumentos de percusión andinos. Sus inicios se remontan a Los Maipucitos, un conjunto folclórico infantil fundado en 1987, cuando vivía con sus padres en la Villa General Baquedano de Maipú. Esta es la esencia que, casi veinte años más tarde, se impone como su motor creativo y lo que logra plasmar en su último single ‘Vengo de Pobla’, lanzado en octubre. 

“Antes yo siempre iba a un estudio a hacer las maquetas, me juntaba con Pablo Castro u otros amigos y decía, mira, tengo estos acordes… y ahora me pedían que les enviara la grabación”, algo que en un inicio le complicaba, porque no sabe utilizar “muy bien la tecnología”, dice. Se autodenomina “millenial fracasada”. “No soy una gran compositora, pero siento muy humildemente que me pegué un salto muy grande y se lo debo también a la pandemia, mirándole el lado lleno al vaso”, asegura.

Cuando a los trece años eras artista prioritaria de una multinacional y grababas en Estudios del Sur, puede ser normal haberse saltado la etapa del home studio y no saber cómo hacerlo. Pero al mismo tiempo, en medio de la pandemia y en base a la necesidad, ella descubrió que también aprendió sobre esa técnica casi “por osmosis”, como lo define. 

“Me acuerdo que llamé a mi sonidista y le dije ‘hueón, tengo muchas ideas y no puedo plasmarlas, necesito ayuda’. Y en dos días ya tenía todo armado. Hicimos una videollamada y le decía ‘yo sé que este cable va acá’. Y él me decía, ‘sí, perfecto ¿cómo armaste el micrófono?’. Y yo respondía ‘porque lo he visto, así lo armé y lo tengo todo seteado ya. Está listo’. Y ahí pienso que, claro, vi y estuve tantas horas en el estudio no solo yo, sino que como a veces los estudios se comparten y hay otras personas ensayando, y yo soy buena observadora, aprendí. Enchufé todo y al siguiente día empecé a mandar archivos. Ya tenía tres canciones enviadas. Soy un poco ansiosa con los proyectos, entonces, no te voy a mandar uno, te voy a mandar tres para que tengas una opción de elegir y después te voy a pedir la opinión, y voy a querer que me contestes. Soy trabajólica, es bueno y por otro lado, no tanto. Siento que me benefició mucho, a los 13 una no aprende como lo hace a los 30, los conocimientos ingresan de otra manera y después los plasmas naturalmente. Todo salió caótico pero natural”. 

Sobre la composición de ‘Vengo de pobla’, explica que “el concepto inicial siempre fue el origen de nosotros. Cuando digo nosotros, hablo de mi familia. Entonces, tiene charangos, zampoñas, quenacho, mucha percusión, un trompe… yo tocaba trompe en Los Maipucitos, de hecho, me quebré un diente tocando trompe, es difícil”, dice. “Quería integrar en la canción mi vida en la música y al mismo tiempo nuestro folclor, porque ese es el origen y a veces lo desconocemos”.  

“Me gustó mucho hacerlo, porque también creo que todos pertenecen, que todos están cuando ocupo esos instrumentos, que se transforma en una canción multicultural. Fue un caos, eso sí, porque también tiene guitarrón mexicano, vihuela mexicana, kultrun…”. 

“Recuerdo que cuando hicimos una reunión con el equipo y les mandé una maqueta que hice en la casa. Y les dije ‘va a ser una cumbia que no va a perder mi esencia mexicana, pero quiero meter también el folclor que me acompañó antes de ser la cantante en la que me convertí’. Porque yo empecé tocando tormento, pandero cuequero, onda, pasé por todos los instrumentos de percusión andinos, y les dije, ‘quiero que suene a tierra, que esté ahí toda la esencia de nuestras diversas culturas’. Y todos me miraban con cara de ¿estás segura de lo que vas a hacer? Y mi respuesta era ¡no!, ¡pero intentémoslo, qué perdemos!. También en un minuto me preguntaron si no nos estábamos arriesgando mucho y yo les dije ‘bueno, entonces saquemos una balada romántica y hagamos lo de siempre, pero me voy a dar la espalda. Y no quiero darme la espalda”. 

“Los sonidos que escuchamos en la calle también tenían que estar, porque también me arranqué a las marchas y llevé a mi hermana, está mi familia ahí. Para mí era relevante. Quizás hubiese sido más fácil sacarla como una cumbia mariachi, pero no habría sido honesta conmigo, ni mi idea inicial. Siento que aún así, vayas de perdedor, es mucho más importante ser fiel a lo que crees. Y yo varias veces he perdido, pero es más importante sentir que perdiste, pero que no dejaste de ser tú tampoco”. 

‘Vengo de pobla’ ya pasó hace un buen rato el millón de reproducciones en YouTube y se leen comentarios como “suena todo el día en las radios de Aysén”. Le pregunto a María José si esta canción habría sido compuesta de no haber existido el contexto en el que sobrevive Chile actualmente, entre la pandemia y la revuelta popular. Si es que tiene que ver más con el afuera o con el adentro. Con su respuesta, la balanza se cae más hacia lo primero, tal vez. 

“A veces tenemos una memoria más pequeña de lo que se cree. Si uno hace el recuento para atrás, yo siempre he estado orgullosa de donde vengo, siempre he nombrado a la gente que ha estado conmigo, siempre he nombrado a la Villa General Baquedano, en conciertos, en el canal, en los programas en los que he estado. Siempre he nombrado a mi madrina que sale en el video también, porque ella es una mujer para mí súper poderosa. Es una mujer de la que yo me agarro mucho en la fuerza. Mi mamá también, que ha tenido que luchar y conseguir cosas súper a pulso, sacrificándose. Yo siento que esto parte para mí en el 2006, con los pingüinos. Yo fui super activa ahí, hice un par de noticias por comentarios donde yo establecía -porque lo viví- que pasar de un colegio público a uno privado para mí fue súper fuerte, doloroso. Y de ahí viene ‘Vengo de pobla’”. 

“La diferencia es que yo hoy día agarré una confianza para escribir distinta, que yo no tenía antes, porque no tenía las herramientas suficientes. Porque más allá de que yo trabajo en esto, una está todo el rato haciendo cosas, no tenía un espacio. Y ese espacio me lo regaló la pandemia, para sentarme y agarrar a la Florcita, que es mi guitarra, y me dediqué a soltar en definitiva”.

También cuenta que ‘Te traje flores’ o ‘No me niegues tus besos’ también salieron de ese lugar. “Siento que a través de la confianza que yo agarré como compositora surgen estos elementos que vienen acompañándome desde hace muchos años, solo que una no puede estar dando explicaciones todo el tiempo. Mi papá siempre me enseñó que una persona no solo se conoce cuando se conversa una sola vez con ella, porque si esa persona tiene un mal día, entonces no la conociste bien”. 

“‘Vengo de pobla’ es el orgullo que me genera cada persona que formó parte de mi infancia, sin cerrar los ojos de que la pobla en la que yo crecí es muy distinta a la pobla en la que hoy viven muchas personas. Ahora quizás está mucho más violenta, y por eso hago el hincapié de hacer esta canción con alegría, porque hoy se pone mucho el acento en las cosas negativas, pero la gente que vivía en la pobla hace veinte años todavía está ahí, todavía es el alma de ese lugar. Son las ollas comunes… que hoy se habla de ellas, pero hace años también existían. Yo me acuerdo que en el barrio donde yo viví, cuando se quemaba una casa, todos los vecinos participaban de una colecta, todos donaban sus ropas para los niños y los abuelos, comprabamos pañales. Entonces, esa unidad es la que yo quiero rescatar, es lo que yo quiero plasmar, porque cuando tú desconoces algo y te muestran mucho solo una verdad, con eso te quedas. Ahí lo que faltan son oportunidades, por eso para mí es importante que no se discrimine, porque se sufre discriminación por dónde vives, por dónde trabajas, por tu apellido”. 

“Esta canción para mí es súper relevante, porque es darle el espacio que se merecen esas personas, como mi madrina que aparece en el video, como la Fernanda Thompson que es de El Castillo. Yo estuve en su casa en El Castillo en una cancha y lo que encontré fueron casquillos de balas, pero la Fernanda este año se recibe de abogada, eso quiero rescatar, esa fuerza, esa garra”. También, según un comentario en el video oficial de la canción en YouTube, aparece la señora Mónica, dueña de un negocio de barrio al que uno de los oyentes va y que probablemente fue vecino de María José. 

“263, el Ramón Freire”

En febrero del 2004 los ojos del gobierno y del Servicio Nacional de Menores, se volcaron a hablar sobre el trabajo infantil, probablemente, obligados a mirar por la atención mediática que provocó una operación de urgencia de Christell Rodríguez, niña cantante de seis años en ese momento que saltó a la fama en Rojo. Por su edad, también se hicieron preguntas sobre el bienestar de María José Quintanilla, con catorce años en ese momento, como consignaba una nota del 28 de ese mes en El Mercurio

Hay dos verdades en ese momento. Una conocida y otra no. En primer lugar, que los padres de María José siempre fueron muy cuidadosos con su desarrollo. “Mis papás no querían que hiciera exámenes libres porque parte de estudiar es socializar y no querían que me perdiera esa parte”, cuenta. Y la otra, es que el cambio de colegio público a privado, fue el primer “combo” de realidad que recibió ella. “Fue la primera vez que dije wow, qué distinto es Chile”, dice. 

“Cuando yo pasé de mi colegio en Maipú al de Peñalolén… me tuve que cambiar de comuna porque fue un caos encontrar un colegio que me aceptara con tan poca asistencia y además llegué a uno artístico, entonces podía generar otras herramientas. Dos años me demoré en nivelar mi nivel académico cuando me gradué de octavo, con promedio 6,7. En mi primera prueba me saqué un 3,8 y caí en una depre total porque me esforcé con todo para que me fuera bien en el colegio. Llegué a mi primera clase de inglés y todo el mundo hablaba inglés y yo con cuea me sabía los colores. Entonces, no podía ni siquiera pedir permiso para ir al baño porque no sabía cómo hacerlo. Y me empecé a llenar de rabia, porque había tenido la suerte de acceder a esa educación, pero qué pasaba con el Diego, con la Camila, con la Roxana, con la Carolina, que quizás tenían una habilidad científica y no podían acceder a esa educación. Y me daba rabia”. 

Menciona la época de la Revolución de los Pingüinos como un momento bisagra en su vida, más de una vez durante nuestra conversación. 

“Y yo empecé a conocer las marchas. Y mis papás empezaron a conocer a una hija un poco diferente a sus dos otros hijos. Lo hice porque sentía de verdad que era injusto. Y a mí no hay nada que me mueva más que la injusticia, porque la viví. Porque la vivió mi mamá, mi papá. Por eso se llama ‘Vengo de Pobla’, porque son ellos los que hicieron el camino. Yo vengo con ellos. Para mí fue súper complicada esa etapa porque, además de tener esa frustración de no poder llegar a las notas que yo obtenía antes, y con todo lo que me esforcé para estudiar igual que mis compañeros y de todas formas no me iba bien, tenía esa frustración de por qué no nos tocaba a todos igual”. 

“Había personas que no conocían Gran Avenida. El otro golpe fuerte fue cuando fui a una fiesta, donde se juntaban varios colegios y estaban todos hablando de dónde estudiaban. Me preguntaron y yo dije ‘estudio en el Altamira’ y antes, en el 263. Nunca he tenido problemas con eso, nunca me generó miedo ni vergüenza. Dije ‘263, el Ramón Freire’, y toda la fiesta sorprendida. No entendía por qué. Y recuerdo a una niña que dijo ‘¿colegio con número?’ Y me empecé a sentir diminuta”. 

“Lo mismo, cuando en el colegio me preguntaron qué hacían mis papás. Todos decían mi papá es doctor, es arquitecto… y yo ni siquiera levanté la cabeza porque estaba escribiendo y dije ‘mi mamá es dueña de casa y mi papá operador de grúa horquilla’. Y nadie sabía lo que era una grúa. Y yo explicaba: ‘mi papá trabaja en una empresa de bebidas, mi papá carga el camión con bebidas y las lleva donde tú las comprai’. Y también sentí esa tensión”. 

“Siempre estuve orgullosa porque tuve unos papás que me marcaron con que nuestra historia era valiosa. Siempre. Es valiosa porque hemos luchado y salido adelante, aunque  siempre estuvo marcada por el no debe ser así, pero es nuestra historia. No debería ser un privilegio que tú estudies en un buen colegio, debería ser una normalidad para todos. No debería ser un privilegio que tú, viniendo de un barrio con pocas herramientas para surgir en la educación superior, seas cantante, tú deberías sentarte y poder decidir lo que quieres hacer”. 

“Me criaron con pocas limitaciones para pensar en lo que quería ser cuando grande. Entonces, cuando a los 4 años quería ser astronauta, una caja de lavadora pasó a ser un cohete con las radiografías de mi papá. Crecí con ese poder que me entregó mi familia. Para mí hoy que una niña se grabe cantando ‘Vengo de pobla’ siento que es inyectar esa energía, que no te limites, ni que el resto te diga dónde puedes llegar. Eso es lo que me tocó vivir a mí, aunque suene romántico. Hay muchas cosas que mejorar, porque esa niña debería acceder fácilmente a lo que quiera soñar”. 

—Tu historia es una excepción dentro de una regla de muchos problemas estructurales.

“Sí, es una excepción, pero quiero luchar para que eso no pase más. Que existan las herramientas para lograrlo. Yo siento que a veces al venir de una pobla, una tiene unas formas distintas de comunicarse. Por ejemplo, pedir permiso para todo. Hay gente que no va por la vida pidiendo permiso, porque tiene un respaldo atrás. Es difícil decir ‘voy a hacer esto’ cuando en realidad sabes que si fracasas, sonaste”. 

La escucho y tengo un flashback. A otro tiempo, espacio y lugar. Con otra persona. Es una entrevista con Mon Laferte, en la época en que escribo este libro, y me dice: “Hay que entender algo. Yo soy alguien que no tuvo educación. Yo estudié hasta octavo básico en una escuela, la D-320. No tuve educación, no viajé, no fui a un museo. Yo no sabía nada, entonces, era una persona que sentía que no tenía derecho a opinar, porque mi educación no me lo permitía. La gente que estudia o que sabe, que es culta —es lo que yo pensaba antes—, es la que tiene derecho a opinar. Yo lo que he aprendido es porque he vivido”. 

Durante nuestra conversación, María José menciona en varias oportunidades que en ‘Vengo de pobla’ quiere hablar de su lugar y origen con alegría, entregar otra mirada sobre los barrios populares, opuesta a la estigmatización que sufren históricamente. Una estigmatización que se reproduce día y noche a través de los medios de comunicación masivos, a su vez, un lugar en el que ella se ha estado desarrollando por décadas. 

“Yo siento que es importante que el 2018 haya hecho una nota para la tele desde dentro de la población El Castillo y que haya mostrado a distintos vecinos, creo que eso también hace la diferencia. A mí me encanta llevar música a lugares como ese. Y me esforcé muchísimo y creo que, quizás, la gente no lo ha visto, pero tuvimos el placer de llevar en vivo a Los Jaivas, Illapu, Joe Vasconcellos, a la Fran Valenzuela… el equipo técnico llegó a las cinco de la mañana a montar todo para hablar de las canciones y de su historia. Ahí está mi pega, porque si alguien me dice ‘ah, es que tu trabajai en un medio de comunicación’…

—Con tu experiencia trabajando en medios masivos ¿tú crees que se pueden llegar a cambiar esas ideas que una y otra vez se difunden por ahí? 

“Sí, se puede cambiar, porque cuando yo hice esas notas, la gente nos apañó. porque finalmente acá hay dos visiones, primero es algo que necesitamos hacer y segundo, todo responde a la reacción de la persona que está viendo también. Es la responsabilidad de los medios y de quienes ven esos medios. Porque yo te muestro algo, y si no funciona, quizás ese contenido no lo voy a poder volver a mostrar, entonces, tenemos que hacer un cambio todos. Verlo desde lejos es fácil. Hay que actuar en comunidad. Se cometen errores, sí, pero siento que mi labor es darle la vuelta”. O plantar semillas. 

Me cuenta sobre un episodio que es muy importante para ella. Y que quizás, refleja, esas pistas que va dejando, de algo mejor. 

“Cuando canté en chedungun [lengua original de los Pehuenche] ‘Arauco tiene una pena’, ¿sabís lo que fue esa cuestión para mí? Fue el regalo más lindo que he tenido en mi vida. Poder conocer a Olguita Llanquileo, estar en su casa, ir a estudiar el chedungun que es super difícil, preguntarle mil quinientas veces ‘usted cree que no les voy a faltar el respeto, pregúntele a su comunidad’. ‘No mijita, démosle’, me decía”.

“La conocí hace como dos o tres años. Yo fui a la casa de ella, porque es profesora de mapudungun en un colegio. Y como yo hago muchas giras, la mayoría de los internados en los que me quedo a dormir están en español y mapudungun. Y siempre me ha interesado mucho, en ocasiones me han cantado el cumpleaños feliz en mapudungun y tengo un respeto absoluto y súper desde el útero, además creo mucho en esa medicina, es algo muy emocional para mí. Ahí conocí a la Olguita que fue un día a cocinar y le pregunté si quería cantar, porque finalmente mi alma mater siempre es la música y trato de llevar todo para allá, trato de meterla siempre. Cantamos ‘Arauco tiene una pena’ en un momento bien conflictivo para hacerlo en chedungun y español. Y creo que ha sido una de las bendiciones artísticas más bonitas que he tenido en mi vida”. 

Mientras para algunos crecer significa perder un fuego inicial, para María José ha sido lo contrario. Agarrar lo que uno ama, su memoria y honrarlo, sin miedo. Le pregunto cuál es el comentario sobre su última canción que más le ha sorprendido.

“Hay gente que dice ‘ah, dice que es de pobla y es terrible cuica’, ja, ja, ja, yo digo whaaaat!”, grita, aclarando que tampoco se calienta la cabeza por eso. “Yo creo que vivir en ese lugar me ha permitido ser positiva, porque es un lugar en donde no te puedes detener a llorar. Si mi mamá se hubiese lamentado, mi papá se hubiese muerto antes. Mi mamá tuvo que salir a trabajar no más, porque mi papá estaba postrado en cama. Esa garra la he transformado en mi garra también. Hay que conocer la historia completa, pero para eso te tenís que tomar al menos cuatro cafés con esa persona porque hay mucho paño pa’ cortar. Si tu revisas mi historia, esto comienza el 2006, con pocas herramientas de lenguaje porque también estaba pasando por un proceso de educación complejo. Hoy agarré la confianza y la capacidad de hacerlo”. 

Vamos mujer

Un hito importante para María José es su participación en la celebración de los cincuenta años de la Cantata de Santa María de Iquique de Luis Advis, interpretada por Quilapayún y, esta vez, junto a varias artistas confirmadas como Javiera y Colombina Parra, Ema Pinto, Camila Moreno, Ana Tijoux, Elizabeth Morris y Magdalena Matthey. Se podrá ver vía streaming este sábado 12 de diciembre.

“Ellos me convocaron [Quilapayún] y me sentí súper emocionada. Lo primero que sentí es que mi papá me había hecho un regalo desde alguna parte del universo, porque esta obra me la regaló él cuando tenía 14 años. Nos íbamos todos los días al colegio escuchándola y yo cantaba y él relataba. Para mí es una obra familiar muy potente. Mi papá quería que conociera también la lucha de los obreros del salitre y la única forma que encontró para que su hija pusiera atención era regalándome la música. Es una obra que junta varios mundos, una historia muy dolorosa, un legado también porque una hereda la música de sus papás, entonces, sentí una emoción profunda. Además Quilapayún es parte de la banda sonora de mi infancia entonces poder compartir en ensayos ahora, muy patudamente, como colegas, me sentía en un sueño”, dice.

“Lo que más me sorprendió de los ensayos es lo técnico que es todo, como la organización, el respeto, los silencios, estábamos todas nosotras muy concentradas y teníamos esta conciencia de lo que representa la Cantata, sobre todo en estos tiempos de la lucha por el obrero no para obtener algo gratis, sino algo para hacer su trabajo dignamente. Lo majestuoso también de la música generó un ambiente muy bonito, muy solemne y mis compañeras que son muy secas”. 

“Me parece que es súper bonito [de parte de Quilapayún] haber convocado a mujeres a participar de esta obra que siempre ha estado ejecutada por hombres. Creo que los tiempos también llaman a que así sea y estar en los cincuenta años también es algo que se va a recordar siempre. Me quedo con la emoción de interpretar una de las obras más importantes, de forma colectiva, que rescata mujeres, haber conocido a Quilapayún en la interna, poder hoy encontrarme con ellos desde otra vereda, del cariño cercano”.

“Agradecida estoy también de que ellos tengan esta disposición tan familiar de enseñarnos, de compartir, creo que es algo que no voy a olvidar, ni el proceso ni la obra que va a poder ver la gente cuando se conecten al streaming. El proceso es algo que no tiene una capacidad contable, porque es impresionante todo lo que aprendí y más adelante podría generar algo entre nosotros, una conexión musical. Ojalá se dé, sería un sueño para mí”.