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Marisol García: “un documental de un gran músico que no me cuente ningún problema me pone a la defensiva”

Marisol García: “un documental de un gran músico que no me cuente ningún problema me pone a la defensiva”

También puedes escuchar la entrevista completa en nuestro podcast semanal.

No nos dimos cuenta y el festival de cine y documental musical In-Edit Chile llegó a los quince años de vida. Este año, el programa contiene estrenos, proyecciones, charlas y encuentros en vivo en torno a historias de música en cinco salas de la capital.

Sobre cómo ha cambiado la audiencia en estos quince años, Marisol, directora de prensa del festival cree que esta “ha crecido. Hay un voto de confianza que le dan al festival como un lugar desde donde, me da la impresión, se transmite una curatoría que de parte del equipo es bien firme. Es obvio que la cantidad de documentales de música crece y el festival no intenta llevarlos todos o llevar cualquiera por el hecho de calificar. Hay una selección en lo chileno, un criterio en las categorías que se establecen, que queda en competencia, etc”.

“La audiencia me gusta, porque siento que todavía va a ver documentales y toda esta marca de época que es hacerse parte de encuentros en torno a la música, en torno al cine, por la experiencia y por la sociabilización más que por la nutrición de contenidos, que siento fíjate, todavía no roza In-Edit. La gente va a ver documentales, va a más de una función, va a varias, y más allá de cosas numéricas que nos siguen resultando muy impresionantes como que se agoten los abonos en verde, nadie está muy preocupado de alfombras rojas, ni de parte de la organización ni tampoco de la audiencia. Es medio inútil decirlo, pero me gusta plantearlo, que no es necesario contagiarse con esto que te digo que es una marca de época, que uno va a los lugares no tanto por el contenido. Lo de la experiencia está súper estudiado y es lo que marca a estos tiempos y no digo que esté mal, pero siento que aquí prima el contenido todavía, porque creo que el hecho de armarte un calendario, reservar espacio, tampoco es tan fácil, requiere una dedicación”.

Hace algunas semanas, en la presentación de los documentales de la Competencia Nacional, algo quedó claro. Año a año sube el nivel, desde la calidad de la fotografía, hasta la diversificación de relatos y la manera de construirlos. Algo que indudablemente, tiene que ver con el trabajo de quince años de este festival.

“Siempre vi a In-Edit en una doble función hacia el medio chileno. Uno era acoger la producción que existía, a los buenos documentales darles ese reconocimiento, pero también siempre sentía que el hecho de llevar una buena programación internacional en plan debut en muchos casos, con documentales de gran nivel, era una forma también de educar localmente en torno al género documental musical. Yo creo que ha sido evidente año a año. Se notaba mucho el contraste durante muchos años entre lo nacional y lo internacional, en la narrativa que se le daba a los documentales y como la falta de oficio o de cultura en torno al documental musical, seguía acá instalando la idea de que el documental era una suerte de homenaje que un fan le hace a su banda favorita y lo que se necesita es ver a la banda tocando, con entrevistas que coincidan con que es una gran banda. Es un esquema por el que el documental internacional también pasó, hace muchos años. Los documentales de reportajes musicales o de cronología también fueron así, los que uno veía en MTV o VH1. Y siento que fue una época, una que se superó, se diversificó mucho. Siento que en Chile se está entendiendo desde ahí, desde la importancia de relatar a veces pequeñas historias, a veces trayectorias que no son una sucesión de conquistas, sino que por supuesto acogen los claroscuros que son consustanciales al trabajo en la música hasta para Frank Sinatra. A mí un documental de un gran músico que no me cuente ningún problema me pone a la defensiva y sospecho de inmediato“, asegura Marisol.

“El documental de Los Rockers fue un hito, esta suerte de subgénero que a mí me encanta, que es el documental de música de los que les va mal. Desde hace un tiempo en el In-Edit hay por lo menos uno. Son historias completamente creíbles y confiables, porque una tiene amigos músicos o uno los ve y sabe que junto a un buen show hay unas latas eternas de pruebas de sonido y mucho más en países como este, con varias cosas que se te vienen en contra”.

“Entonces sí, veo esa diversificación y también la afirmación de una narrativa. Lo bonito de la narrativa del documental musical es que también es muy diversa, porque eso a veces consiste en prescindir del exceso de opiniones y apoyarte más en registro, en la música. Es importante que los documentales de música tengan música y aunque te suene increíble, hay muchos que se les olvida. Otras veces esa narrativa está dada por historias con anécdotas muy particulares, como las que puede tener alguien como Álvaro Peña. Es bastante elocuente que este sea, creo, el tercer documental que damos sobre él. Es el hombre con menos hits y más documentales de la música chilena y eso hace que uno se acerque a él desde ese lado de la cronología de éxitos”.

“El contraste de mundos que presenta Holden, porque no es solamente la historia de una banda que viene a Chile, es la historia de una francesa tocando en Talca y lo que esto le sugiere a ella, una cosa inesperada, quizás más inesperado que triunfar en Santiago, es terminar en pequeños locales de pequeñas ciudades de Chile y cómo documentales como el de Gepe acogen algo que ya es hora de acoger dentro de las historias dentro de la música, que son los recelos, lo que se discute, porque todo músico enfrenta eso. A veces malos entendidos, a veces polémicas. El disco Folclor Imaginario tiene ese carácter, es un disco tan comentado e interesante como discutido y sería absurdo que un documental no acusara recibo de esa discusión entre ortodoxia y nuevas maneras de ver el folclor chileno”.

“No quiero hablar en contra de los ganadores de otros años, porque creo que ellos, desde el primer In-Edit que fue los Fiskales Ad-Hok siempre destacaban por esto en contraposición a los demás. Siempre el ganador tenía este plus que lo hacía ver como un documental definitivamente por encima del promedio. Hemos tenido, en ese sentido, cosas interesantes que mostrar, pero el grueso del género, siempre lo he dicho, para un país con una tradición de documental social y político tan interesante como la chilena, el mundo de la música todavía mostraba una lectura un tanto complaciente, predecible y que ya era hora de sacudir. Lo mismo le ha pasado al documental musical en el mundo”.

—Pensando en que el documental es un registro y hago el paralelo con la prensa…

“Siempre digo que el In-Edit es ideal para los periodistas. Siempre digo que vayan los que estudian cine y periodismo. A mí como periodista, conocer a los directores de documentales que han venido invitados, siempre me sirve, porque de lo que se está hablando es de cómo contar atractivamente una historia. A mí me sorprende siempre escuchar a los directores que hemos traído de trabajar documentales, Julian Temple o Vincent Moon siempre tienen algo qué decir, encuentro que hay un símil en cómo estructuras un reportaje de investigación, por ejemplo”.

—Hago el paralelo con la prensa musical y con la falta de, también. Lo que no nos entrega la prensa actualmente en Chile, lo pueden entregan los documentales que son nuevas maneras, en algunos casos, de contar historias sobre música.

“Me hace pensar lo que dices tú, que este diagnóstico que te hacía sobre el exceso de complacencia que en algunos momentos podía tener el documental musical en Chile, también se puede ver en la prensa. Ahora, en general no me gusta generalizar, creo que la prensa musical chilena… no, no es diversa, es muy poca, mucha menos de la que debiese ser, pero tiene algunas personas que trabajan bien y así como también hay documentalistas que desde el primer año de In-Edit han marcado una diferencia”.

“Aquí feliz de hablar como periodista y periodista de música, entonces, hablo de lo que tú dices de encontrar un espacio de investigación, de aproximación, de relato en torno a la música que en estos momentos los medios no te permiten y también como un campo de trabajo para quienes nos guste la investigación. Mi elección ha sido el periodismo escrito y es una elección cada vez más ingrata. Incluso también el tema de los libros. Y una lo hace porque lo quiere hacer y hay algo de dedicación de otro tipo, pero a mí como investigadora de la música popular, por supuesto que veo la posibilidad de colaborar con documentales o ver que el tipo de tema que a mí me interesa abordar podría abordarse mejor en ese formato”.

“Jorge Leiva es el mejor ejemplo de alguien que pasó del periodismo escrito hacia allá, porque es donde encontró un lugar. Y ejemplos de esto hay muchos. Y el periodismo musical se enfrenta hoy ciertamente a una crisis, es evidente, desde casi todos los puntos de vista. Y son cosas tan palpables ya, que una ya pasó del reclamo, ni siquiera cabe reclamar. Es un cambio de hábitos en quienes escuchan música y a la vez un cambio de criterios en quiénes nos pagan que no tiene vuelta atrás, pero que no por eso pone en duda, a mi juicio, la necesidad de algo que yo he defendido siempre, que es escribir y trabajar en serio con un tema que no suele tomarse en serio, que es la canción popular y a quienes trabajan con la canción. Si eso en algún momento hubo que hacerlo en diarios, se hizo en diarios, después tocará filmar o youtubear, que así sea”.

“Es la historia del periodismo de siempre. El periodista nunca tiene que juzgar, condenar o quejarse, para mí tiene que tratar de entender y ahora estoy tratando de entender algo que nos perjudica, que nos da lata, que nos da pena”.

—Creo que no estamos preparados como para no reclamar, porque es a lo que te dedicas, es tu ocupación…

“Ayer recibí dos Rockdelux de regalo y de verdad ¡no estoy preparada!, porque es tanta la alegría que me produce leer buen periodismo de música que no estoy preparada para cortar con ese hábito y claro, me apena, por hábitos míos. Creo que se habla mucho de la crisis de los medios y que no se circunscribe por área, pero creo que el periodismo musical la está teniendo particularmente dramática y difícil”.

—O sea si antes de la crisis no se tomaba en serio, imagínate ahora.

“Y el reflejo de que no se tomara en serio es lo mal pagado que era y que es. Ahora, lo que yo no estoy dispuesta a ceder, con todo este discurso a favor de la adaptación, de no quejarme, es que yo sigo creyendo que el periodismo musical bien hecho es super necesario. Es profundamente necesario para la discusión cultural en un país. La música no es menor que el cine, la literatura o el teatro. No lo es. Y que eso tiene que abordarse con rigor, con oficio, con perspectiva amplia de tiempo. No vale solo cachar las últimas tendencias. Entonces, en eso no voy a ceder. Supongo que estás en una parada parecida”.

—Sí, la verdad es que sí. 

“El respeto que me merecen los documentalistas de música es enorme. Este año estamos con cortos, también. Imagínate un chico que es bailarín del Municipal y decide hacer un corto sobre los técnicos, sobre el acceso que él tiene a las bambalinas del teatro. ¡Bravo! Eso no le va a generar ningún éxito comercial mayor, pero hay una aproximación que poca gente la podría haber hecho tan bien como él. Y el respeto que esos trabajadores tienen por la música puede ser igual al que tú o yo podamos tener”.


ALGUNAS RECOMENDACIONES DE LA CARTELERA

“Me gustó muchísimo The King. El director viene de la escuela del documental político, ha hecho varios, incluso uno sobre los negociados en la guerra de Irak y la presencia de Estados Unidos en el Medio Oriente. Y aparece ahora con esto y te preguntas ¿qué hace este tipo hablando de Elvis Presley? Y también ¿qué de nuevo se puede decir de Elvis Presley? Pero hace algo que Greil Marcus también hizo en un libro, pero este documental lo hace muy bien. Y es tomarlo como el símbolo que es y lo eleva a que el sueño americano es una mentira, porque finalmente, quien mejor representó al sueño americano murió infeliz y desgraciado. Y el relato de ese ascenso y caída él lo compara con los últimos sesenta años de la historia de Estados Unidos y ahora bajo Trump, estaría en su fase gorda de Las Vegas, ja, ja, ja. Ese cruce que lo hace muy respetuosamente y con mucha presencia de la música, porque esto se habla con músicos, es muy bonito”.

“Me gusta también Ethiopiques, que es la historia de un movimiento bastante desconocido para nosotros, ¿qué vamos a saber de jazz etíope? Pero también del fanatismo de un coleccionista francés que si no es por él, esto no se hubiese develado al primer mundo y él actúa como una especie de Ry Cooder, pero antiguamente, por una serie de compilados que él sacó al conocer lo fantástica que era la música de esta generación”.

“También el de Joan Jett, más que nada porque si bien el relato puede ser algo esperable en torno a ella como pionera, sobre las Runaways, yo no sabía que generaba tanto respeto en gente de otros lados. Habla maravillas de ella en el documental la Kathleen Hanna, Iggy Pop. Tiene una influencia bien marcadora sobre gente que uno no esperaría, porque una también la tiene asociada a un tipo de canción radial. Me entretuvo bastante”.

“Estoy tratando de no hablarte de los puros de vieja, jajaja. Porque también me gustó mucho el de Joao Gilberto, ahí hay una cosa bien interesante cuando hablábamos de la narrativa. Cómo levantar un documental si eres suizo, fanático de la bossanova y te vas a Río a buscar a un hombre que no está. Que nadie puede ver. Que no se asoma. Al ver el documental me arrepentí mucho de no haber ido a verlo a San Carlos de Apoquindo hace como quince años. Él se esconde, pide comida y pide que se la dejen en la puerta para no ver al que se la trae, etcétera. Y a través de eso, da cuenta de un movimiento, una generación, un patrimonio que es innegable, porque todas las canciones que suenan son conocidas”.