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Blur: Tomar desvíos para poder volver

Blur: Tomar desvíos para poder volver

Y lo que el corazón siente y lo que la mente recuerda, el cuerpo no lo esconde ¿verdad Damon, Graham, Alex y Dave?


Si comenzaste tu banda a fines de los ochenta y durante las décadas siguientes se convirtió en una de las más importantes de la música popular de fin de siglo, gracias a una gran-gran, cantidad de éxitos, pero aún así decides —en 2023— comenzar tus conciertos con los temas de tu nuevo disco, es porque tienes entre manos una declaración de intenciones.

Eso fue lo primero que pensé con el inicio del show que trajo Blur a Fauna Primavera. Creo que lo que quisieron comunicar es que, aunque muchas veces a su público lo mueva la nostalgia por todos esos grandes discos (y los momentos personales en que cada persona los hizo suyos), algo que es válido; este, uno de los proyectos insignes del britpop es mucho más que eso. Que la banda y sus canciones fueron y son más que el propio contexto en el que surgieron, que todavía les queda mucha vida por delante y que los (cada vez más abultados) fees que pagan los festivales por actuación no son las únicas razones para seguir subiéndose a los escenarios. 

No sé qué opinará la fanaticada que les ha visto en otras ocasiones en el país, pero creo que en términos de “echarle ganas”, es posible que este haya sido su mejor concierto (bajo ningún punto de vista sus visitas anteriores han sido mediocres, que quede claro, pero algo diferente había en el ambiente). Y ese algo diferente, creo, sin duda, es The Ballad of Darren, su disco publicado en julio de este año. Quizás estoy sobre analizando, pero al ver este espíritu tan efusivo, tan de fiesta, un engranaje tan perfecto entre la banda, alejada del piloto automático y, sobre todo, el disfrute que se hacía patente en el escenario, no podía dejar de pensar en lo que Damon Albarn le decía a Charlotte Gunn en esta entrevista en Consequence of Sound, en julio de este año. Antes del nuevo disco, antes de tocar en los dos Wembley agotados. Antes de todo: “The Ballad of Darren es el primer álbum legítimo de Blur desde 13”. ¿Por qué? Porque desde ese lanzamiento de 1999, es el primero que trabajaron todos juntos, con tiempo, como banda:  Damon Albarn, Graham Coxon, Alex James y Dave Rowntree.

Y lo que el corazón siente y lo que la mente recuerda, el cuerpo no lo esconde.

Así que presenciamos sus nuevas canciones en vivo que defienden con la misma grandeza sus hits de antaño. Todos bailamos con ‘Boys & Girls’, ‘Coffee & TV’ y ‘End of a century’. Todos saltamos con ‘Song 2’ y se nos movió la sangre dentro del cuerpo con ‘Popscene’, un tema que ha crecido cada vez más desde su salida en el 92’, convirtiéndose en uno de los favoritos.

Pero hay algo en lo que quizás nunca me había detenido a pensar durante un show de Blur: que si tienen el talento innato y trabajado para crear grandes piezas de pop que siguen sosteniendo las noches de baile en discotecas santiaguinas, sin descanso, ese don también construye las canciones que se alejan del rock, de los estereotipos estéticos del britpop y de las portadas de la Cool Britannia. Es en ese registro en el que Blur aparece como una figura gigante e inabarcable. En piezas como ‘Tender’, ‘To the end’ (que Albarn cantó cariñosamente con una fan) o ‘The Universal’. Es allí cuando las palabras y las descripciones se acaban para dar solo paso a la observación y a la escucha. Porque a veces las palabras sobran o, simplemente, sus significados no alcanzan. Describir al Blur que se pone épico es tratar de fotografiar un atardecer en el horizonte y perder todos los matices que nos hacen querer observar en primer lugar. 

Blur es historia del pop, pero también es historia personal, para las miles de personas que estuvieron ese día en la primera noche de Fauna Primavera. Pero no es en el público en el que pienso cuando me devuelvo a esa noche. En mi memoria primero están las sonrisas de estos señores ingleses que se hacían ojitos mientras tocaban. En las palmaditas en el culo que Damon le dio a Graham haciéndole poner una voz chistosa en medio del coro de ‘Coffee & TV’. Me quedo con la posibilidad que desvelaron esa noche para todos nosotros, como si fuesen un oráculo: que casi cuarenta años después de seguir el mismo camino, la emoción y el juego pueden seguir existiendo. Y que solo es posible persistir en esa ruta que elegimos (o nos eligió) si estamos dispuestos, también, a tomar unos desvíos de vez en cuando. Solo así podremos volver. Me quedo con los rostros felices de estos señores ingleses que vinieron a Chile a, quizás, comer un par de lomitos chacareros para seguir pasándola bien.