Es una época extraña para el artista. El público ha adquirido un gusto morboso por los biopic, películas biográficas que explotan los detalles de la vida de actores, cantantes y personalidades de distintos ámbitos y cuyo valor recae en qué tan similar es la imitación del protagonista que se pone en los zapatos de aquella personalidad, qué tan parecida es la recreación que se está haciendo de los eventos ya conocidos que, pese a ser de dominio público, son inevitablemente re-interpretados.
El visionado de este material es divertido y permite que el público se sienta parte de una realidad a la que solo tuvo acceso como espectador, cayendo en un juego que podríamos llamar “la única verdad posible”. El juego de “la única verdad posible” es un ejercicio errático en la construcción de la memoria, forjando realidades paralelas de momentos a los que nunca podremos acceder.
Aunque esto refiera principalmente a trabajos de ficción, los documentales también pueden caer en una dinámica similar. Al tratar de re-construir la vida de un artista que ya no se encuentra con nosotros inevitablemente queremos recurrir a quienes le conocieron, quienes trabajaron a su lado, quienes le quisieron y hasta todas las anteriores. Y si bien es cierto que parte de lo que somos viene desde quienes nos conocieron y las marcas que dejamos en ellos, existe una urgencia en estos espacios de re-construcción de la memoria donde el artista, vivo o muerto, pueda definirse a sí mismo a través de lo único que realmente debería importarnos: su arte.
Ese es el tipo de barreras que Brett Morgen está rompiendo con Moonage Daydream, el documental que se presentó este jueves al mediodía en In-Edit 2022 y que lleva un par de meses dando vueltas en las listas especializadas como lo mejor del año.
El largometraje sigue la carrera de David Bowie en todas las vanguardias artísticas que componen su inusual pero exitosa carrera de más de cinco décadas de longevidad. Los cómo, los por qué, los contextos y los momentos que le permitieron traer a la vida algunos de los proyectos más fascinantes de la historia del rock y la música en general. Todo contado a través de las propias palabras del artista.
De hecho, son pocas las intervenciones que se ven en ‘Moonage Daydream’. El cuerpo narrativo del documental lo compone un denso material de entrevistas y videos del mismo Bowie, donde sus canciones sirven como hilo conductor de la historia del legendario cantante. Desde sus inicios como un inquieto niño de clase trabajadora en Londres, surgiendo como artista incomprendido que de a poco fue generando seguidores, creando alter egos y desechándolos cuando estos ya no le parecían interesantes. Su llegada a Nueva York, su aislamiento en Berlín y la ternura de su relación con Iman, que lo llevaría a replantearse su vida y su carrera. Nada se le escapa a Morgen, quien con precisión de bibliotecólogo repasa estos momentos al ritmo de una verdadera ópera espacial, quizás lo más cercano a lo que el artista podría merecer.