Estuvimos en la sexta edición de Fauna Primavera, junto a los amigos de Heineken. Se pudieron ver diversos cambios en su realización. El más evidente, fue el de locación. La versión de día se desarrolló en el Espacio Centenario, un sitio eriazo ubicado a la altura del 12 mil de Avenida Las Condes. Aunque siempre será positivo poder llegar a un festival en transporte público sin mayores problemas, el lugar no estuvo acondicionado de la mejor forma. Todo el suelo era tierra y piedras, lo que dificultó la estancia para muchas personas -con caídas incluidas- y sobre todo para los asistentes en sillas de ruedas. Por otra parte, la productora debió agradecer que el cielo estuvo cubierto de nubes. Fuera del escenario de RBMA, no había ninguna carpa que protegiera a la gente del sol.
En cuanto a los servicios, hubo variedad de alimentos, pero no es posible que luego de cinco ediciones, aún no mejore la experiencia de venta. De perogrullo será decir que los precios son altos, como en todos los festivales que se realizan en Chile, prácticamente, pero es cierto. Excesivo es, además, que en un lugar del que no se puede salir después de ingresar, casi en verano además, se venda medio litro de agua en dos mil pesos, aunque hubiesen algunos dispensadores de agua.
Por otra parte, la manera de poder conseguir bebestibles o alimentos era cargando una pulsera con dinero, igual que la Bip del Transantiago. La primera carga no podía ser inferior a cinco mil pesos y, si sobraba dinero al final de la jornada, esta se puede solicitar recién dentro de esta semana a la ticketera, con un cargo de quinientos pesos de transferencia. Fácilmente, sobre todo en la noche en Espacio Riesco, podías perderte un buen rato de un show intentando conseguir algo para refrescarte.
Ese fue otro dilema. Quizás, por estar produciendo en dos lugares diferentes, Espacio Riesco tuvo más problemas en sus servicios e incluso en el ingreso al recinto, que se atrasó más de una hora, armando una larga fila de asistentes en Avenida El Salto.
Fuera de todo esto, todas las bandas sonaron bien y salieron a tiempo en ambos lugares, pero conociendo la experiencia de Fauna produciendo shows en vivo, sorprendían algunos aspectos de la organización. Es de esperar que para la séptima edición, mejoren.
¡Vamos a los shows!
La Femme
Es sabido que las bandas que actúan en los primeros turnos de los festivales están condenadas a un público reducido y, aunque lejos de los nombres principales, a veces es en esos horarios cuando se pueden encontrar conciertos sorprendentes. Ese fue el caso de los franceses La Femme, que salieron al escenario cuando los primeros asistentes recién comenzaban a llegar y reconocer el pedregoso terreno del Fauna Primavera.
Durante 50 minutos, el sexteto presentó canciones de sus dos discos, Psycho tropical Berlín y Mystere, optando por el costado más acelerado de su repertorio. Así, hasta hicieron bailar a quienes llegaron a escucharlos, sobre todo en aquellos instantes en que la guitarra de Sacha Got transitaba entre la música surf y el rockabilly.
En el escenario, La Femme parecen una banda llena de teclados y sintetizadores, pero su real impulso proviene desde otras zonas. Desde esas guitarras y, sobre todo, desde la batería de Noé Delmas, encargado de esos ritmos hipnóticos, primarios, contagiosos en los que reside buena parte de la intensidad de esas canciones. Bastaba mirar la botella de agua que se tambaleaba sobre el teclado de Clémence Quélennec para comprobarlo. Energía pura. (Rodrigo Alarcón)
Camila Moreno
Tal como La Femme, es probable que la actuación de Camila Moreno haya merecido un mejor marco de público. Cuando salió al escenario, poco después de las dos de la tarde, todavía eran pocos quienes pudieron escucharla. Lo que dejó pasar el resto de los asistentes fue una oportunidad de escuchar en vivo las canciones del estupendo Mala Madre, que copó casi todo el repertorio de este sábado. ‘Tu mamá te mató’, ‘No parar de cerrar’, ‘Libres y estúpidos’, ‘Máquinas sin dios’ y ‘Bailas en los polos’, fueron algunas de las canciones que Camila Moreno presentó en medio de dificultades técnicas que persistieron durante toda su presentación. Fue tan notorio, que cuando se escuchó una pista inoportuna en medio de una pausa, optó por tomárselo con humor: “Bueno, en el escenario de al lado está tocando Camila Moreno”, ironizó.
A pesar de eso, Camila Moreno hizo un show a la altura de lo que viene mostrando hace tiempo, un concierto que tiene sus mejores momentos cuando las canciones despegan hacia zonas inesperadas. Por ejemplo, cuando ella samplea su propia voz y el efecto multiplicador la torna aun más poderosa, cuando todo se vuelve eléctrico, aumentando el poder de canciones como ‘Incendié’ o una temprana composición como ‘Antes que’. O, por último, cuando se multiplican las percusiones, como en ‘Máquinas sin Dios’, un encuentro entre sonidos sintéticos, ritmos enrevesados en los timbales, un cuatro distorsionado y hasta una tímida coreografía. (Rodrigo Alarcón)
Los Bárbara Blade
Son amigos, se divierten y se nota. El trío de nacionales compuesto por Lorena, Felipe y Max llevó todo el dembow, afro y hasta sonidos de videojuegos al escenario de Red Bull Music Academy y lograron hacer bailar a los primeros valientes que llegaron al toldo que se encargó de subir aún más la temperatura.
Largos viajes sonoros peculiares, un público dispuesto a darle el vamos a la jornada, y estos compañeros que tienen la confianza de darse órdenes y sonreírse para felicitarse por entrar a tiempo, dejar un espacio a la improvisación, y celebrar junto a la masa considerable fue lo que protagonizó el debut en grandes festivales de los chilenos que, a pesar de no tener más de un par de años haciendo hits bailables -como fue el caso de la re-conocida por la mayoría, ‘Vitamina C’- dejaron en claro que con esfuerzo y ganas se puede.
Era recién el comienzo de un día que fue mutando, tal como lo hizo la presentación en vivo de LBB. El baile estuvo asegurado, y las ganas de poder ver su nombre en otros eventos del estilo quedaron activadas para el futuro. (Bárbara Carvacho)
Los Bárbara Blade
El trío conformado por Lorena Álvarez, Felipe Castro y “Maxi Cat” Murillo se presentó inmediatamente después de Aye Aye, logrando juntar una buena cantidad de gente en su show.
La propuesta de los chicos se acerca a la neocumbia (porque claro, si hay un neoreggaetón chilensis para hipsters, por supuesto que también debe haber algo de cumbia), pero con una actitud bastante inocente, que a ratos se acercaba peligrosamente a lo que Fredi Michel nos mostró hace poco menos de diez años, pero que igualmente logra generar una identidad propia.
De cualquier manera, los teclados certeros de Álvarez y la guitarra protagónica de Castro lograron calentar a una audiencia que pedía a gritos más baile y fiesta, cosas que consiguieron con la banda, y que seguirían consiguiendo más tarde en dicho escenario. (Manuel Silva)
Kurt Vile
Lo esperábamos. Queríamos ver su pelo chascón al viento que tan bien combina con sus tracks más famosos. El productor, cantante y parte importante de The War On Drugs, trajo su metralleta de trabajos solistas junto a sus The Violators, quienes demostraron que su pega es más que ser la banda de compañía.
A ratos sacaron a Vile del letargo, otras le dieron una mano en cuanto a coherencia sonora, pero sacando cuentas finales fue un honor poder escuchar este indie folk/lo-fi que alcanzó plenitud cuando, por fin, el sol daba un poco la mano a torcer y se mostraba dispuesto a ser un poco menos rudo que en años pasados.
Detalles de su debut en solo, Constant Hitmaker, su paso por Matador en discos como Smoke Ring for my Halo, su mega famoso Wakin On a Pretty Daze y hasta su estreno del año pasado, B’lieve I’m Goin Down tuvieron su espacio para armar un espectáculo que pocas veces falló en cuanto a cómo se escuchaba. Sabemos que Kurt pueda ser un chico tranquilo, pero nos quedamos con un poco de ganas de verlo brincar con la potencia que traen sus canciones, tal como las primeras filas se dispusieron a hacer desde que la primera entrada sonó hasta que -con atraso- el estadounidense agradeció y se retiró para darle el paso a otra protagonista de este Fauna Primavera. (Bárbara Carvacho)
Courtney Barnett
¿Quién necesita bailarines o un traje de látex cuando tienes la fuerza que Barnett le entrega a su guitarra? A diferencia de Kurt Vile -que varias veces recurre a su banda para afirmar sonidos y llenar el espacio- la australiana se lleva la atención por sí sola.
La cantante, siempre normal-siempre media tímida, ingresó al escenario y desde que se colgó su instrumento no hubo quien la detuviera. Llega a parecer que Courtney entiende a las cuerdas como su extensión, y hace ver a su guitarra como si fuese la cosa más liviana, fácil de manejar y hacer sonar como los dioses.
Nada que decir de su calidad e interpretación. Es la diosa y se ganó todas las miradas dándonos una clase de cómo ponerle útero a lo que haces, y a nosotros no nos quedó más que disfrutar de su sonrisa que te invita a querer ser su amiga y pedirle que, por favor, toque un poco más.
Muchos quedaron sorprendidos por ella y su talento, tal vez terminó siendo la gran ganadora de la media tarde, cuando los más adultos o alejados de la música actual empezaban a llegar para adecuarse a los nombres grandes como Primal Scream o Air, pero antes de eso, tuvieron el privilegio de toparse con una de las voces más frescas por estos tiempos.
Courtney me conversó: me contó sobre la comida orgánica, las masturbaciones sin mucho sentido, el querer salir de fiesta y querer quedarse durmiendo al mismo tiempo, y este mundo hiper preocupado del dinero que estás generando, sea cual sea tu pasión, talento o trabajo. Me abrazó con su música y no quedó más que aplaudir fuerte con la esperanza de que iba a volver a aparecer delante de esas gráficas normalmente irónicas que recién pude notar cuando despegué la vista de los ojos de Barnett que te hacen creer toda la honestidad con la que se para frente a cien o diez mil personas para contarte un poco cómo va su vida. (Bárbara Carvacho)
Com Truise
Cuando recién ibas a entrar al peculiar recinto que se encontraron para este año, lo primero que llegaba a ti era un enorme letrero que te llamaba a moverlo, moverlo. Y aún cuando el grueso de la fiesta era por la noche, el escenario de Redbull se lució con sonidos experimentales y electrónicos para darle un respiro a los que se aburrían de esperar entre presentaciones y hacer brincar a los más entendidos. Uno de los nombres que agradecimos para la tarde fue el de Com Truise.
Un viaje con todas sus palabras que se paseó por lo más duro del Dj pero que también abrió huecos para canciones más pop que hicieron que el camino fuese disfrutable para los no-tan-entendidos en la amplia carrera que lleva este músico y productor.
Chillwave para una tarde que ya venía avanzada y que explotó cuando sus tracks reconocidos sonaron, como pasó con cada pieza del In Decay que llegó a sonar en esta carpa, que te hacía sudar un poco más de lo necesario, pero que luego terminaste queriendo, porque entre bailar sobre piedras y bailar sobre pasto seco sí que hay diferencia.
El espectáculo que mostró Truise es estudiado, sabe lo que hace y sabe cuándo hacerlo para que no olvides el trance ni te distraigas con el del lado o el sonido de otro escenario. Lo mejor de dos mundos: un poco de sus remixes a artistas de fama mundial como Deadmau5 o Charli XCX y un poco de su propia cosecha, la que más rescatamos, la más cuidada y que nos permitió ver a Com en su estado más puro. Listo y dispuesto para hacernos bailar. (Bárbara Carvacho)
Aye Aye
Había visto anteriormente el show de Aye Aye en Ratatat, por lo que ya sabía más o menos a lo que nos podíamos enfrentar. No obstante lo anterior, la presentación de Carlos Reinoso fue aún más esquizofrénica de lo que pensamos, quizá motivado por el movido ambiente que ofreció durante todo el día el RBMA Stage, o bien porque era la oportunidad precisa para que el proyecto se diera a conocer de buena manera en uno de los más importantes festivales de música de Chile en la actualidad.
Reinoso no sólo es un buen exponente de la electrónica nacional, sino que también sabe cómo armar una performance completa. Es bastante simple, pero el uso de su ya conocido títere gatuno genera una cercanía muy interesante con el público, quienes no solamente bailaron al ritmo de sus canciones, sino que también rieron al ver que el gato “tomaba cerveza” y “cantaba” en varias ocasiones.
De esta manera, Aye Aye cierra un año que lo ha visto lanzar su primer EP como solista en Discos Pegaos, así como también presentarse de muy buena manera en varios shows importantes a lo largo de este ajetreado 2016. (Manuel Silva)
Lia Nadja
El caso de Lía Nadja fue uno de los más preocupantes, ya que la chilena ha logrado crear una carrera por sí misma, a punta de esfuerzo y buena música experimental, mas parece no haber sido suficiente para los que estaban bajo la carpa del RBMA Stage. Su presentación partió solamente con dos personas en el público, para que luego de dos o tres canciones, llegara un montón de gente considerablemente menor al de Los Bárbara Blade, lo cual fue claramente lamentable.
Quizá el timing le jugó una mala pasada (a esa hora también tocaba Kurt Vile & The Violators), sin embargo su show igualmente logró mover a las pocas personas que estábamos mirándola, confirmando así que Lía Hernández está haciendo las cosas bien. Mal que mal, no por nada llegó hasta donde está hoy en día. (Manuel Silva)
The Brian Jonestown Massacre
Fue un asunto de velocidad e intensidad. Luego de la actuación de Courtney Barnett, The Brian Jonestown Massacre salió a bajar las revoluciones, liderados por ese gruñón de fama mundial que es Anton Newcombe. Vestido completamente de blanco, como un (aun más) extraño Neil Young, el vocalista se dio tiempo para quejarse por el sonido, interrumpir una canción a pocos segundos de iniciada e ironizar sobre la música que se alcanzaba a escuchar desde el escenario electrónico, pero -afortunadamente- se dedicó, fundamentalmente, a lo que parece ser su único objetivo en la vida: tocar la guitarra en esas canciones colgadísimas que ha hecho durante los últimos 26 años con Brian Jonestown Massacre.
Poco más de una hora alcanzó solo para repasar apenas parte de la extensa discografía de BJM, incluidas algunas piezas del reciente Third world pyramid. Sonaron ‘Who?’, ‘Anemone’ y ‘Vad hände med dem?’, por ejemplo, pero sean viejas o nuevas canciones, no cambia mucho. La de BJM es música que rehuye de los artificios, que tiene en el baterista Dan Allaire a un protagonista clave y en Joel Gion a su personaje más singular: completamente de negro, su única función es golpear el pandero, ocasionalmente lanzarlo por los aires, hacer unas cuantas poses y atreverse con algún coro desganado. Por todo eso, es una pieza inolvidable de la banda. Y es música que casi siempre avanza por terrenos pantanosos. Son canciones que se arrastran pesadamente, sobre tres guitarras que se entrelazan en cada una de ellas y que así, paulatinamente, invitan al trance. No siempre es fácil entrar allí, pero una vez adentro, es difícil salir. (Rodrigo Alarcón)
Edward Sharpe & The Magnetic Zeros
De primeras, siempre tuve curiosidad por ver cómo se desenvolvía una banda de cerca de diez personas en el Heineken Stage de Fauna Primavera, y ciertamente mis dudas se vieron resueltas ayer.
Si hay algo que destacar de la presentación de Edward Sharpe & The Magnetic Zeros (¿o quizá sólo The Magnetic Zeros?), es que tienen una cercanía única con su público, lo cual se nota a simple vista. El show es esencialmente una conversación con sus fans, tal como si estuvieran todos compartiendo unas piscolas (trago que de hecho Alex Ebert probó ¡y no le gustó!) en un asado cualquiera.
Ebert bajó del escenario a compartir con “sus nuevos amigos” en varias ocasiones, incluso mezclándose con la multitud y dejando que un fan cantara ‘Home’ junto a él, escena que, por cierto, marcó uno de los momentos más emocionantes de la jornada.
Tal como dijo la persona en cuestión, esperamos cinco años para volver a verlos en vivo, pero vaya que la espera valió la pena. (Manuel Silva)
Trax Records Showcase
Uno de los shows que personalmente esperaba con ansias era el showcase del mítico sello Trax Records, una de las discográficas más importantes —si es que no la más importante— de la escena house de Chicago de a mediados de los ochenta.
La presentación fue iniciada por Screamin’ Rachael, quien a pesar de rondar por los 60 años, sigue siendo una de las buenas DJs de house en el mundo. Su carisma no solamente hizo bailar a todos los que estábamos ahí, sino que también cantó y gritó (no por nada es Screamin’ Rachael) hasta más no poder, dejándonos a todos con la sensación de que sí, efectivamente estábamos viendo a una de las leyendas vivientes más importantes de la electrónica mundial. Posteriormente Marshall Jefferson y Robert Owen hicieron lo propio, cantando como sólo ellos lo saben hacer, además de repasar el amplio catálogo del label norteamericano.
Para ser honestos, hubo varios momentos de play n’ stop en el set, además de algunos errores de mezcla y timing, no obstante el sólo hecho de saber que estábamos frente a estas leyendas, era motivo suficiente como para pasar por alto dichas falencias.
El momento alto de la jornada: cuando pincharon ‘Your Love’ de Frankie Knuckles. El que sabe, comprenderá lo importante que fue. (Manuel Silva)
Underground Resistance
A medida que avanzaba la noche, el cielo nos entregaba unos colores hermosos, los cuales comenzaban a ser musicalizados por Underground Resistance, colectivo de Detroit que hizo bailar hasta más no poder a una audiencia que se movió durante horas al ritmo de los beats que nos entregaba la intensa parrilla de artistas que pasó por la carpa del RBMA Stage.
Al contrario de lo que podríamos haber pensado, el set de los estadounidenses no se basó solamente en un estilo musical, sino que más bien transitó por una variedad muy interesante de géneros y canciones, entre las cuales incluso sonó cómodamente una especie de remix de ‘Nummern’ de Kraftwerk, cosa que pocas personas podrían lograr al mezclar este tipo de electrónica con temas IDM o techno, derechamente.
A medida que avanzaba el set, me iba preguntando cómo es que no conocí a este colectivo antes, ya que son uno de los grandes musts si es que te gusta la música bailable. (Manuel Silva)
Primal Scream
Bobby Gillespie pertenece a esa estirpe de cantantes cuyo magnetismo es indescifrable. Es difícil explicar en qué consiste exactamente, pero basta verlo unos minutos sobre un escenario para entenderlo. El sábado, saltó al del festival Fauna Primavera a hacer lo que sabe: agitar a las masas, quedarse pegado con la mirada perdida, entonar baladas sentidas, bailar algo de rocanrol, levantar su micrófono como diciéndole al público que allí está la clave de todos los misterios. Es decir, salió simplemente a ser Bobby Gillespie.
Todo eso lo hizo durante los 75 minutos que duró la tercera actuación en Chile de Primal Scream. Si la última visita -2011 en el Teatro Caupolicán- estuvo centrada en revivir Screamadelica, esta vez lo de Primal Scream fue un repaso más amplio a su discografía. Aquel disco de 1991 sigue siendo una columna vertebral, esta vez con Kurt Vile tocando la guitarra en esa preciosa canción que es ‘Damaged’, pero también hubo espacio para otras caras. Para el desborde rockero de ‘Jailbird’ y ‘Rocks’. Para el reciente Chaosmosis, que sin ser brillante, no destiñe ante canciones mayores. Y para el fascinante XTRMNTR: solo habían tocado tres canciones cuando despacharon ‘Accelerator’, una aplanadora impulsada por el guitarrista Andrew Innes, y sobre el final ofrecieron ‘Swastika eyes’, una canción que ya tiene 16 años y cuya letra vuelve a tener cruel actualidad.
Es cierto que ya no son los de antes. Hoy los coros suenan en pistas pregrabadas, ya no está “Mani” Mounfield, ya no está el fallecido Robert “Throb” Young, pero Primal Scream sigue siendo una banda demoledora. Entretenidos y vibrantes como pocos. Exterminadores. (Rodrigo Alarcón)
Air
Describir en palabras el show de Air es una de las tareas más complejas que te pueden encargar, ya que es tan atrapante de principio a fin, que no te alcanzas a percatar bien de qué fue exactamente lo que viste. Los franceses volvían a Santiago para generar una atmósfera envolvente, que te hacía olvidar la cantidad absurda de polvo que había en el aire, e incluso a los drones que volaban sin parar y que a ratos distraían al público en menor medida. Al final, lo importante era lo que pasaba en el escenario.
Las catorce canciones que sonaron anoche se hicieron poco para quienes habían esperado cerca de seis años el regreso de Jean-Benoît Dunckel y Nicolas Godin, dúo que realizó un show que nos dejó a todos más que contentos.
‘Venus’, ‘Don’t Be Light’ y ‘Cherry Blossom Girl’ le dieron el puntapié inicial a un set que finalizó con ‘La Femme d’Argent’, desatando la euforia de un público que, desde la parte posterior, se veía mucho más prendido que quienes estaban sentados en las sillas de playa, sacándose selfies y estando básicamente por estar (“Es como música para extraterrestres”, dijo un neófito que estaba al lado mío. Esa onda).
Tal vez uno de los puntos más interesantes es cómo los franceses utilizan los elementos visuales en sus presentaciones, ya que ciertamente cumplían a cabalidad con su obvia función de apoyar al aspecto musical, pero que además generaban un ambiente muy interesante, que es absolutamente necesario para entregar un buen espectáculo en vivo, cosa que por algún motivo aún hoy muchos artistas chilenos todavía no logran comprender.
De cualquier manera, Air fue el cierre perfecto para una jornada de Día que se caracterizó por tener a muy buenas bandas en sus escenarios, a un público que estaba ahí por la música, y otro que estaba clara y simplemente para figurar, manía que ojalá logremos erradicar de una vez por todas en el futuro cercano. (Manuel Silva)
Róisín Murphy
La jornada de Noche estaba 100% dedicada a la música electrónica y la fiesta en general. Sobre Róisín Murphy, podemos decir que su presentación transitó, o más bien rozó ambos aspectos, pero ciertamente no era lo que necesitábamos. Me explico. Murphy tocó sólo diez canciones, dentro de las cuales los cambios de vestuario eran recursos que utilizaba constantemente. Si a lo anterior le sumamos que tanto la iluminación como las gráficas aportaban tremendamente a un set repleto de buena música, lo que necesitábamos realmente era un show en solitario de la irlandesa, no su participación dentro de una fiesta de música electrónica (que es como se vendía la sección Noche de Fauna Primavera).
No obstante lo anterior, Róisín se las arregló para hacernos disfrutar de todas y cada una de las canciones que interpretó. Sin importarle lo cansados que estábamos, nos hizo bailar a punta de beats y buenos temas, llegando incluso a tocar su hit ‘Overpowered’ en una versión un poco más recatada, con banjo y sólo un par de capas electrónicas.
La irlandesa vino presentando su disco Take Her Up The Monto, lanzado en julio de este año, sin embargo sólo le dedicó dos tracks (‘Mastermind’, tema con el que abrió, y ‘Ten Miles High’), para así tocar más versiones extendidas de su discografía… Y sí, también tocó algo de Moloko, específicamente ‘Forever More’ y un trocito de ‘Sing it back’. Podrán imaginar la alegría del público cuando sonó dicha canción.
Decir que su show estuvo bueno, es quedar corto. Róisín Murphy es sin duda una de las grandes exponentes del pop electrónico, que sí o sí debe volver a nuestro país pero en solitario, porque cerca de 75 minutos de música ciertamente no fueron suficientes. (Manuel Silva)
Foto de portada: Róisín Murphy por Gary Go/Fauna Prod.