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Róisín Murphy: La madurez del bailable carnaval

Róisín Murphy: La madurez del bailable carnaval

En un país donde los carnavales son escasos, poder deleitarnos con el despliegue musical, visual y emocional que significa uno así de probado es un regalo. La ex Moloko demostró por qué es una de las líderes del pop experimental desde hace tanto tiempo, y aún así, nos hizo protagonistas de este parade.


“Soy una exhibicionista, me gusta hacer una verdadera exposición, me gusta montar un espectáculo y uso cualquier cosa, cualquier herramienta, para hacerlo. Iluminación, música, vestuario, danza, movimiento, espacio, todo forma parte del gran algo. La ropa tiene que hacer mucho por mí en escena: me ayuda a acentuar la forma en la que me muevo y la expresión que intento transmitir a la gente cuando actúo”, nos contaba Murphy en una entrevista previa a la fiesta que vimos ayer en pleno atardecer en Parque Ciudad Empresarial.

Hay muchas cosas para decir sobre la artista; tomo la de tener la capacidad de rendirle honores a la fiesta, a la celebración, al carnaval. Al contrario de lo que propone la electrónica y la rave hija del neoliberalismo, Róisín es de la trinchera del sonido electrónico y experimental como contracultura. Desde los tiempos de Moloko, su voz e interpretación es chispeante, invita a la pista, también al pensarnos mientras nos movemos. Sabemos que es un privilegio tener espacio reflexivo para pensar en cuerpos, movimientos, formas de expresión. Murphy toma esta suerte y la potencia usándose como canal, para que nosotros podamos tener pizcas de esa fortuna.

Se demuestra en su última placa, Hit Parade: indescriptible, colaborativo, maduro, lúdico sin ser absurdo. Esto no es un carnaval de hedonismo. Podría serlo, sin embargo son las pequeñas decisiones artísticas las que sacan a Róisín del foco, llevándolo ella misma, a nosotros. Su performance textil, clásicas intervenciones visuales típicas en los shows, es una primera puerta que se abre, que da sensación de espacio cómodo para salir de nuestros mundos internos y entregarnos a un colectivo danzante.

Una pequeña cámara en escenario, que nos introduce íntimamente a su carnaval, es otra importante puerta abierta. Poniendo al público bailante como visuales en las pantallas, o permitiéndonos ver de cerca la obra en ejecución de su increíble banda, la cantante es la médium entre la masa y el trance que conceden sus canciones. Ya nos había adelantado que el set sería especial, sacándole protagonismo al último disco y dándonos clásicos por ser público poco frecuente. Cumplido y agradecido: la segunda canción ya era ‘Overpowered’. Así son las reinas que no descansan en éxitos, pues rápidamente pasó a intervenciones menos famosas como ‘CooCool’ o ‘The Universe’.

Si lo que vemos es importantísimo en este concierto, lo que se escucha lo es más. Al final de la historia es lo que nos tiene moviendo los pies, pensando en cómo nuestra ropa es una extensión de lo que pensamos, sentimos. Una comunicada banda hizo y deshizo mientras la artista saca prendas, cambia energías escénicas, enfoca al público y saca aplausos con pasos trabajados. Es gracias a esta misma banda que pudimos reencantarnos con canciones tan conocidas como ‘The Time Is Now’ o ‘Sing It Back’, adaptadas a una versión mucho más carnavalesca, que llegaron a interpretarse con hasta cuatro percusiones simultáneas.

Un deleite, un número seguro que no duerme en eso: siempre hay algo que te va a sorprender en un concierto de Róisín Murphy que no es la propia Roísín Murphy, y ayer fueron, efectivamente, los músicos que la acompañaron en escena. Porque esto no es una rave para borrarse, esto es una rave para pensarse, disfrutarse, mientras artistas hacen lo que mejor saben hacer sobre un escenario. Que se repita. Todas las veces que se pueda. Por el momento, let’s make this moment last.