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Kashmir: Pequeñas y extrañas sorpresas

Kashmir: Pequeñas y extrañas sorpresas


Si hay una banda que representa la quintaesencia del dato de boca en boca, ésa es Kashmir. Dos décadas, seis elepés, canciones memorables, colaboraciones con David Bowie y Lou Reed y un nombre ganado a pulso. El cuarteto danés se presenta por primera vez en nuestro país el 8 de marzo, y comenzamos la cuenta regresiva para su visita conversando con Kasper Eistrup, compositor, frontman y lider de este cuarteto danés. Una entrevista que abarca desde cabañas perdidas en Suecia hasta tiroteos en Nueva York, siempre con la música como telón de fondo.

Estamos a fines de enero, es mediodía y Santiago arde en pleno e insoportable verano. Mientras tanto, son las cuatro y tanto de la tarde en Copenhague, Dinamarca, donde el invierno es crudo, duro y aún no tiene planes de retirada. Ésta es la tercera o cuarta entrevista de esta suerte de rueda de prensa que está dando Kasper Eistrup, al teléfono desde su tierra natal. Sin embargo, es cordial y amable. Como si no llevara largo rato contestando las mismas preguntas, una y otra (y otra) vez.

Después de media hora de espera, el saludo y la declaración de principios (“I’m a huge, huge Kashmir fan” y todas las demás naturales y sinceras felaciones verbales del caso). Y sin saber cuánto tiempo durará esta conversación, comenzamos.

Se da la coincidencia de que Kashmir vendrá a Chile por primera vez justo ahora, cuando cumplen 20 años de carrera.

-Así es.

Es inevitable, me imagino, mirar hacia atrás. Los discos, las canciones. ¿Cómo te sientes respecto a todo lo que han creado durante este tiempo?

-Bien. Estoy muy orgulloso de lo que hemos hecho. Todos los estamos. Por supuesto, no puedes estar igualmente satisfecho con todo. Pero creo que hay una razón por la que seguimos aquí: aún sentimos que tenemos algo que ofrecer. Siempre hemos estado muy conscientes de no hacer música cuando no tenemos nada que decir. Por eso, hemos tenido largos períodos de tiempo en que no hemos hecho nueva música: porque, a veces, nos falta inspiración. Por lo mismo, cada vez que nos juntamos es por necesidad. No de generar dinero, sino de expresar algo, y es maravilloso que continuemos juntos, y mucho más que otras personas aprecien lo que hacemos.

Especialmente cuando ninguno de los discos que han sacado es igual a los demás. Su sonido ha cambiado, evolucionado…

-Claro que sí.

Es lógico suponer que las inspiraciones han sido muchas, a lo largo de estas dos décadas. ¿De dónde han salido?

-De varios lugares. Somos grandes consumidores de música, de arte en general, y nos gusta inspirarnos unos a otros. Cuando encontramos algo extraordinario, algo que nos inspira, lo compartimos entre nosotros. Nos gusta mostrarnos nuevos sonidos. Yo escucho muchas cosas, y muy distintas entre sí. Esta misma tarde oía música francesa de comienzos del siglo XVIII, me gusta escuchar composiciones clásicas. También soy muy feliz con el krautrock. Soy fan de Pink Floyd desde los 12 o 13 años, nos encantan las melodías experimentales. Y los Beatles siguen siendo una de mis bandas favoritas (aunque ya no los escuche tanto). Son una gran influencia, por cómo lograron desarrollarse a través de su carrera: de ser cuatro tipos haciendo canciones pop a conseguir algo tan profundo y lleno de significado, y eventualmente disfrazarlo con ropas sicodélicas, además.

Supongo que la idea de cuatro personas haciendo música te es familiar.

-¡Exacto! Y todos los escuchamos, hasta hoy. También me gustan las grandes canciones de Elton John, creo que ha compuesto algunas canciones pop brillantes. Aún escucho cosas de Motown, de fines de los ’50 y principios de los ’60. House alemán, bandas como Eloy, Kraftwerk, La Düsseldorf. Cosas así. Me gusta la simplicidad de la música pop, pero creo que si puedes desafiar a la media, y tratar de vestir tus melodías de otra manera, sazonarlas con algo más que azúcar, puede ser mucho más interesante o duradero. Por eso me gustan tantas cosas distintas.

Ese oído musical tan variado se nota a la hora de escuchar los discos de Kashmir. Ahora que estamos en el año 2011, cuando miras hacia atrás, ¿qué piensas de esos primeros trabajos, de “Travelogue” (1994), “Cruzential” (1996) o “The Good Life” (1999)?

-¡Hey! No los he escuchado hace algún tiempo, pero siento que íbamos bien encaminados, aunque era sólo el comienzo. “Travelogue” y “Cruzential” fueron nuestros primeros viajes en el negocio de la música. Había tanto que no sabíamos en ese entonces, y eso es parte de su encanto: estábamos ansiosos por probar que éramos buenos músicos (risas), aunque realmente no lo éramos tanto. Pero tocábamos mucho, nos gustaba mostrar lo que podíamos hacer con nuestros instrumentos. Personalmente, prefiero el tercer álbum, “The Good Life”, y de ahí en adelante. Creo que fue cuando, al fin, logramos tener una idea de lo que es hoy la esencia de Kashmir.

Al mismo tiempo, desde 1999 ustedes comenzaron a bajar un poco el tempo de sus canciones, en comparación a lo que era “Cruzential”: esas ráfagas de energía en muchos temas. Tal como dijiste, como tratando de probar algo.

-Sí, exacto. Y en ese entonces, los shows en vivo eran agotadores. Teníamos que saltar y gritar y volvernos locos todo el tiempo, lo que era muy acorde a nuestra edad, entonces. Pero luego creces, te vuelves más introvertido, quizás te rompen el corazón y son otros los lugares que te inspiran. Pierdes algo, ganas algo, envejeces y tu música debería reflejarlo. Creo que es patético tratar de hacer algo que no eres, y eso es algo de lo que estoy orgulloso cuando miro nuestra carrera. Siento que nuestros discos son hechos de trozos y piezas muy personales, como un diario de vida de cuando fueron creados. Es divertido y me es interesante escucharlos, porque realmente es un viaje a través del tiempo. Puedo sentir el exacto sabor o aroma de lo que pasaba entonces.

PERSPECTIVA SONORA

Esa madurez se nota, sobre todo en el último trabajo que compusieron, “Trespassers” (2010), que saldrá oficialmente este mes en Chile. Hablemos de eso un poco. Ahora que ya llevan un año promocionándolo y tocándolo en vivo, ¿qué piensas de él, habiendo tenido la oportunidad de, por así decirlo, volver a saborearlo?

-Ésa es una buena forma de decirlo. Aún me gusta, y siempre debería ser así cuando haces un disco, ¿sabes? El momento en que lo estás haciendo es complejo, hasta que lo terminas y ya no puedes volver a sesionar ni cambiar nada. Ahí, es fresco, es nuevo y así es como quieres que sea. Por algo lo hiciste, ¿no?. Lo bueno es que aún no hemos compuesto un álbum que nos sintamos incapaces de superar, ¡porque entonces no tendríamos razón para seguir haciendo música! Cuando escucho este último trabajo, hay muchas partes en las que me digo a mí mismo que deberíamos haber hecho esto o aquello, agregado ciertas cosas y sacado algunas otras. Pero me dejó muy contento. Las letras reflejan lo que pienso. Y el sonido es muy claro, tal como queríamos que fuera.

Es curioso que me menciones eso. Hace un par de días le mostré este álbum a un amigo que no los había oído en años, y apenas comenzó ‘Mouthful of Wasps’ (el tema que abre “Trespassers”), me dijo exactamente lo mismo: que ahora sonaban mucho más claros, potentes y profundos.

-Era la idea. Hay quienes lo critican por ser demasiado claro, o nítido, pero era lo que queríamos. Por eso le pedimos a Andy Wallace que lo produjera, junto a John O’Mahony, y creo que fue una buena idea. Teníamos esta visión de algo con muchas capas de música y que tuviera una perspectiva sonora muy profunda. Que te pudieras parar frente a los parlantes y casi sintieras que podías mirar dentro de ellos… lo que podría ser un largo viaje, dependiendo del tamaño de los parlantes (risas).

Este último trabajo se suma a todo lo que ya han hecho, que es mucho y muy variado. E incluso así, sigues pensando que te queda bastante por hacer. Eso es llamativo: la sensación de que aún puedes desafiarte a ti mismo, y a toda la banda, con lo que venga eventualmente.

-Yo diría que sí. Hay nuevos caminos y creo que todavía tenemos mucha música dentro. Eso es lo maravilloso de hacer discos, siempre debería ser de esa forma. Siempre deberías sentir que puedes hacer algo mejor la próxima vez. Si no es así, no hay razón para que lo vuelvas a hacer. Ahí es cuando muchas bandas, creo, no son capaces de terminar a tiempo. Tú ves todos estos grupos que siguen y siguen, destruyendo su propio mito en el camino porque la belleza de lo que hicieron antaño se esfuma en esta expresión moderna de algo sin inspiración, como un traje que ya no les queda. Realmente espero que nosotros seamos capaces de detenernos a tiempo.

Y hasta entonces, ¿qué te interesa hacer?

-Me interesa mucho la música instrumental. Me encantaría, en algún momento, hacer un disco sin voces con Kashmir. Algo más ambient, o… crear algo de una manera distinta a la que se usa para ensamblar las canciones de pop plástico. Lejos de la estructura pop de armar temas. Algo más mental, si se quiere. Ése es mi sueño. No sé si vaya a cumplirlo, pero espero que tengamos una oportunidad pronto.

Dudo que muchos hubieran esperado que dijeras que quieres hacer ambient.

-Tengo muchas ideas, hay muchos géneros con los que quiero jugar, ¿sabes? Cambia día a día. Pero, al final, la mejor música es la que no puedes controlar. Cuando miro los temas de los que me siento más orgulloso, apenas recuerdo de dónde vinieron. Y eso es algo que te motiva a continuar: quieres volver a ese momento mágico cuando esta canción ocurrió en tu mente y algo muy especial pasó. No puedes decir qué, pero es como si te lo hubieran enviado desde otro lugar.

Un momento único.

-No soy una persona religiosa ni nada por el estilo, pero debo admitir que he tenido experiencias en que he dicho “¿de dónde vino eso? Ése no fui yo”. Ya no conozco a la persona que lo hizo. Y después de que te pasa, quieres que ocurra de nuevo. Creo que me sucedió en un par de ocasiones, durante este último disco.

¿Hay algún track en particular que haya venido de esa inspiración?

-‘Still Boy’ fue una de esas canciones que sólo vino a mí. Me fui por un par de semanas, tomé mi auto y partí a un bosque en Suecia. Sólo yo, mis instrumentos, mis cuadernillos y algunas botellas de vino. Me encerré en una cabaña por dos semanas, y comencé a escribir. Fue un proceso de mucha ansiedad. Estaba solo, lejos de todo. No había nada afuera, salvo algunos animales. Hubo mucha angustia, pero también fue un proceso muy bello, en que tuve tiempo para examinar mis pensamientos más profundos y registrarlos. Cuando pienso en ello ahora, es casi como si hubiera entrado a una burbuja y algo hubiera ocurrido ahí dentro. Y cuando salí, no podía creer lo que había pasado. Pero tenía todas estas canciones. Se las presenté al resto de la banda y comenzamos a completarlas y grabarlas. Fue algo muy inspirador, definitivamente lo haría de nuevo.

¿Y esa canción, entonces, habla de lo que te rodeaba en ese momento, durante ese aislamiento en que te pusiste durante esas dos semanas?

-Sí. Habla sobre mi estado mental en ese momento, y también cuenta la historia de este tipo que siempre está pidiendo ayuda y a quien ya no escuchan porque, al final del día, los demás sienten que no ha hecho nada más que quejarse. También es una invitación a mirarte a ti mismo desde afuera, que es algo que sentí que pude hacer mientras estuve allá (en el bosque).

¿Introspección?

-Siempre le recomiendo a la gente que viaje por su cuenta. No mucha gente lo hace. Por lo general, viajan cuando están de vacaciones y se van con la familia o con amigos. Pero en este caso particular yo tenía una intención distinta en mente. Creo que es muy sano, es una forma de limpiar tu mente. En nuestro día a día, vamos al trabajo, volvemos a casa, vemos televisión, estamos rodeados de personas todo el tiempo, y la mayoría de nosotros ni siquiera podemos terminar nuestros pensamientos por las constantes distracciones que hay alrededor. Sé que es complicado, pero era una de las cosas que buscaba en ese momento: poder completar mis ideas, sin obstáculos. Realmente me sirvió, y también es de lo que va esa canción.

Una suerte de catarsis.

-Se podría decir, sí.

‘Still Boy’ es, precisamente, el primer sencillo oficial de Kashmir en Chile. Su videoclip salió el año pasado de forma oficial y es hermoso. ¿De dónde surgió esa idea?

-De mis frustraciones al caminar por mi ciudad, Copenhague, y ver a todos estos indigentes. Somos un país que puede ayudar a toda esta gente, tenemos el dinero para hacerlo. Y todas estas personas en la calle, sin nada, ni comida ni ropa… Hace que me pregunte cómo es posible que esta nación, que tiene una economía saludable, no pueda cuidar de sus ciudadanos. Eso me enoja, me frustra. Tuvimos la idea de hacer esta gran pintura de la portada de “Trespassers” (que puedes ver en Internet, como seudo videoclip para ‘Mouthful of Wasps’), y la rematamos en una subasta. Conseguimos una buena cantidad de dinero para una organización que ayuda a indigentes y adictos. Y en ese evento hablé con este director local que tenía la idea de un tipo solitario que vaga con su casa sobre ruedas. Conversamos al respecto, lo discutimos y decidimos que esta persona fuera un indigente y todo ocurriera entre sus cartones. Cuando está afuera, es el mundo real, y cuando está dentro, es su propio mundo imaginario. Dos realidades completamente diferentes. Así nació la idea.

EL REINADO DE LAS IDEAS

Ahora, el single y la edición del disco en Chile son una suerte de previa a la primera visita de Kashmir a nuestro país. ¿Tienes expectativas al respecto?

-Trato de mantener mis expectativas bajas, pero estoy muy optimista al respecto. Me intriga ir a Chile, me causa mucha curiosidad. Estar en Santiago, conocer a la gente allá. Y me encanta la comida. Cada vez que voy a un lugar que no conozco, intento probar su comida, así que si tienes buenas recomendaciones…

Aquí no te van a faltar lugares en ese sentido, créeme.

-Oh, ¡qué bien! (risas) Definitivamente trataré de probar algo, aunque no sé cuánto tiempo tengamos. ¡Pero es tan lejos! Y no sé mucho sobre Chile, más allá de que es un país muy largo y que están muy al sur, cerca de la Antartida. ¿Ahí hace frío, no? ¿Cómo está el clima ahora?

¿Ahora? Muy cálido. Estamos en medio de un verano muy caluroso. Pero cuando vengas ya estará terminando. Va a ser agradable.

-Suena bien.

Hablemos del set que están tocando en vivo ahora. Hace unos minutos me contabas cómo la música de sus primeros discos era muy demandante y desgastante, a la hora de interpretarla sobre un escenario.

-Absolutamente.

¿Tocan temas de esos discos en sus setlists actuales? ¿Cómo los arman?

-Depende de muchos factores. Por lo general, no los definimos hasta el último minuto, porque queremos tratar de entender qué clase de público es el que tenemos en frente, primero. En ocasiones, cambiamos nuestro set durante el mismo show. Pero estamos enfocados, sobre todo, en nuestros últimos cuatro discos, porque esa es la música que nos es más fresca y que más se acerca a donde estamos ahora… aunque puede que toquemos un par de cosas más antiguas.

Ya comentamos esos primeros trabajos; los noventas, por así decirlo. Hablemos ahora de lo que vino después: “Zitilites” (2003), “No Balance Palace” (2005) y este último “Trespassers”. ¿Qué piensas de estas producciones, las que vinieron de la mano con el crecimiento y maduración de Kashmir?

-Son los tres álbumes que hicimos durante la última década, muy distintos entre sí. “Zitilites” para nosotros fue una revolución, la primera vez que grabamos y produjimos por nuestra cuenta. Tuvimos la suerte de poder construir (y costear) nuestro propio estudio, aquí en Copenhague, durante el 2001 ó 2002. Fue una experiencia increíble, porque de un momento a otro no necesitábamos cantidades inmensas de dinero, ni que viniera un productor. Sí, seguimos trabajando con ellos, pero porque quisimos, y queremos aún, tener una visión externa. Alguien que venga y comente lo que estamos haciendo, para no emborracharnos con nuestras propias ideas. Eso es muy sano. Pero claro, ahora las cosas son mucho más fáciles para los músicos jóvenes. Comprar los equipos necesarios es barato, puedes usar un notebook en tu casa. En realidad, ahora puedes grabar en cualquier parte.

¿Y cuál crees que ha sido el efecto de todas esas facilidades en las bandas jóvenes?

-La escena actual muestra mucha promesa, pero sus contenidos no son necesariamente mejores de lo que eran antes de todo esto. No porque tengas mejores herramientas y equipos eres un mejor compositor. ¿Un mejor músico? Quizás, pero no un mejor compositor. Al final, lo que importa es la idea. No la herramienta. Y si eres un buen guitarrista, podrás hacer algo bueno sin necesidad de un instrumento de diez mil dólares.

Cierto, pero esto también tiene su lado positivo.

-Sí, es verdad. Las cosas ahora son más fáciles para todos, nosotros incluidos. Ahora podemos capturar nuestras ideas mientras aún están frescas. Eso es bueno. Muchas desaparecen, se pierden, se vuelven viejas o no suenan de la misma forma que cuando llegaron a tu cabeza. Ahora podemos registrar lo que se nos ocurra cuando estamos en nuestro estudio.

El mismo en el que grabaron los últimos tres discos.

-Todos muy distintos entre sí. “Zitilites” es el más soñador. Si tuviera que caer en lugares comunes, el más folkie. El siguiente, “No Balance Palace”, fue casi el opuesto a su predecesor: nos enfocamos en la guitarra, el ruido y en que todo sonara saturado. Y con “Trespassers” regresamos a un sonido más profundo, buscando darle una perspectiva más amplia. Por eso tiene tantos sonidos, delays, reverbs…

Pero al final, no hay efecto que esconda el hecho de que ustedes son una banda cuya alma es lo más importante, porque de ahí viene todo. Eso los separa de quienes, como hablábamos antes, usan las nuevas tecnologías para hacer música fácil.

-¡Sí! Exacto. Lo resumiste muy bien.

DE TRIVIAS Y DESPEDIDAS

Parece que aún nos queda tiempo, así que voy a aprovechar de hacerte una pregunta casi de trivia. Ustedes grabaron “Trespassers” nada menos que en Electric Lady Studios (recinto construido por Jimi Hendrix), en Nueva York. ¿Qué tal fue esa experiencia?

-En realidad, fue grabado en tres lugares distintos. Sorthus, nuestro estudio aquí, en Copenhague, fue donde hicimos la mayor parte del trabajo. Luego fuimos a Nueva York a grabar algunas cosas en Electric Lady y también trabajamos en otra locación, The Soundtrack Studios, en la misma ciudad. Pero ésa no fue la primera vez que estuve allí.

¿Cómo así?

-He estado muchas veces en Nueva York. Voy allá tres o cuatro veces al año desde que era niño, porque tengo familia allá. Desde entonces, pasaba frente a Electric Lady, miraba la puerta, las ventanas, y pensaba: “Wow. Éste es el lugar”. Y años más tarde, creo que cuando tenía 18, conocí a un productor que me invitó a pasar, me hizo un pequeño tour. Luego me presentó a Dave Gahan de Depeche Mode y eso completó mi día (risas). Ahí fue cuando me prometí a mi mismo, “un día, grabaré aquí”.

Y así fue.

-Pero primero tuvieron que pasar los ’90. La mala economía. Un montón de artistas de hip-hop grabaron allá y no pagaron sus cuentas. Hubo algunos tiroteos entre pandillas. Estuvo muy, muy cerca de ser cerrado. Pero una nueva administración llego el 2005 y salvó el lugar. Y precisamente, Andy Wallace y John O’Mahony (productores de “Trespassers”) los conocían, así que fuimos, grabamos y mezclamos allá. Fue realmente mágico. Tuve la oportunidad de imbuirme de toda esa vibra, saludar al espíritu de Jimi Hendrix. Una experiencia increíble.

Trabajar con Andy Wallace en este último álbum se suma a las colaboraciones que han tenido con Lou Reed y David Bowie (en ‘Black Building’ y ‘The Cynic’, respectivamente, ambos temas de su “No Balance Palace”). ¿Con quién más te gustaría trabajar?

-Con varias personas. Moriría por trabajar con Brian Eno, un tipo tan influyente hoy como lo era en los ‘60 y los ’70, con Roxy Music y luego comenzó con sus proyectos ambient. Me encantaría hacer algo con Dolly Parton, eventualmente. En serio, creo que es una de las mejores voces femeninas que haya visto el mundo. También… ¿conoces a Steven Drodz, de los Flaming Lips?

Claro que sí.

-Me encantaría tocar con él, es fantástico. La mente maestra tras la música de esa banda. Soy fanático de ellos y tuve la oportunidad de encontrármelos un par de veces: aquí en Dinamarca y luego en Alemania, cuando ambos estábamos de gira y nuestras rutas se cruzaron. Un tipo muy inteligente, un genio natural.

Nunca hubiera imaginado que era una de tus influencias.

-Definitivamente, lo es. Una persona capaz de mezclar lo nuevo y lo viejo, capaz de lograr algo que no huela, digamos, polvoriento o viejo, pero que sabes que tiene sus raíces hace cuatro o cinco décadas atrás.

Ya que estamos hablando de influencias: Led Zeppelin.

-Otro referente inmenso para nosotros.

Es inevitable preguntar: el nombre Kashmir, ¿viene efectivamente de la canción -como cuenta la leyenda-, o sólo es coincidencia?

-Viene de la canción, eso es cierto. La historia es así: cuando fundamos la banda, en 1991, estuvimos jugando con varios nombres. Uno de ellos fue…

Nirvana.

-Exacto. Yo tenía un buen amigo que escuchaba mucha música norteamericana independiente (todo esto antes de que “Nevermind” saliera, nosotros nunca habíamos oído de Cobain y los demás). Y él nos dijo que creía que debíamos pensar en otro alias, por así decirlo, porque “hay una banda en Seattle que se llama igual, así que quizás quieran cambiarlo”. Y lo hicimos. ‘Kashmir’ de Led Zeppelin es una de nuestras canciones favoritas, así que escogimos esa palabra y dijimos “ok, veamos cuánto dura”. Y así se quedó.

(Aparece una tercera voz: es hora de la siguiente entrevista. Más de cuarenta minutos hablando. Una locura. Y la chance de una última pregunta).

Vamos con lo obvio: ¿qué les puedes decir a los fans de Kashmir en Chile, quienes los van a experimentar por primera vez en vivo el 8 de marzo?

-Sólo diré: ¡vayan! Haremos cuanto podamos para entretenerlos. Les aseguro, daremos lo mejor. No iremos hasta Chile sólo para ser mediocres, iremos para estar ahí e invertir nuestra preciosa energía en que todos tengamos una noche increíble. Llena de amor, de creatividad, de pequeñas y extrañas sorpresas. Y quizás algún solo de guitarra por ahí. Eso es.

Definitivamente, estaremos esperando.

-Muy bien.