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Bikini Kill: Amarte como a una hermana, siempre 

Bikini Kill: Amarte como a una hermana, siempre 

Enojadas pero felices de seguir vivas, básicamente.


“Siento que parte de lo que el status quo nos exige es trabajar tanto para sobrevivir que no tengamos tiempo para protestar de ninguna manera. Y si protestar significa que tienes que abandonar cualquier tipo de alegría para poder hacerlo, nadie va a participar”, decía Kathleen Hanna en un video en su cuenta de Instagram hace algunos días. 

Ayer, mientras estaba en Blondie viendo el inicio del show de Sin Lencería, la banda telonera de Bikini Kill, lo recordé. Estaba sola en la segunda fila del concierto, miraba a mi alrededor y, aunque aún no me encontraba con mi acompañante, no estaba sola. Grupos de amigas se habían puesto justo en la reja que separaba al público del escenario. Estaban felices. A mi derecha unas mujeres muy jóvenes coreaban las canciones del cuarteto mientras tocaban. Justo un poco más atrás vi a varias organizadoras del Femfest y se me hizo un nudo en la garganta, porque entiendo lo que significaba esa noche para ellas. Todas las que estábamos ahí, llegamos a ese lugar producto de una reacción en cadena. Producto del deslumbramiento y atrevimiento de otra, incluso de una desconocida. 

Así funciona la representación. Así funciona una comunidad. 

Recordé esas palabras de Kathleen Hanna mientras veía a Sin Lencería porque el espíritu del momento era un alegría contagiosa, esa que te quita la timidez y te da la seguridad suficiente para hablarle a la desconocida que tienes al lado. La que te hace sonreirle a otra, porque la vez llena de entusiasmo igual que tú, igual que la banda que tienes al frente, que hace unos días ya no cabía más de emoción cuando planteaba que tocar junto a la banda por la que existían era una completa locura. Y mientras todo este calor espiritual nos invadía, las letras que cantábamos hablaban sobre violencia, sobre vivirla, sobre detenerla. Juntas. Hubo palabras en recuerdo a Kathy Hurtado y la exigencia de su liberación. Kathy fue condenada a veinte años de cárcel por el homicidio de su exesposo, Richard Aravena, tras defenderse de una agresión sexual. “Ante la violencia machista yo también me defendería”, se leía en la pantalla del escenario, en una gráfica reconocidísima de la Red Chilena Contra la Violencia Hacia las Mujeres, mientras a la izquierda, un grupo de mujeres levantaba un cartel gigante: “Libertad para Kathy Hurtado, en la cárcel desde 2018 por defender su vida”. 

Foto: Javiera Tapia

Para quien no haya visto a Sin Lencería en vivo antes, me imagino que se llevó una buena impresión. Punk rock directo al huesito, presentaron dos canciones nuevas: ‘Disfuncional’ y ‘Consentimiento’. Esta última, hit que se te pega como chicle, tanto por la composición musical como por lo fuerte que pega dentro de la vida de cualquiera de las que estaban ahí. Excelentes músicas todas, pero Paulina Burgos en la batería me resultó muy impactante. Monstruosa, en el mejor sentido de la palabra. 

Las locales abandonaban el escenario y cualquier mínimo cambio en el ambiente provocaba gritos de emoción. Apenas salió la banda escuchamos por los amplificadores ‘Sacar la basura’ de Los Ex y unos minutos más tarde también ‘La corbata de mi tío’. Otras canciones locales fueron ‘Gabi Gabriela Mistral’ de Horregias, que fue coreada por las que estaban más adelante como si la vida dependiera de ello (¿no hubiese sido increíble que Sin Lencería y Horregias telonearan juntas a Bikini Kill? El 5 de marzo en Brasil las acompañaron tres bandas locales). Luego apareció ‘Dadalú’ con ‘¿Tú crees que es normal?’. Excelente lista para acompañarnos a ver el debut que más de una generación no pensó nunca ver en esta ciudad. 

Bikini Kill sube al escenario en medio de gritos y declaraciones de amor desde las primeras filas y ‘New radio’ es el tema inicial, que invita tanto a moshear como a hacer twerk. De hecho, es la misma Kathleen quien en varias ocasiones durante el concierto usó el escenario como pista de baile. “In her hips, there’s revolution”, literal. Y mientras las observaba —a las de arriba y a las de abajo del escenario— pensaba en cómo son las canciones creadas por esta banda las que invitan (algunas tácita y otras explícitamente) a vivir la alegría de estar allí. En comunidad. Enojadas pero felices de seguir vivas, básicamente, es lo que subyace en todo su aparato creativo. En ese desparpajo veo que el proyecto que partió a inicios de los noventa y duró casi una década, para volver en el 2019, guarda su esencia. Sin importar que sus conciertos durante esa época metieran 200 personas y los de ahora 2000 o más, si pensamos en festivales; ni que se hayan convertido, incluso durante sus años de ausencia de los escenarios y los lanzamientos, en una banda referencial para una generación que solo las conoció a través de descargas ilegales y —esto es lo esencial, lo que las convierte en referencia— todas las bandas y artistas locales, de cada país, a lxs que su historia y creación influenció. 

 Foto: Ni vivo ni muerto y @garygophoto

“Alerta, alerta, alerta machista. Que todo el territorio se vuelva feminista”, gritaba el público entre canciones y Kathleen twerkeaba. Quizás no hablamos el mismo idioma, pero una arenga es una arenga. 

Verlas rotar de instrumentos en el escenario se sentía como un juego en el mejor de los sentidos. Y pensaba, observándolas, en cómo cada persona puede aportar a una situación con herramientas diferentes, según la ocasión. Era el ejemplo manifiesto del trabajo en comunidad. Así se debería explicar en los colegios, así se debería enseñar. Con canciones. Con conciertos de Bikini Kill, pensé. Con el juego de cambiarnos los instrumentos para lograr algo, en la medida en que la situación lo exija. 

 Foto: Ni vivo ni muerto y @garygophoto

“We are Bikini Kill, and we want revolution!”, gritaba Kathleen secundada por sus compañeras de banda antes de tocar las dos últimas canciones ‘Double dare ya’ y ‘Rebel girl’, un himno cuya letra hace todo el sentido del mundo cuando te vas descubriendo en otras a tu alrededor, que hace sentido cuando descubres que el amor entre mujeres no es solo el romántico, que hace completo sentido cuando quieres titular una investigación sobre violencia sexual en la música. Porque cuando todas hablan, escucho la revolución.

Setlist: