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Grunge: “no puedes estar de su lado y del nuestro al mismo tiempo”

Grunge: “no puedes estar de su lado y del nuestro al mismo tiempo”

A raíz de la muerte de Chris Cornell, es un buen momento para revisar cómo se ha escrito la historia del grunge. Existe un velo de excesiva testosterona que recubre al género, así como también a otros que caben dentro de la categoría del rock. Al igual que otras manifestaciones artísticas, su historia oficial está escrita mayoritariamente desde la perspectiva de los hombres, en este caso, la prensa musical. Ella ha sido la gran culpable de obviar algunos puntos importantísimos y también, la responsable de caracterizar un estilo y a sus figuras, con propiedades alejadas de lo real.

La escena del grunge en Seattle se desarrolló por diversos factores, como por ejemplo, como una culminación de veinte años de punk rock, algo que mencionan Jim Berkenstadt y Charles Cross en el libro que publicaron juntos sobre Nevermind de Nirvana. Otra razón fue que una generación completa de jóvenes se encontró en una ciudad decadente, secundaria para la industria musical y también muy pobre. Pero por otro lado, también surgió como una respuesta contraria al hard rock de la década pasada. En el 2014, Chris Cornell en entrevista con Billboard aseguraba que la crisis dentro de la escena en la que participaba comenzó porque “compartíamos espacio en la televisión y en las páginas de revistas con lo que considerábamos que era el enemigo -bandas que eran presentadas de una forma en la que sabíamos que no estábamos de acuerdo cuando comenzamos- así que era como, si estás leyendo sobre Soundgarden y das vuelta la página y ves a Poison ¿somos lo mismo?”.

En otra oportunidad, Nirvana sin contemplaciones decidió marcar ese límite. ‘One in a Million’, la canción de Guns N’ Roses publicada en 1988, representaba lo opuesto a lo que el grupo de Kurt Cobain defendía, por su letra homofóbica y racista. En 1992 él y sus compañeros de grupo decidieron negarse a girar con la banda de Axl, cuya respuesta fue llamarle públicamente “maricón” a Cobain.

Más tarde, en el concierto anti Measure 9, un evento opositor a la iniciativa para enmendar la constitución estatal que prohibiría la “promoción” de la homosexualidad, un fan subió al escenario y le dijo a Kurt Cobain que hiciera las paces con Guns N’ Roses. “Chico, estás equivocado. Esas personas son idiotas sexistas y la razón por la que estamos tocando acá es para pelear, aunque sea de una forma muy pequeña, contra la homofobia. Axl Rose es un maldito sexista y homófobo, y no puedes estar de su lado y del nuestro al mismo tiempo”, respondió el vocalista de Nirvana.

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Cobain siempre le exigió al público. En el concierto que Nirvana dio en Argentina en 1992, llevaban de teloneras a Calamity Jane, una banda compuesta sólo por mujeres. Más de 20 mil fanáticos  se dedicaron a tirar botellas y pilas, enojados con la elección de estas teloneras. Es por eso que el grupo decidió conceder un concierto con lados b y a los 10:29 de este video, además, se puede ver que comenzaron con el riff de ‘Smells Like Teen Spirit’ y amagan. No tocaron la canción ese día. Un castigo. Por machistas. 

Esta oposición al estereotipo del macho también está en las canciones. “Antes de Nevermind, el hard rock comercial era un género de machos, donde las bandas de glam rock cantaban sobre salir de fiesta y mujeres, el trash metal cantaba sobre temas sociales y políticos y el heavy metal cantaba sobre temas relacionados con “Dungeons and Dragons’”, explica Brandon Geist, editor de Revolver. 

Por otra parte, en el grunge había existencialismo, en la más amplia variedad. “Pearl Jam escribía sobre la violencia doméstica, analfabetismo, el maltrato a los enfermos mentales. Nirvana miraba hacia la alienación, la violación, la ignorancia hacia la conformidad. Alice in Chains cavaban profundo hacia el hoyo negro de la adicción. Soundgarden reflexionaba sobre la búsqueda de significado dentro de un universo indiferente. Courtney Love escribía letras feroces sobre la misoginia, los desórdenes alimenticios y los depredadores sexuales”, detalla Darragh McManus. 

Una ligera revisión de medios de comunicación desde los años noventa a la actualidad, mostrarán al grunge como un espacio de hombres. ¿Integrantes de bandas? Hombres. ¿Directores de sellos? Hombres. ¿Periodistas cercanos a la escena? Hombres. ¿Asistentes a conciertos? Adivinen. Pero esto es culpa de quienes se han dedicado a hacer ese registro. La realidad muestra diferencias y no es tan tajante.

“Porque no podía encontrar amigos hombres con los que fuera compatible, terminé juntándome mucho con chicas. Siempre sentí que no eran tratadas con respeto, especialmente, porque las mujeres son totalmente oprimidas”, dijo Cobain en una entrevista en PBS, en el año 1993.

The Strangest Tribe: How a Group of Seattle Rock Bands Invented Grunge es un libro de 250 páginas que habla sobre la historia del género, pero sólo un folio y medio estaba dedicado a la presencia de mujeres dentro del relato. Para la periodista Laura Dannen esto era un error. También lo fue para la guionista Sarah Rudinoff, quien creó junto a un largo equipo -en base a más de cuarenta músicas de esa década- una obra de teatro que hablaba de este momento. “Cuando la gente piensa en las mujeres de esta escena dicen ‘ah sí, las Riot Grrrls. Eso era algo completamente diferente. Eran mujeres de Olympia y una escena completamente diferente. No todas las bandas del noroeste eran Riot Grrrls”, explica Rudinoff.

La historia -oficial- ha ubicado a bandas como Babes In Toyland, 7 Year Bitch, Hole, Lunachicks y L7 dentro del movimiento Riot Grrrl, casi como si uno hubiese estado completamente apartado del otro. El grunge es de hombres y todas las mujeres cercanas a este, pertenecen a otro conjunto, el de las Riot. Pero la realidad es que el grunge ha tenido más mujeres grandes instrumentistas que otras escenas, como D’arcy Wretzky y Melissa Auf der Maur (que luego trabajó con Mark Lanegan) de The Smashing Pumpkins, Kat Bjelland, Lori Barbero y Michelle Leon de Babes In Toyland, todas las Calamity Jane y Patty Schemel de Hole, entre otras.

Otro ejemplo, sorpresivamente es el compilado Sub Pop – The Grunge Years (digo sorpresivamente, porque Allison Wolfe de Bratmobile decía que los de Sub Pop eran la “escena del pico en la mano”). Este álbum lanzado en 1991, incluía tres bandas compuestas sólo por mujeres (L7, Babes in Toyland y Dickless) y dos mixtas (Beat Happening y The Walkabouts). Aunque no es una mayoría, ya es un número muchísimo más alto en participación respecto a otras escenas como el hair metal. 

También había una gruesa circulación de fanzines, como Grunge Gerl, que se distribuía por correo desde la ciudad de Los Angeles a principios de los noventa, y Backlash, publicado por Dawn Anderson entre 1987 y 1991, una escritora que además trabajaba en la revista musical The Rocket. En este fanzine, la redactora “se enfocaba en una escena musical más underground: punk, metal, grunge (antes de que recibiera este nombre) e incluso hip hop”. Por otro lado, también habían mujeres construyendo sellos, como Tina Cazale, fundadora de C/Z Records, cuyo catálogo incluía nombres como Soundgarden, Melvins y Malfunkshun.

El grunge es un subgénero del rock que tradicionalmente fue caracterizado bajo el estereotipo del macho, cuando en realidad, sus protagonistas se oponían a ello. Por supuesto, como en todos los ámbitos públicos durante el siglo XX y hasta la actualidad, no existe una paridad absoluta. El punto no son los números, sino la idea detrás de un movimiento. La mayoría de las figuras que aún hoy seguidores y periodistas machistas, sexistas y xenófobos veneran, se movían en escenas y estrechaban relaciones para combatir exactamente eso. Algo que la prensa tradicional, lamentablemente, no vio como un tema importante a la hora de compartir sus registros. Pero hoy, al menos, tenemos internet y podemos ir un poco más allá. Podemos buscar el trabajo que muchos documentaron a través de otras vías y así intentar acabar un puzzle que hasta el día de hoy, si nos seguimos ciñiendo a lo tradicional, seguirá incompleto.