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La espina de la Transición ya está aquí

La espina de la Transición ya está aquí

 “Este pueblo prefiere hundirse, ser futuro sin ser pasado Tener cráneo y no cerebro, avanzar sin mirar al lado”. Schwenke & Nilo, ‘Anda un pueblo’ (1993)

“Al pueblo la revolución le causa espanto, Extraña situación si la revolución no es más que cambio”. Portavoz, ‘Al pueblo le asusta la revolución’ (2012)


A nivel de la cuneta

Empezaba el fin de semana y hacia las cuatro de la tarde, en la primera cuadra de la capitalina avenida Vicuña Mackenna a metros de la Alameda, estaba cruzado un camión mediano a modo de escenario improvisado. Era la fecha que dentro de poco rato iba a quedar en la historia con mayúsculas: el día de la Marcha Más Grande de Chile, el viernes 25 de octubre de 2019, en el que al menos un millón doscientas mil personas salieron a la calle en Santiago, sumadas a los cientos de miles que marcharon al mismo tiempo en muchas otras ciudades del país, siete días después de iniciado el movimiento social por demandas ciudadanas y contra el gobierno de Sebastián Piñera.

En esa tarde, arriba de un camión precario, rodeado de gente por los cuatro lados, entre el aire ya enrarecido por las bombas lacrimógenas policiales, llegó a tocar Sol y Lluvia. ‘Armas, vuélvanse a casa’, una de las canciones de la popular banda, se había vuelto una consigna espontánea tras una semana de militares fuera de sus cuarteles a raíz del Estado de Emergencia decretado por el Presidente entre el 18 y el 27 de octubre. Minutos antes un señor levantaba un cartel con la frase “En todas las esquinas viva la libertad”, verso del grupo Congreso. A su lado un músico callejero preparaba el ambiente con una melodía de zampoña y guitarra aprendida de Inti-Illimani. Y luego de la actuación de Sol y Lluvia, la trombonista del grupo, Isadora Lobos, dejó prendido el coro de la audiencia con la melodía del cántico “Chile despertó”.

No siempre hubo escenarios así en los meses de manifestaciones callejeras iniciadas el 18 de octubre, aunque la música sí ha estado siempre presente. Es bien posible que, entre tanta convención por cuestionar, el despertar nacional de 2019 haya hecho también una revisión implícita al tipo de “acto político-cultural” asociado a las luchas sociales y consistente en una mecánica entre discursos y música en vivo como agregado. En cambio, no ha habido oratorias oficiales en este movimiento.

Se tomó sólo unos segundos para decirlo días después Jorge Coulon, de Inti-Illimani, arriba de otro camión-escenario más sólido y compartido con Los Bunkers y el Conjunto Folklórico de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos el viernes 13 de diciembre, a una cuadra de esa misma esquina de Vicuña Mackenna y la Alameda: “No hemos querido en estas siete semanas subirnos a un escenario, porque los protagonistas no somos nosotros. Los protagonistas han sido y serán ustedes. El protagonista será para siempre el pueblo de Chile. Porque ya demasiado tiempo hemos sido ‘la gente’, hemos sido ‘los clientes’, hemos sido un número, hemos sido un porcentaje. Volvemos a ser el pueblo de Chile”.

Es cierto que ha habido desde entonces giras y actuaciones musicales asociadas a la manifestaciones, pero el foco ha estado en una función social de ese trabajo, no en el espectáculo. La música no ha sonado desde ninguna altura sino al nivel de la cuneta y la calle, en manos y voces de guitarristas aficionados, bandas de bronces, batucadas, murgas, tinkus, tarkeadas, chinchineros y chinchineras, cantoras y cantores. Si un par de integrantes de Quilapayún e Inti-Illimani Histórico como Ismael Oddó y Camilo Salinas llegaron a cantar ese viernes a la Marcha Más Grande de Chile, lo hicieron en la misma avenida como cualquiera entre la muchedumbre.

Si esa tarde Sol y Lluvia subió a un camión a tocar, a días apenas de escuchado el primer cacerolazo, cuando la Plaza Baquedano todavía no era rebautizada Plaza de la Dignidad, es porque el grupo es reconocido como parte de ese pueblo que marcha. Y es sabido que ese reconocimiento data de los años de Pinochet, pero también se prolongó hasta la posdictadura, entre los nombres que mantuvieron vigente una canción política en los nuevos tiempos de la transición a la democracia.


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David Ponce (1968) es periodista y desde 1993 ha escrito sobre música popular en diarios, revistas y medios digitales. Ha trabajado en la producción de discos como Música x Memoria (2011), publicado por el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, y de programas de radio como “Nuestro Canto” (2016 a la fecha) en Radio ADN. Ha escrito “Prueba de sonido – Primeras historias del rock en Chile (1956-1984)” (2008) y “Lucho Gatica cuenta el bolero” (2018) entre otros, y en 2018 inició la editorial Cuaderno y Pauta para publicar libros de periodismo sobre música popular.