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Cuando ella habla, escucho la revolución I: el 646 y Pablo Gálvez

Cuando ella habla, escucho la revolución I: el 646 y Pablo Gálvez

Cuando ella habla, escucho la revolución II: no son enfermos
Cuando ella habla, escucho la revolución III: Dulce y Agraz
Cuando ella habla, escucho la revolución IV: “empezar a construir desde nosotras”
Cuando ella habla, escucho la revolución V: “la verdad verdadera y la verdad formal o jurídica”

“Hola a todas, no soy spam. Les escribo porque quería proponerles algo. Tal como le dije a Mili previamente, todos los días nos encontramos con que una amiga o una amiga de una amiga -o una misma- pasa por una situación de abuso o de violencia sexual. Y en los círculos que se suponen más progres o paritarios también sucede, pero se esconde mejor. Es más, cuando algo se denuncia, las víctimas lo pasan pésimo y quedan en la memoria de los demás como casos aislados. Les escribo porque quiero hacer un reportaje en donde las mujeres que son parte de círculos musicales más jóvenes puedan hablar sobre este tema, con libertad. Me gustaría que nos sentáramos todas a conversar y luego publicar las visiones y respuestas que aparezcan desde ahí”.

Ese fue el mensaje que envié hace un tiempo a un grupo pequeño de periodistas, músicas, estudiantes, fotógrafas, gestoras y productoras jóvenes que están trabajando o armando proyectos en Chile, actualmente. No eran mis amigas, pero con algunas sí nos conocíamos o al menos sabíamos quiénes éramos unas y otras. Esto sucedió después de conocer el caso la acusación de abuso sexual en contra del músico Pablo Gálvez, quien también participaba de la organización Cooperativa del Amor, sello Invierno y de proyectos musicales como Círculo Polar y Me Llamo Sebastián.

Todas aceptaron ir a esa cita. Quedamos de reunirnos y conversar sobre las violencias a las que las mujeres estamos expuestas al trabajar en ambientes relacionados con la música, sin embargo, tampoco estaba claro qué saldría de ahí, ni qué se publicaría finalmente.

Un domingo en la tarde, nos reunimos en una casa de Santiago Centro. Había una mesa con jugos, galletas, frutillas, vasos con hielo. Muchos cigarros. Poco a poco comenzaron a llegar y nos presentamos brevemente. Cuando las mujeres se juntan y hablan pueden pasar cosas maravillosas. A continuación, puedes leer lo que pasó esa tarde.

***

El 646 es un lugar que apareció mencionado a menudo en esta conversación, que duró hasta la madrugada. Se trata de una casona ubicada en Providencia, lugar de residencia hasta hace algunos días de Pablo Gálvez y hasta ahora, la sala de ensayo de Ases Falsos. También, durante mucho tiempo, fue el espacio en donde se reunía gente alrededor de los proyectos en los que Gálvez estaba involucrado, como por ejemplo, la extinta Cooperativa del Amor, un grupo de trabajo en torno al arte independiente, especialmente la música.

“La casa es de una señora dueña de toda la cuadra y la arrienda. El Simón Sánchez de los Ases Falsos es quien se hizo cargo desde el principio de ese lugar. Él vivía ahí, pero después tuvo familia y se fue. Luego, llegó otro amigo que se lo cagó con plata y después de eso llegó el Pablo, que si bien resultaba ser un cerdo, al menos pagaba al día”, explica Camila Oyarce (también mencionada como Mili a lo largo del reportaje).

En la casa estaba la sala de ensayo, una pieza pequeña en la que había un sillón y un solo dormitorio, el de Pablo, que estaba junto a un baño.

“Yo era super amiga del Pablo, del Jorge (Peña, también nombrado como Cobre más adelante) y de toda esa casa. Me quedaba ahí siempre, era un espacio de comodidad y confianza, yo andaba hasta sin zapatos allá”, explica Oyarce, la primera mujer en denunciar públicamente una situación de abuso sexual por parte de Gálvez. “Siempre dormía con Pablo, sin problemas. Cuando lanzaron la séptima temporada de Game of Thrones, ese fin de semana me di la torta igual, y el domingo andaba hecha pico, me dolía el cuerpo. Me tomé un Tramadol en la mañana y después en la tarde, la Coni Figueroa andaba con Clonazepam y me dio dos. Y me tomé un vaso de vino. Nos fuimos a ver Game of Thrones con los cabros y estábamos todos en la pieza del Pablo, después bajamos y nos pusimos a carretear. Yo estaba curá, porque mezclé el Clonazepam con copete. Yo no me acuerdo bien, no sé en qué momento el Cobre me dice ‘ya, vamos a acostarnos’, y yo digo que sí. Él me dejó en la puerta de la pieza del Pablo, yo entro, el Pablo cierra la puerta y se me tira encima. Me tira a la cama y empezamos a forcejear. Entremedio me toqueteaba y de ahí no me acuerdo más, no sé si me hizo algo más. De lo único que tengo certeza, es que dos días después, desperté y sentí una angustia súper grande, necesitaba contarle a alguien”, relata Camila.

“Nunca pensé en decir algo del Pablo, yo no quería hacer público esto. Ahora yo estoy asumiendo que la hueá se hizo pública, pero yo no lo hice público. Todos me dicen ‘oye, qué valiente’, y no, yo no soy valiente, porque no lo hice público yo, no tengo por qué asumir eso, porque no lo hice así”, explica. Camila se vio forzada a hablar cuando la Cooperativa del Amor publicó un cuestionado comunicado en Facebook, que luego eliminaron.

“En ese tiempo yo estaba saliendo con un amigo de los cabros que es del mismo lugar de donde es el Pablo, Quinta de Tilcoco. Un día él invitó al Cobre a la casa a tomar algo y yo le dije al Jorge ‘oye, ¿sabís que?, esa vez me pasó esta hueá y yo no voy a ir más para allá, dile al Pablo porque me siento super mal’. Y él me responde, ‘ya’. Y quedó en nada. No sé si él le dijo al tiro, pero de ahí todo empezó a ser muy raro y pensé en hablar con el Pablo. Le escribí y me dice ‘compadre, no pasó nada, toda la buena onda, pero hablémoslo en persona’. Después tiró unos estados súper tontos en Facebook, del tipo ‘cómo podís ser vegana, feminista y jalera y estar tranquila con eso’, ‘gracias a mis amigos que no creen en la primera mentira que dicen’. El loco ni siquiera intentó hablar conmigo, se hizo el hueón todo el rato. Y yo nunca quise cagármelo, porque era mi amigo también”.

“Lo que también fue penca es que de todo el círculo de amigos que compartíamos, ni siquiera la gente se acercó a preguntarme qué había pasado. La única gente que me habló fue el Sebastián Silva para decirme ‘¿por qué estai cagando el proyecto en el que yo he trabajado tanto?’, la Antonia Goycoolea, que se acercó, hablamos y fue bacán”.

“Sebastián dijo que juntarme con la Mili luego de su declaración y denuncia de acoso, entre los miembros del grupo cerrado de Facebook, era improcedente e impropio de una consejera (de la Cooperativa del Amor)”, explica Antonia. “Me cuestionó insistentemente en conversaciones entre miembros del consejo provisorio por legitimar su denuncia ante la Cooperativa y después, cuando renuncié por no encontrar apoyo en mi posición dentro del consejo, Sebastián me habla para que lo que reconsidere y le explique mi posición, que no es la suya y no entiende”.

“Porque siempre sus proyectos están por delante, sin importar lo que le pase a la gente que trabaja en ellos. Eso es siempre así”, dice Constanza Rifo, directora de Picnic TV y hasta hace unos días, parte de sello Piloto, donde también trabajó junto a Sebastián Silva.

“Sí. A la primera respondí que lo volvería a pensar pero mantenía mi renuncia, porque se habían quebrado las confianzas y a lo segundo, explique con peras y manzanas por qué en casos de denuncia de abuso sexual según los estatutos acordados y firmados participativamente, se destituiría inmediatamente con posibilidad de apelación del socio-trabajador y no a la denunciante quien mantiene su calidad de socio-trabajador, porque su relato abierto no es calumnia como Sebastián pensó inicialmente, sino una denuncia dentro de una organización laboral, independiente de que la constancia en Carabineros no estuviera realizada aún”, continúa Antonia.

“Es un doble cara, lobo con piel de oveja. Dijo públicamente que yo no había renunciado a la Cooperativa cuando le dije que no quería ser parte de algo así, que me sentía traicionada, porque nos habíamos juntado para trabajar desde la confianza y la horizontalidad, y la mayoría del consejo provisorio sabía qué había pasado y aún así se juntaban a constituir una cooperativa legalmente, con todo este drama adentro. Y yo les decía luego de enterarme por la declaración de la Mili ‘¿ustedes creían que no se iba a abrir públicamente? ¿creían que iban a continuar como si no hubiese pasado nada?’, y el Pablo fue ese día, además. Antes de la denuncia de Mili, Pablo le contó todo esto a sus cercanos dentro de la Cooperativa, diciendo que Mili mentía. Esto fue en una conversación privada entre varios miembros intentando excluirla del grupo, sin comunicarlo abiertamente a todos”, declara Antonia.

“Mandaron al Seba Silva a hablar conmigo”, continúa Mili. “Me dijo que iba en representación de la Cooperativa. Y en ese momento le dije ‘lo estoy pasando súper mal, ya no salgo a ninguna parte, perdí muchos amigos, no sé en qué momento alguien puede entender con esto que yo me quiero cagar a Pablo, él era mi amigo, no estoy haciendo un escándalo porque soy escandalosa’. Y él respondió ‘y ¿no pudo haber sido como un abrazo de amigo?’. ‘Loco, me sentía mal, para mí nunca se sintió como un abrazo de amigo’, respondí. Y me decía, ‘ya, pero es que no te acordai’, que es lo mismo que me decía Jorge Peña, ‘no te acordai, entonces la hueá no es verdad’. Y yo les decía a los dos ‘es que sí pasó’. Y lo que recuerdo, al menos, ya no está bien. El Pablo siempre ha dicho que tuvimos algo y yo jamás tuve algo con él, es mentira. Y aunque fuese así, estuvo mal. Después todo se hizo público, me habló mucha gente, niñas que me decían ‘a mí no me hizo nada pero me agregó a Facebook, me invitó a su casa, me puse a fumar y tomar, se me tiró encima y cuando lo rechacé me borró de Facebook’. El Pablo, además, le dice a las niñas que tiene 27 y tiene 30”, asegura Camila.

“Un día Pablo se acerca en una tocata a mí y una amiga, cinco minutos, estábamos con un grupo con otras personas. Y cuando llegué a mi casa me había agregado a Facebook a mí y a mi amiga, que es alguien que fue como a dos tocatas en su vida. Yo a ustedes puedo no conocerlas, pero las he visto un millón de veces. Mi amiga, nada, nunca va a nada. La pilló en Facebook y le empezó a hablar al tiro. Le comenté a mi hermano chico eso un sí: ‘¿qué onda el Pablo Gálvez?, me agregó a Facebook’. Y me dijo ‘ese hueón es súper jote, yo tengo una amiga que es súper chica, y me dijo que ese hueón se la jotea mucho, tiene 17 ahora’. Ella va a hablar contigo, es menor de edad, pero no quiere que su nombre salga, porque no quiere que su mamá sepa”, aclara Rocío Venegas, quien participó en la organización del festival Levantando Polvo.

Esa joven de 17 años, tomó contacto.

Belén -pidió cambiar su nombre- tiene 17 años, se está preparando para dar la PSU y quiso contar también su experiencia. “A Pablo lo conocí cuando recién había cumplido 17 años. Me saludó para una tocata y empezamos a hablar desde entonces. Al principio era todo muy piola: me invitaba en vacaciones a salir o a su casa a fumar y comer. Yo aceptaba porque creía harto en la buena onda que se estaba dando, además de confiar en que él entendía que hay diez años de diferencia. Siempre fue bastante cariñoso conmigo, llegando incluso a incomodarme un poco. La situación escaló, progresivamente, hasta el punto de tirar tallas sexuales mientras comía una vez en su casa, algo que me incomodó”.

“Otra situación parecida fue durante una tocata a la cual asistí con un amigo (con quien salía en el momento) que también era conocido de Pablo. En ese entonces, Pablo afirmaba que gustaba de mí y a pito de que los dos lo hacían sugirió (a modo de talla) que los tres debiésemos tener relaciones sexuales, comentario que me molestó aún más”.

“A mitad de julio estaba pasando por una etapa no muy buena y por alguna razón terminé yendo a su casa a comer nuevamente. Estaba muy vulnerable emocionalmente y quise apoyarme en él, ya que hasta ese punto nos consideraba cercanos. Empezamos a comer y con eso a tomar. Eventualmente, Pablo me invitó a fumar marihuana y yo acepté. Él estaba siendo cada vez más físico con el cariño y me puse incómoda nuevamente, así dije que ya me tenía que ir a mi casa. Era obvio que yo estaba curada y volada. Pablo me deja en la puerta, tira su cuerpo hacia mí y me da un beso. Yo salí corriendo hacia afuera mientras él se disculpaba. Creo que fue un mes después que nos encontramos en otra tocata y me pidió que conversáramos. Me dijo que me amaba y un montón de cosas más que siguen sin tener sentido”.

“En esto se borran las edades, caleta. Yo tengo 25 y estoy al medio, pero mi hermano chico carretea y conversa -también sus amigas más chicas- con gente mayor, porque se sienten en un espacio de iguales. Mi hermano le decía a mi papá que se le olvida que no somos iguales. Uno asume que todos los demás tienen su edad. En ese contexto todos se sienten cómodos”, explica Rocío.

“Claro, todos se sienten apoyados por la volá de las tocatas y los mismos amigos, pero eso no define cómo son las personas y eso es lo que olvidamos caleta. A mí me ha pasado, se me olvida que en realidad cualquier hueón puede ir a una tocata y que le guste el indie. Que sea algo alternativo o independiente no determina que todos pensemos igual. No existe una volá política o ética, pero una confía en que sí existe. Yo igual pensaba que todos creíamos en la autogestión y el respeto mutuo, en mil cosas, y me doy cuenta que no existe eso, para mucha gente”, declara Darinka Osorio, fotógrafa.

***

Luego de llevar horas conversando ese domingo, Mili explica que se tiene que ir. “Yo quiero que lo echen de esa casa. Me voy a juntar con el Simón a conversar ahora, de hecho, ya hablé con él por teléfono y lo más probable es que pase. Lo que yo quiero principalmente, es que el loco deje de usar su situación social en cuanto a la música para poder llevar niñas para la casa. Porque el loco la vendía diciendo ‘yo vivo en la casa donde ensayan los Ases Falsos, vengan’”.

“Yo encuentro que es bacán que se derrumbe ese castillito del 646 porque igual conozco a otras personas que tampoco frecuentan tanto ese lugar, pero que han visto -no solo de parte de Pablo Gálvez- sino de otras personas que van a esa casa, que se aprovechan de pendejas que están curás. Se les tiran encima”, dice Valentina.

“Lo que me da mucha pena es quedar como encubridora, porque no tenía idea de que estas cosas pasaban, porque tampoco se comparten. Nunca vi al Pablo tirarse encima a alguien y le pasó a una amiga mía ¿cachai? Y cuando supe le pregunté por qué no me había dicho, que también me podría haber pasado a mí. Que se arme un espacio así es super bueno, porque se tienen que saber estas cosas”, explica Janine Aravena, quien también era parte de la Cooperativa del Amor.

Natalia (28), amiga de Janine y parte de la Cooperativa, también quiso hablar.

“A finales de abril y principios de mayo era parte de la Cooperativa y fuimos a un cumpleaños de una de las chiquillas. En ese carrete, llegó el momento de bailar, de noche, estaban todos medios arriba de la pelota. Iba a entrar a bailar y ese me acerca el Pablo Gálvez diciendo ‘oye dame un beso’. Se me acerca, pone la cara cerca de mí, transgrede ese espacio personal diciendo ‘dame un beso, que todos se dan besos’. Y me da un beso. Asqueroso. Yo me acuerdo que fui muy chupá, reaccione muy para adentro y ni siquiera lo mandé a la chucha pero sí traté de zafarme, porque ademas era gente que yo recién estaba conociendo. Yo no llegué a la Cooperativa como amiga de los cabros, sino porque me invitaron a participar”.

“Conociendo la dinámica de este grupo extraño, cachando que este hueón era así, traté de zafar. Estábamos dentro de la casa, este hueón me saca el beso. Llega Caro Amestoy -ese día caché que era la dinámica allá, de que llega un momento en que empiezan a agarrar-, me pongo a bailar con ella, nos damos un beso nosotras, llega el Pablo y empieza a decir que le dé un beso. Salgo de ahí, me siento afuera en la terraza, empiezo a enrolar un tabaco con el Bruno Jorquera -quien siempre estuvo afuera- y él me dice “puta, estos hueones siempre hacen esto”. Era mi primer carrete con ellos y me quedé con eso. Con que es un cerdo. Ahí me empece a alejar hasta meses después, cuando el Pablo me borra del grupo de la Cooperativa”.

Volvemos a la reunión del departamento, antes de que Mili se vaya. “Yo igual pensé algo este fin de semana. Yo sabía que iban cabras chicas para allá. Y sabía que se curaban. Y lo encontraba normal. Encontraba normal que el Pablo tirara tallas cada cinco minutos de ‘hagamos un trío, hagamos una orgía’. Yo eso lo normalicé mucho tiempo y hago un mea culpa al respecto. Capaz hasta yo fui encubridora de alguna hueá o de situaciones que tal vez no llegaban a tanto, pero que sí son alarmas o alertas y que una también no se puede hacer la hueona. Yo escuche quinientas veces al Pablo decir ‘hagamos un trío’ con cualquier mujer que estuviese parada al lado suyo. Y que fuese normal lo encuentro raro. Nosotras también tenemos que empezar a darnos cuenta de esas alertas, que nos generen desconfianza”, explica.

“A mí siempre me causó desconfianza”, explica Antonia. “No conocía -antes de participar- a muchos de los miembros de la Cooperativa, pero siempre pensé que era raro estar participando de un grupo de trabajo donde se valoraba generar relaciones de amistad en lo laboral y donde frecuentemente carreteaban juntos en un lugar y no me invitaran. Si casi todos se juntaba ahí después de trabajar, ¿por qué nunca me invitaban? Eso también era raro. Nunca le tuve buena a Pablo, públicamente siempre pensábamos distinto, porque él tenía conductas de abuso de poder y no solo en términos sexuales. Se tomaba la palabra permanentemente, sumaba temas a un programa difundido con anticipación y acordado participativamente, se adjudicaba públicamente la fundación de un grupo que no tiene un único fundador, sino todos son socios-fundadores, entonces eran muchas cosas sospechosas, al menos. Ahí pienso que quizás no querían que una mujer más adulta supiera lo que estaba pasando. Porque si yo veo carreteando a niñas menores con hueones mucho mayores, que les dan drogas, que duermen con ellas en la misma pieza, no voy a quedarme ahí, como si estuviera todo bien”, explica Goycoolea.

Durante la semana posterior a esta reunión, se acercaron varias jóvenes a contar sus testimonios. Dentro de la mayoría de las conversaciones que tuvimos, varias dicen creer que deben existir más jóvenes afectadas. En secreto y a través del boca a boca, supieron que se había organizado una reunión con otras mujeres ese domingo y me contactaron para hablar. Algunas experiencias ya las pudiste leer más arriba -Natalia y Belén-. También está Katherine (25):

“El 8 de febrero me invitó Pablo Gálvez a su casa, lugar al cual asistí junto a mi mejor amiga Tania Palma (19). En la casa se encontraban amigos y amigas de él compartiendo cervezas, todo muy tranquilo. Con mi amiga habíamos inventado que teníamos una relación amorosa, de esa forma nos protegíamos de futuros joteos. Pasaron dos horas más o menos, la gente se empezó a ir del lugar, se nos hizo tarde para devolvernos solas y Pablo nos ofreció quedarnos en su cama de 2 plazas junto a él, mi amiga había bebido así que me pareció sensato dormir ahí. Nos quedamos ambas junto a Bruno, quien se fue a dormir al primer piso a una sala de ensayo”.

“Cuando entramos a la habitación de Pablo, él cerró la puerta y nos comenzó a decir que hiciéramos un trío, nosotras pensando de que se trataba de una broma solo nos reímos, no le dimos mayor importancia, hasta que se me comenzó a tirar encima intentando dar un beso, y siguió insistiendo por mucho rato. Le dije muchas veces que no queríamos y que no nos gustaban los chicos, que dejara de molestarnos. Se quedó tranquilo un rato, pero luego comenzó a insistir de la misma manera con la Tania, la situación se puso mucho más tensa y decidí ponerme chora y sacarlo de su lado, me puse en medio de ambos, mi amiga estaba super nerviosa y no se defendía. Ella sufre de crisis de pánico por lo cual es complejo lidiar en situaciones de estrés. La puse a dormir en el rincón y yo me quedé en medio de la cama, sin dormir -hasta el amanecer- al lado del Pablo agarrándole las manos, y a él lo hice dormir de boca arriba”.

“Recuerdo que en la mañana Pablo se levantó y entró a la habitación un chico a sacar una batería sin previo aviso, fue todo demasiado incómodo y Gálvez actuaba como si nada hubiese pasado. Con la Tania dejamos pasar la situación y lo callamos, justificando que él estaba curado y pensando de que solo era un hecho aislado. No volví a ir más al 646, y mantuve distancia hasta que con Flores Plásticas -banda en la que fui la tecladista- hubo que ensayar en dos oportunidades allá, pero no quise ni asistir al lanzamiento del sello en donde la banda era parte del catálogo”.

Otro de los testimonios que aparecieron de forma posterior a la reunión fue el de Catalina (23), prima de Pablo Gálvez. Nos reunimos durante la semana para hablar. “La Cata es muy amiga de mi ex. Y justo cuando me pasó todo esto, me la pillé en un carrete. Me preguntó por el Pablo y le dije que ya no me juntaba con él por lo que había sucedido. Y me dijo ‘a mí también me pasó’”, relata Mili.

Catalina vivía con su pareja en Santiago, ella y su familia no son de la capital. “En un momento, tomé la decisión de irme de la casa de mi pololo y no tenía para dónde, las cosas estaban mal y tenía que irme de ahí. Y el Pablo es mi único familiar acá, así que recurrí a él. Estuve una semana viviendo con él, durante los primeros cinco días estuvo todo bien, todo normal, yo dormía en su cama, él se acostaba al lado en la noche y normal todo, familia. Un día viernes llegué muy cansada de la pega y el Pablo con unos cabros estaban carreteando y comiendo papas fritas. Me quedé acostada, me golpeó la puerta como a las diez u once de la noche y me dijo que iban a ir a Bar Loreto, que si quería ir. Le dije que no, que me sentía mal, cansada. Me puse a ver una película, me quedé raja, no caché nada más hasta que como a las cinco de la mañana llegaron. Sentí un portazo, media dormida y el Pablo decía ‘no, está mi prima ahí’. Después de eso solo dormité”.

“Llega el Pablo borracho y se acuesta. La cama está a la orilla de la pared y yo me pasaba el rollo de que habían arañas, entonces dormía en la otra esquina, lejos de la muralla. El Pablo cayó como un chuzo arriba de la cama, pasó un rato, se da vuelta y empieza a tocarme. Me agarra de la cintura, del poto y le digo ‘Pablo, ¿qué hueá? Somos primos, ¿qué te pasa?’. ‘No, si no pasa nada, no pasa nada, todo bien’. Y le digo, ‘no, no está bien, yo estoy durmiendo acá, qué pasa’. Me pidió perdón y se quedó dormido. Yo me quedé ahí, cagá de susto, al lado de él. Ya no estaba durmiendo, pero no me podía ir a las cinco de la mañana tampoco. Tampoco tenía dónde ir. Era levantarme, ir abajo donde estaba el Cobre durmiendo y otros hueones más. No hay otro dormitorio. Me levanté después de eso, fui al baño, pero como vi tanto hueón afuera… estaba el César, el Cobre. Me fui de nuevo a la pieza, me quedé ahí hasta que amaneció y al otro día tomé la decisión de irme al tiro”.

“Llamé a mi pololo, le conté y le dije que iba a volver a la casa. Hasta ahora él era el único que sabía. Retenerlo a que no le contara a nadie o no fuera donde el Pablo, fue difícil. Para mí fue como una experiencia doble. Me fui de la casa de mi pololo con una carga emocional gigante y busqué contención, y me pasó esto con el Pablo. Y no lo entendía. Siento que el Pablo se aprovecha de eso. Lo que le pasó a la Mili también fue un aprovechamiento, ella no estaba bien y así pasa, quizás cuántas cabras que no están bien llegan ahí y el Pablo se aprovecha de eso”.

“Mientras estuve viviendo esa semana ahí intenté no estar tanto, pero cuando iba antes, porque pasaba metida ahí, igual veía cosas. Y es cuático, porque te das cuenta que una normalizó esas conductas, ver a pendejas ahí metidas, por ejemplo. Yo nunca vi al Pablo en nada, porque lo hubiese parado, pero sí habían hartas cabras chicas. Una vez llegué con una amiga mía y no había ningún hombre. Estaba el Jorge y el Pablo solamente y un montón de cabras chicas. Con mi amiga lo comentamos igual, porque ella sí interactuó con algunas niñas. Ella me comentaba que habían niñas de 16 años allá. Habían cabras de todas las edades. La gente normalizó esa situación también. Yo lo normalicé hasta que me pasó”.

“Yo creo que el Pablo es una persona que se rodeaba de mucha gente y yo lo que veía y que me daba rabia a veces, es que todos lo adulaban. Yo creo que porque en un momento el Pablo estuvo haciendo cosas buenas y todos querían estar ahí. Yo vi el proceso del Pablo desde siempre, entonces percibí eso. Era un tipo normal que no se relacionaba con tanta gente, que era piola, pero después llegó a la sala de ensayo y todo cambió. Todos lo buscaban, yo creo, que porque era una casa para carretear. Por eso todos iban ahí”.

“Ha sido cuático sobrellevar esto. Cuando Mili me contó lo que le pasó a ella, yo no tenía por dónde saber desde antes. Después de tomar algo juntas me contó y no me sorprendió. Le dije que no me sorprendía, que a mí también me había pasado algo cuático con el Pablo. Ella no es la única a la que le pasó, hay más cabras también. Si la Mili no hubiese hablado, yo no le hubiese contado, quizás yo no hubiese hecho nada, porque me da vergüenza admitirlo, es una persona con la que compartí tanto. Es súper morboso, es mi primo, me conoce desde cabra chica”.

***

Mili salió de la casa ese domingo de reunión para reunirse con Simón, persona a cargo del 646. Pero las demás nos quedamos y seguimos hablando. Ya era de noche y Bárbara Pérez de Arce -música que participa en Velódromo y El Cómodo Silencio de los que Hablan Poco- toma la palabra. “Yo no soy partidaria de quedarnos callados ni con Velódromo ni con el Cómodo, sabiendo que, por ejemplo, nos bajamos de la fecha de Sello Invierno -yo hice la moción para que nos bajáramos- porque había pasado la hueá con Pablo Gálvez. A él lo conozco hace tres años, fui víctima hasta cierto punto de su hostigamiento. Igual le puse límites desde el principio porque por intuición sentía que era un hueón raro. Era insistente hasta que un día me dijo ‘te hice una canción’. El hueón me escribía todas las mañanas, se despedía todas las noches y ahora, efectivamente, hay una canción que se llama ‘Bárbara’ en Youtube”.

“Me decía ‘eres hermosa, te quiero mucho’. Creo que también se basaba en el poder todo lo que me decía. Onda, ‘yo te puedo enseñar de música’, ‘puedes venir al ensayo de no se qué banda’, su farándula estúpida siempre me valió pico. Además, cuando yo empecé a hablar con Pablo estaba en un momento súper vulnerable en mi vida. Emocionalmente estaba súper mal y a veces le respondía cuando me hablaba y no sé, o sea, ni siquiera me gustan los hombres, pero eso ni siquiera tendría por qué explicárselo hombres, tampoco. Entonces me tenía aburrida y esperaba que en algún momento también se diera por enterado de que nunca iba a pasar algo. Sé que Pablo Gálvez es culpable de todas las cosas que están diciendo todas”, explica Bárbara.

Darinka Osorio es fotógrafa (muy buena) y en algún momento participó como directora de arte del festival Levantando Polvo. “Cuando estaba terminando los afiches vi el line up del Pateando Pasto, una de las actividades de la organización y vi que estaba Pablo Gálvez. Le dije al Seba, uno de los productores, que cómo lo había metido, que lo bajara. Y me responde ‘está eso hace tres días en el mail y recién lo estás diciendo’. Le dije, ‘súbelo, pero los voy a funar. Tú sabes lo que pasó, por qué quieres que toque. No quiero que nadie se sienta incómoda, quiero que todas las niñas vayan a ver a sus bandas favoritas, a sus amigos tocar y estén tranquilas’. Me dio un jugo horrendo. ‘Yo los voy a funar’, les dije. ‘Ya, se bajó el Pablo Gálvez’, me dijo el Eduardo, otro de los organizadores. ‘Parece que tenía que tocar con el Me Llamo Sebastián, así que se bajó’”, le explicaron a Darinka.

“Al rato, Pablo pone un estado en su Facebook que dice ‘me quieren destruir’. Yo inferí que el Seba le comentó que fui yo. Nunca lo hice por mí, lo hice por un bien colectivo, algo que él también debería haber considerado porque él ya sabía hace rato, ahí me sentí sin apañe total”, declara la fotógrafa.

Carolina Amestoy también era parte de la Cooperativa del Amor y asistió a nuestra reunión. “Por mi parte estoy tranquila y hoy estoy aquí porque le dije a la Mili que yo le creía y para mí separarme de ese espacio fue muy difícil, porque no era solo la casa del Pablo, sino que era un lugar de reunión, un lugar donde yo veía a mis otros amigos, a Jorge Peña que también vivía en esa casa (ya no). Y me costó darme cuenta. Pero siempre fui fiel a la Mili, le dije que hiciéramos la denuncia. Ella no quería hacerlo público. En base a eso, yo tampoco podía empujar nada”, explica.

“Como persona de la Cooperativa, para mí era horrible, porque Antonia se fue y nadie más se preocupó del tema, no levantamos nada y yo tampoco quería dejar el proyecto, porque sabía que podíamos hacer más cosas. Estaba orgullosa de lo que habíamos logrado y las relaciones que habían en ese colectivo eran muy fuertes. Siento que el Seba (Silva) quería salvarse como fuera y yo le decía ‘Seba, se acabó la Cooperativa’, y decía que la Mili no estaba diciendo toda la verdad. Si nosotros tuvimos que terminar por esto, está bien, porque es algo mucho más grande que nosotros. Por eso he estado tranquila. Se me rompe el corazón porque el proyecto era bacán, pero si esto tuvo que pasar y da el pie para que nosotras estuviéramos acá reunidas conversando lo que ha pasado, qué bacán que se dio, qué bacán que lo hicimos”.

Actualización (martes 14 de noviembre, 17:00 horas)

Luego de leer este reportaje, Mariana de Carnet de Baile y parte de la banda del proyecto solista de Pablo Gálvez, decidió dar su testimonio. “Desde febrero más o menos, abandoné la banda del Pablo. Entré a trabajar y me daba lata ir a los ensayos, me sentía muy incómoda. Tenía conductas demasiado machistas hacia mí”, explica.

“Muy pocas veces carretié en ese lugar y siempre me hueviaba con cosas como ‘uy no te vayan a retar’, ‘¿andai con la regla?’, ‘¿te da miedo quedarte?’, ‘bb estás preciosa’. Tanto así, que le paré los carros y le dije que si seguía hueviándome, iba a dejar la banda. Recuerdo que una vez fue tanto, que hasta los demás chiquillos se unieron al hueveo, y el único que siempre se mantuvo al margen e incluso me pidió disculpas por los demás, fue el Popo (baterista). En otra ocasión, estábamos ensayando, y hacía mucho calor. Estábamos todos sudados y yo andaba con una polera que era abierta en la espalda. Sin darme cuenta, el Pablo me langüetea. Quedé helada, ni siquiera le conté al Mauri, mi pololo, cuando pasó. Me dio vergüenza”.

“Me pidió muchas veces que volviera a tocar con él y yo lo rechazaba. Hasta que un día, me cuenta lo del sello Invierno y el lanzamiento. Accedí a apañarlo. Más que nada, porque me gusta mucho tocar y hace tiempo no lo hacía. Alcancé a ir a una fecha en Valpo y luego, a una semana del lanzamiento, me entero de todo lo que pasó. Espero que el Pablo siga cayendo, hasta el fondo. Y que pueda darse cuenta de todo el daño que causó. Siento que la fama y las amistades lo hacían sentirse superior y eso alimentaba su baja autoestima. Siento que no tiene que volver a tocar con nadie, porque no sabe separar las cosas. No tiene el filtro ni el tino necesario para poder distinguir el fanatismo de una niña del amor real. Espero que Mili, y todas las niñas que fueron abusadas, logren sobreponerse. Todo mi amor y apoyo hacia ellas”.