Reseñas
Lo que pasó el sábado en la tarde con Crosses es uno de los motivos fundamentales para poder afirmar la extrema importancia de instancias como Lollapalooza. A nada conduce tratar de moralizar el line-up, indicando quién falta, quién sobra o quién merece, pero sí resulta reconocible el hecho de que -si no es por la circunstancia que nos convoca- lejana sería la oportunidad de presenciar un proyecto tan especial como éste, ya sea porque se trata de la primera vez que tocan fuera de los Estados Unidos, ya sea por la naturaleza propia de esta banda a cargo del siempre emotivo Chino Moreno.
La frecuencia con que el mercado discográfico saca y saca “nuevas promesas” ha hecho inevitable la existencia de dudas razonables sobre sus merecimientos. Y, en teoría, sería lógico meter en ese mismo saco a Cage the Elephant, relativos desconocidos en el Cono Sur a pesar de tener ya dos discos editados. Sin embargo, su presentación en Lollapalooza fue un jolgorio para sus fans, un desmentido categórico para sus detractores y una bofetada energética en la cara de los curiosos que no habían escuchado de ellos antes. Todo al mismo tiempo.
Cargaban con el peso de ser una de las bandas menos conocidas del festival, pero Föllakzoid terminó coronando una presentación redonda en su paso por Lollapalooza. Con una puesta en escena simple, que incluía luces apagadas y unos rayos que apenas los iluminaban de vez en cuando, a los de BYM Records les bastó con su música para llevar a los espectadores de su show a lugares totalmente lejanos.
La calidad musical de la banda sonora de 31 Minutos es innegable. El impacto de la serie en el imaginario nacional (y latinoamericano) tampoco resiste análisis. Por lo mismo, era natural esperar que su show en vivo, cerrando el escenario Kidzapalloza el sábado 31, terminara bien. Lo que no estaba en los cálculos de nadie es que fueran uno de los puntos más altos en la primera jornada del festival, ante un lleno absoluto en que niños y adultos por igual corearon a rabiar cada una de sus canciones con una sonrisa en los labios.
Rara avis es ver tocar a Electrodomésticos. Muchos tenían cara de primera vez. Y es natural si pensamos en la historia –nunca es malo decirlo- de una de las bandas más influyentes de la música local en la actualidad. La espesura y el genio de Carlos Cabezas, el controlador de todas las variantes posibles dentro del juego, dan para entender el porqué de este hecho.
La presencia de Los Jaivas en Lollapalooza puede considerarse un acierto, ya que sintonizaron plenamente con el espíritu comunitario de este evento. Es sabido que en nuestro país son un número conocido y valorado por un público de todas las edades y estratos sociales, y la invitación a la segunda edición de este festival fue una oportunidad para que la agrupación liderada por Mario Mutis mostrara su espectáculo de música y raíces latinoamericanas ante una concurrencia multicultural, cosa que efectivamente sucedió, y con gran éxito.
Ya habíamos visto a Thievery Corporation hace dos años, junto a Massive Attack en el marco del último festival SUE. Como esa vez, pero en un contexto distinto, el colectivo de músicos liderados por los asentados en Washington DC, Rob Garza y Eric Hilton, entregó al público una exótica e intensa celebración multicultural bajo el implacable sol que brillaba sobre el Claro/LG Stage.
La efectiva fusión de hip hop, electrónica y cumbia de Ritmo Machine arrastra a la pista de baile a quien se enfrente a este peculiar combo latino. De ahí la inmediata respuesta del público al llamado del MC Chico Claudio, quien fue claro al manifestar su deseo de “verlos a todos prendidos”. Dicho y hecho: los ánimos no decayeron en ningún momento gracias a la estrategia de la dupla compuesta por Latin Bitman y Eric Bobo, que con tornamesa y percusiones bombardearon a los asistentes con una seguidilla de hits, entre los que destacan ‘Senny Sosa’ y ‘El Diablo’, ambas interpretadas junto a Jimmy Fernández, invitado de honor a esta presentación.
Desde su regreso, Los Tetas parecen estar continuamente rencontrándose con su gente. Y, claramente, el de Lollapalooza –por lo heterogéneo y masivo del público- era un encuentro especial. Acompañados por Felo Foncea en teclados, C-Funk, Tea Time, Rulo y Pepino aprovecharon la oportunidad para tocar un setlist cargado a sus dos primeros discos, con una emotiva interpretación de éxitos que a esta altura ya son clásicos.
Bajo un sol alucinógeno, el ensamble liderado por Eugene Hütz se dejó caer como una oxidada bomba sobre la loza del Parque O’Higgins, al ritmo de ‘Ultimate’, canción encargada de dejar en claro el tenor de la propuesta de la cual seríamos testigos. No hubo medias tintas ni lugares de descanso, la presentación de los de Manhattan se articula como una gran canción de una hora, un show siempre en ascenso, muy demandante en virtud del frenetismo de su interpretación. El secreto de la fórmula radica en el medio punto entre la gestualidad balcánica, agitada, de postguerra, y la interpretación arrojada y desentendida de la música punk.
La presencia de Surtek Collective, el proyecto nacido de las inquietudes del alemán Uwe Schmidt (alias Atom Heart) y del chileno Vicente Sanfuentes, hacía esperar un espectáculo donde la mezcla de tecno y sonidos puertorriqueños tuviera un rol protagónico. El acitón –denominación que la dupla otorga a este híbrido de acid house y reggaeton- estaba llamado a ser el ritmo que debían desplegar en todo su esplendor ante quienes, motivados por interiorizarse en este género, asistieran a su actuación.
A poco avanzar el día sábado, Diego Adrián y Nacho Aedo saltaron al escenario acompañados por un bajista y una voz femenina. Adrianigual venía con la experiencia de su exitoso paso por México, viaje en el que cosecharon buenas críticas de la prensa que se vieron reflejadas en la convocatoria de su show en Lollapalooza.
El talentoso porteño José Cerda, alias El Sueño de la Casa Propia, fue el encargado de inaugurar el Perry’s Stage el mediodía del sábado, cuando aún poca gente ocupaba el recinto. Con un setlist y una performance cada vez más activa y diversa, adornada de un abanico caleidoscópico de samples, voces y efectos, la actuación de Cerda fue una colorida forma de empezar el día y dejó claro que se trata de uno de los proyectos solistas más innovadores en Chile.
Tuvo la responsabilidad de hacer sonar por primera vez los parlantes del Alternative Stage, a eso de las 12:15 del día sábado. Adanowsky fue recibido entre gritos por algo más de 40 personas que progresivamente se ensamblaban a los acordes iniciales de su set, con él en la guitarra rítmica, más la comparsa de un bajo, guitarra eléctrica, batería y teclados.
Pedropiedra tenía la misión de encender a quienes se amontonaban frente al Claro/LG Stage cuando la primera jornada de Lollapalooza estaba recién comenzando. El músico presentó un show correcto, que alternó canciones de los dos discos que hasta ahora tiene a su haber, donde la reacción del público alcanza a calificar como positiva: sin un gran desborde de euforia, pero con la cantidad suficiente de entusiasmo como para celebrar y corear ‘Si Somos Salvajes’, ‘Al Vacío’ e ‘Inteligencia Dormida’, los puntos altos de su presentación.
Mr. Magoo caminaba fuerte y derecho a través de peligrosos escenarios, inadvertido acerca de las amenazas mortales que lo rodeaban, y lograba salir vivo porque no titubeaba. Su ignorancia le impedía sentir miedo. The Ting Tings, tan miopes artísticamente como Magoo, desarrollaron tranquilos en su inicial “We Started Nothing” una propuesta simpática y liviana al no saber qué les deparaba el destino. Las expectativas, además, eran bajas: el dúo venía de fracasar -bajo el nombre Dear Eskiimo- y ser despedido del sello Mercury.
Fue un fin de semana de ajetreo para un sector importante de la música chilena. Varios contemporáneos de gira por México y Estados Unidos, mientras otros hacían patria en un evento a escala humana y en la medida precisa. Pudimos ver a las bandas y solistas tocando, pero también caminando entre medio del público y subiendo al escenario para colaborar entre sí. Todos en la frecuencia correcta. Así estuvo Neutral.
El anuncio de que Roger Waters volvería por tercera vez a Chile para presentar “The Wall” (1979) en vivo, completo, generó una reacción con calco a su última visita con “The Dark Side of the Moon” (1973). Así, mientras algunos estaban en éxtasis, otros rasgaban vestiduras cuestionando cómo era posible que, una vez más, el de Surrey se aprovechara del legado de Pink Floyd
Que Chile es un país centralista ya ni amerita discusión. Sabemos de sobra que es así. El mayor movimiento de bandas ocurre en la capital. Cuando se trata de conocer música de regiones el radar no suele pasar de Valparaíso o Concepción, quizás con Valdivia como excepción durante los últimos años gracias al trabajo de Discos Tue Tue. Pero allá afuera hay mucho más.